Como una «Galaxia Rosa y enojada», así nos describió, al Grupo de Puebla, Sebastián Grundberger, de la Konrad Adenauer. Pero no se puede ser rosa y estar enojado. O se es lo uno o se es lo otro. El autor da en el clavo y se equivoca. Somos rosas, es cierto, pero porque somos alegres. El término nació cuando un politólogo vio la marea de gente apoyando a los gobiernos populares de comienzos de siglo y dijo: «Está es una marea rosa porque no es comunista, es moderada». Nosotros solemos llamar a ese período «la década ganada», por los avances en materia de bienestar social que lograron nuestros gobiernos, pero «Galaxia Rosa» le queda mejor, sin duda.
Es que los caricaturistas hacen eso: toman un elemento de la realidad y otro de la fantasía para decir algo chistoso o para inventar monstruos. Es algo bien europeocéntrico hacer eso, lo de buscarnos cultura, pero también cola. Así es como han hecho a lo largo de las últimas décadas de nosotros monstruos y de lo popular deseo populista. Una pulsión de la barbarie: Saben bien que no puede haber otra democracia que la europea liberal, así que no me vengan con inventos populistas; o democracias como las nuestras o versiones de monstruos y bestias: populistas de inclusión, de exclusión, de ilusión, agrarios, clientelistas, nepotistas, o secuestradores del Estado. Esta columna es una respuesta al bestiario político de lo latinoamericano que el autor nos dedicó en la suya (*).
Nosotros no hacemos eso, porque si nos pusiéramos a jugar al caricaturista, podríamos decir que lo suyo es, de nuevo, Europa tratando de decirle a la gente del sur como vivir, como organizarse y como hacer política, o que debe ser parte de esa misión de la Unión Europea, que su presidenta – por quien nadie votó – escribió en letras de molde: proteger y promover el modo de vida europeo. Pero no, porque eso sería atribuir falsas intenciones al autor, que además está en Uruguay, según dice su nota, un país que vivió una cruel dictadura fascista, auspiciada por EEUU, de la cual supo salir construyendo una sana democracia actualmente gobernada por un presidente de derecha. Un país donde, estoy seguro, sería impensable que un movimiento filo nazi, como pasa en otras partes con democracias débiles, se encumbre como el segundo más fuerte. Entonces, confío en que el autor está en Latinoamérica para tomar nota y sacar lecciones, no para aportar al desequilibrio cuando no ganan los de su lado, o para montar bulos cuando miembros del bestiario nuestro crecen en apoyo electoral, o cuando los pueblos deciden organizarse de tal o cual manera.
Confío en él y en sus buenas intenciones, pese a que ya nos pasó más de alguna vez que, cuando tratamos de construir nuestro propio «modo de vida europeo», que era un Estado de Bienestar noruego, pero con empanadas y vino tinto, al compañero Allende, que fue el primero en intentarlo, también lo caricaturizaron y lo trataron por la prensa de populista, de come guaguas, y de depravado. Me gustan las caricaturas, que no se me malentienda. Lo que pasa es que me asustan cuando se hacen no desde la ironía, sino que desde el poder de las fundaciones y de las ciencias, porque, entonces, esas caricaturas no buscan hacer reír, sino que hacer teratogénesis: construir monstruos; y ahí es cuando viene lo peor: mil días después de su proyecto noruego, a Allende le bombardearon la oficina.
Entre sus caricaturas, el autor nos acusa de apoyar los proyectos de Cuba o Venezuela, pero lo cierto es otra cosa. Nosotros no debatimos esos proyectos porque somos respetuosos de las autonomías de los pueblos. Lo que hacemos es activismo, en eso el autor tiene razón: activismo en contra de los intervencionismos. El núcleo de nuestra posición es condenar todo bloqueo unilateral contra países o personas, porque eso viola el derecho internacional y convierte a la gente en armas. Es lo que hizo Israel contra Palestina, y lo que hace Estados Unidos contra Cuba y Venezuela. Pero, por alguna razón misteriosa, que acá le llamamos dignidad, los pueblos sometidos a esa weaponización, terminan, al revés de lo esperado, unidos en la defensa de sus autonomías y soberanías. Yo tampoco lo entiendo.
Por eso es que invito al profesor a sacarse su VR-headsets etnocéntrico y, ya que anda por acá, reconocer nuestro potencial político, autogestivo y sustentable, por ejemplo, observando las comunidades indígenas o los movimientos políticos soberanistas y ecologistas, desde los cuales puede emerger un proyecto de futuro alternativo. Tal vez no sean esos como el modo de vida europeo manda, pero es porque acá, en la selva, la vida no parte de una metodología, sino que desde la voluntad de la gente.
Por último, espero que el profesor entienda que somos como el hipopótamo de T.S.Elliot. Que podremos vernos gigantes y amenazadores, gigantes porque, como usted dice, somos una marea y más que eso como una galaxia, como un pluralismo rosa de universos -que es como pensaba Kant que era el universo-. Decía, podremos vernos gigantes y amenazadores; amenazadores porque queremos que las cosas sean de otra manera y el cambio siempre asusta, creían los antropólogos que solo a los campesinos, pero es sobre todo a las élites a quienes asusta. Decía, que podremos vernos gigantes, rosas y amenazantes, pero en realidad, como el hipopótamo de Elliot, no somos más que carne y huesos. Flesh and bones. Ni más ni menos monstruosos que ellos.