Tuvo una carrera coherente desde hace más de 50 años. Está identificado como socialista, aunque suele acompañar a los demócratas y ya forma parte de ese tradicional partido. Pasó por todos los cargos elegibles: representante, alcalde –cuatro períodos en Burlington, en el estado de Vermont- y tres más como senador. Solo le faltaría la presidencia. En 2016 le dio batalla a Hillary Clinton con un mensaje progresista más afín a los gobiernos latinoamericanos de principio de siglo y a la tradición que el establishment del “partido del burro” dejó en el camino hace décadas. Perdió porque los Clinton forman parte de esa burocracia partidaria y pusieron toda la carne en el asador para dejarlo fuera de juego. Ahora se adelantó a todo el mundo y cuando todavía falta más de un año y medio para la próxima presidencial (prevista para el 3 de noviembre de 2020), anunció que se postulará, a los 77 años, para reemplazar a Donald Trump a partir de 2021.

Irónicamente, muchas de las banderas que lleva en su programa de toda la vida el senador por Vermont fueron tomadas por Trump, cierto que con un sentido esencialmente inverso, y con eso le ganó la presidencia a la ex secretaria de Estado. En otra burla del destino, en las primaras no fue aplastante la victoria de Hillary: poco más de tres millones de votos de diferencia, aunque por la particular matemática electoral estadounidense, obtuvo 2206 delegados y 560 superdelegados contra 1845 y 47 del senador de Vermont. Contra Trump, la ex primera dama tuvo casi tres millones de votos más que el empresario inmobiliario, pero fue derrotada en el colegio electoral.

Aclaración: los superdelegados no surgen del voto popular sino de la elección de los miembros del partido, legisladores y gobernadores. Ahí se vió la diferencia en favor de Clinton del aparato demócrata.

Ahora, Sanders, que en un escenario político tan inclinado a la derecha como EEUU, aparece como un izquierdista rayano con el comunismo, quiere plantar bandera y primerear antes de que la maquinaria demócrata se le venga encima.

«Quería que la gente del estado de Vermont supiera esto primero», declaró Sanders en una entrevista a una radio de ese estado. «Y lo que prometo hacer, mientras recorro el país, es tomar los valores de los que todos en Vermont estamos orgullosos: una creencia en la justicia, en la comunidad, en la política de base, en las reuniones de la ciudad, eso es lo que voy a llevar por todo este país», agregó.

Para que no quedaran dudas sobre el plan de gobierno que presentará en su plataforma, repitió el lema que lo tiene como protagonista desde hace más de medio siglo: «transformar nuestro país y crear un gobierno basado en los principios de la justicia económica, social, racial y ambiental».

La historia personal de Sanders muestra valores de un país que ya no es: nacido en Brooklyn, Nueva York en un hogar de inmigrantes judíos que huyeron del holocausto, participó en su juventud de los movimientos por los derechos civiles y asistió a la Marcha de Washington de 1963 donde Martin Luther King dio su discurso conocido como “Tengo un sueño”. Luego de graduarse en la Universidad de Chicago fue a trabajar en un kibutz, aquellas casi desaparecidas comunidades agrarias de tipo socialista que representaron gran parte del ideario de los fundadores del estado de Israel.

Volvió para instalarse en Vermont, donde fue carpintero, cineasta y ya metido en la política, representante y en 1981 alcalde de su principal ciudad, Burlington.

Sanders viene sufriendo una campaña de hostilidad desde que intentó destronar a los Clinton en 2016. Y en estos días, cuando ya se vislumbraba el anuncio de una nueva candidatura, no tuvo respiro. Desde los que consideran que es un candidato marginal con pocas chances hasta los que, como Bloomberg, piensan que puede ser víctima de su propio éxito. O sea, señalan  que son muchos los dirigentes que torcieron si discurso hacia la izquierda en vista de la lealtad de los que siguen a Sanders y que le pueden ganar una interna.

Un dirigente del ala izquierdista del Partido Demócrata de Nuevo México, Pia Gallegos, define la situación de este modo: «Los competidores de Bernie carecen de su historial de reclamar seguridad económica para todos los trabajadores estadounidenses, Medicare para todos, educación universitaria pública gratuita, impuestos a los ricos y oponerse a los presupuestos militares inflados (—)Otros candidatos demócratas tratarán de imitar esta agenda populista, pero solo Bernie puede hablar con la visión, claridad y autoridad moral que el candidato presidencial del Partido Demócrata necesita para derrotar al (actual) presidente».