En 1987, la dupla compuesta por el director Adrian Lyne y el escritor James Dearden dieron luz a la que, por décadas, se consolidó como la ficción cinematográfica paradigmática sobre la temática del acoso femenino. Atracción fatal, la historia de un hombre ¿felizmente? casado, que, tras un affaire sexual de un fin de semana, era perseguido por una mujer que se obsesiona con él hasta hacer de su vida un infierno, tuvo un éxito sin precedentes. Se convirtió no solamente en un fenómeno masivo (la segunda película más taquillera en Estados Unidos y la de mayor recaudación en el mundo en 1987), sino en uno de esos objetos culturales influyentes en la sociedad que generan un sinfín de debates televisivos, discusiones populares y hasta ríos de tinta de estudios académicos. Entre tantos legados, por muchos años, a escala global la mujer acosadora o potencialmente peligrosa era llamada “hierve conejos” haciendo alusión a una de las acciones más terroríficas de la antagonista femenina.

Con siete episodios de entre 27 y 45 minutos, lo que suma casi cuatro horas, es decir, casi dos más que la película de Adrian Lyne, Bebé Reno perfila convertirse en la Atracción fatal de la época contemporánea. Sin embargo, la miniserie destaca en aquellos aspectos donde su predecesora hacía aguas. Atracción fatal era hija de su tiempo. Por un lado, el matrimonio interpretado por Michael Douglas y Anne Harcher tenía demasiado tufillo a American way of life (que esconde las miserias y las hipocresías de la familia tipo estadounidense) y todo el argumento apestaba a moralina conservadora sobre los riesgos de la infidelidad conyugal. Por otro, las feministas no tardaron en denunciar que la mujer independiente, sexualmente libre interpretada extraordinariamente por Glenn Close era demonizada, caracterizada como una psicópata rara y la encarnación de la maldad sin ambages. Posteriormente, algunas versiones teatrales echaron una luz de piedad y, en cierta forma, redimieron a la amante que, por añadidura, era asesinada en estado de embarazo.

Richard Gadd, ideólogo y protagonista de Bebé Reno.

Una de las diferencias fundamentales entre ambas ficciones es que Bebe Reno se basa en una historia real que, además es escrita, producida e interpretada por la propia víctima del acoso: Richard Gadd. Eso no va en desmedro, sino que, constituye uno de los principales méritos de la narración porque Gadd se aleja de las miradas complacientes que suele prevalecer en los relatos autobiográficos y autoficcionales. Muy, por el contrario de esta posición, las desventuras de Donny Dunn (que es el personaje que Gadd crea e interpreta para retratarse) son narradas con una honestidad brutal que no se priva de mostrar las flaquezas, bajezas y patéticas frustraciones de su protagonista al punto de que por, momentos, lejos de ser el héroe, parece un torpe y despreciable antihéroe.

La narración comienza cuando Donny, un comediante de stand up fracasado, algo tímido y con toques de ridículo, conoce en el pub londinense en el cual trabaja a Martha (consagratoria actuación de Jessica Gunning), una mujer de alrededor de 40 años, mitómana, que provoca sentimientos de conmiseración, solidaridad y empatía en el protagonista. La amabilidad, la histeria y atisbos de seducción de Donny hacia Martha desatarán un mórbido hostigamiento por parte de la mujer que se traducirá en 41 mil mensajes y 350 horas de mensajes de voz en el lapso de dos años (según la cifra que el propio Gadd reveló a la prensa). Eso sumado a persecuciones callejeras, intromisiones en sus espectáculos y ataques virtuales y presenciales hacia el muchacho y cualquier eventual pareja (o ex pareja) a la cual Martha considere una amenaza a una relación amorosa que solo existía en su imaginación.

Otra de las grandezas de Bebe Reno es que complejiza la relación acosador-acosado como pocas veces se vio en la ficción. Sin caer, en los falaces facilismos de culpabilizar a la víctima, la serie da cuenta de que, ciertos momentos de vulnerabilidad, autodesprecio, padecimiento subjetivo, carencias afectivas y necesidad de autoafirmación pueden hacer a una persona proclive a padecer situaciones de hostigamiento, pero también a sumergirse en cierto síndrome de Estocolmo que prolonga el vínculo. Otro rasgo, a destacar es el hecho de que, en ocasiones, cual Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Donny y Martha parecen las dos caras de la misma moneda o que, al menos, tienen rasgos personales comunes y un hilo invisible que los une de manera trágica e indisoluble. Esta cuestión es percibida por Teri (Nava Mau), la mujer trans de la cual Donny se enamora y con quien entabla una conflictiva relación que es mostrada con realismo y franqueza.

El punto de inflexión de Bebé Reno es el cuarto episodio. Porque allí, la trama se despliega y profundiza en temas tanto o más desgarradores que los del acoso: el abuso sexual, los traumas psicológicos y sexuales, las perversiones de todo tipo, las torturas sobre el cuerpo y el alma, las consecuencias de los placeres culpables, las heridas subjetivas y autoinfligidas. Para trabajar éstos y otros temas -la tortuosa búsqueda de la identidad sexual y el placer sensual, los costos de la búsqueda de fama a cualquier precio, el impacto de las exigencias, los imperativos y valores de las sociedades neoliberales en relación con las masculinidades hegemónicas y el éxito personal, las posibilidades de salvación del arte- Bebé Reno recurre a diversos géneros: la comedia, el drama, el terror psicológico, el policial, el suspenso, entre otros. Y, extraordinariamente, no naufraga -sino todo lo contrario- en ninguno de ellos.

A su vez, aprendiendo quizás de las falencias de Atracción fatal, la ficción de streaming del momento logra inéditamente una mirada piadosa y compasiva no solamente sobre la víctima, sino también sobre la temible victimaria. Al mostrar seres de carne y hueso que se enfrentan a sus demonios como pueden -a veces con valentía y la mayoría del tiempo con miedos y torpezas- consigue una profunda y conmovedora mirada sobre la condición humana. Esa es la clave de su éxito, Bebé Reno es humana, demasiado humana. «


Bebé Reno

Dirección: Weronika Tofilska, Josephine Bornebusch. Protagonistas: Richard Gadd, Jessica Gunning y Nava Mau. Disponible en Netflix.