Como en muchos otros asuntos, los seres humanos tienen un vínculo contradictorio con emociones, sensaciones o conceptos como el miedo, el dolor o el mal. Rechazados por definición, sin embargo se los suele encontrar atractivos y hasta convertirse en objetos de deseo. ¿Cuántas personas, incluso sabiendo el daño que causan, siguen confesando que encuentran a los chicos y las chicas “malas” más atractivas? ¿Por qué los villanos suelen resultar más interesantes que el héroe, no solo en los relatos de ficción? ¿Cuál es la razón que hace que los monstruos sigan generando curiosidad e incluso devoción? El caso de Erzébet Báthory resulta paradigmático.

Esta noble de origen húngaro, que vivió entre los siglos XVI y XVII, es conocida en la cultura popular como La Condesa Sangrienta debido a qué, según la leyenda, creía que bañarse en sangre de doncellas y vírgenes le permitiría alcanzar su anhelo de la juventud eterna. Se dice que para conseguirlo habría torturado y asesinado alrededor de 650 mujeres jóvenes a lo largo de 20 años, entre 1590 y 1610.

La condesa sangrienta en la cultura popular

Su figura alcanzó un estátus mítico y llegó a convertirse en el objeto de interés de muchos artistas, que la tomaron de inspiración para sus obras. Se dice que la condesa Báthory fue, junto a su compatriota, el príncipe transilvano Vlad Tepes, una de las fuentes en las que se basó el irlandés Bram Stoker para crear al personaje del Conde Drácula. No es el único escritor que se interesó en ella.

En 1962, la francesa Valentine Penrose publicó La condesa sangrienta, un híbrido que combina la novela histórica con el ensayo poético para narrar la historia de Báthory. El libro fue reeditado hace algunos años en el país por el sello Interzona. También recibió atención del cine, que la convirtió en el personaje central de películas como La dama sangrieta (1980), notable trabajo del prestigioso Viktor Kubal, gran maestro del cine de animación checoslovaco, o La condesa (2009), dirigida y protagonizada por la actriz francesa Julie Delpy.

Por supuesto, un personaje semejante no podía pasar desapercibido en el mundo del heavy metal, género popular que le dedicó numerosas canciones, entre las que se destacan “Countess Bathory”, de la banda británica Venom, o “Beauty Through Order”, de los californianos Slayer. Por no mencionar a la banda sueca que en 1983 eligió bautizarse con su apellido.

La condesa Báthory según Pizarnik

En la Argentina, inspirada por el trabajo de Penrose, la poeta Alejandra Pizarnik tampoco se resistió a la tentación de escribir sobre la condesa Báthory, publicando un ensayo poético sobre su figura e historia en 1966. Su título, por supuesto, volvió a ser La condesa sangrienta y se trata de una de sus pocas obras en prosa. Recientemente, la editorial Libros del Zorro Rojo lanzó una versión de la obra de Pizarnik ilustrada por el artista gráfico Santiago Caruso, cuyas imágenes, tan siniestras como sobrecogedoras, captan con precisión el enfoque del personaje realizado por la autora.

A lo largo de 12 breves capítulos, Pizarnik recorre la biografía de Báthory poniéndo especial atención a detalles puntuales, sobre todo al especial regocijo que la tortura y la contemplación de la muerte producían en la condesa. Así como el masoquista se deslumbra frente al sádico, no es extraño que una artista en carne viva y obsesionada con lo sombrío, como Pizarnik, se fascinara con la naturaleza macabra de Erzébet. Incluso no es descabellado pensar que se trató de un amor a primera vista y esta edición de la obra, en las que las imágenes creadas por Caruso realzan ese torturado espíritu gótico, viene a confirmar el retorcido romance.