Un feminicidio en la comunidad wichí de Chaco, enmascarado por la práctica conocida como chineo. Incendios forestales intencionales en la comarca andina. Avances estatales y empresariales sobre tierras de uso ancestral en distintos puntos del mapa, envenenadas con agrotóxicos o vaciadas de recursos naturales. Las heridas que dejan marca en las mujeres de pueblos originarios tienen orígenes diversos. Pero ellas lograron entretejer todas sus luchas en una: “Basta de terricidio”. El pedido que traen caminando desde distintos puntos cardinales hacia Buenos Aires engloba un ‘basta’ para todas las formas que el Estado y el patriarcado tienen de matarlas: feminicidios, ecocidios, epistemicidios y genocidios.
La caminata “basta de terricidio” partió a mediados de marzo con caravanas desde Chaco y Chubut. Luego fueron más y todas planean encontrarse el 22 de mayo en la Ciudad de Buenos Aires, para visibilizar sus reclamos. Originalmente apuntaban a llegar el 25, para coincidir con la fecha patria: “Pero decidimos adelantarnos y crear nuestra propia revolución”.
“El término terricidio fue gestado entre todas nosotras y es la síntesis de todo: del ecocidio que sucedió con la quema de los bosques, del feminicidio –distinto a femicidio: cuando el asesinato de las cuerpas de mujeres es sistemático en manos de sicarios, de empresas–. También del genocidio: las hermanas del norte reclaman por agua, sus hijos mueren deshidratados. El norte es todo transgénico, soja, glifosato, veneno. Eso también lo tomamos como parte del genocidio. Y el epistemicidio: las instituciones quieren imponer el pensamiento hegemónico occidental y barrer con nuestros conocimientos ancestrales. Encontramos en la palabra terricidio una síntesis de todas las cosas que nos matan”, define Poli, integrante del Movimiento de Mujeres Indígenas por El Buen Vivir en Argentina y de la caravana norte que pasó hace pocos días por Rosario.
En cada destino, las caminantas van a plazas centrales de pueblos y ciudades a contar por qué caminan. A explicar qué entienden por terricidio y por qué reclaman una ley que lo contemple. “Caminamos con una propuesta: que el terricidio sea considerado un crimen de lesa naturaleza y de lesa humanidad. Que los terricidas –que es un sujeto colectivo: los gobiernos, las empresas– sean juzgados y condenados. Ese es nuestro propósito más grande. Y otros más pequeños como ir escuchando los terricidios que suceden en cada lugar, denunciar todo eso, amplificar las voces de los territorios”, remarca Poli, habitante de una comunidad mapuche, en diálogo con Tiempo. En su paso por la localidad de Tostado (Santa Fe), por ejemplo, visitaron a la comunidad moqoit donde las mujeres les mostraron cómo por el desmonte casi no quedan algarrobos, mistoles ni tunas, y cómo el monte en donde solían jugar de chicas está alambrado y el acceso a la laguna, vedado. “Esa es la realidad de los pueblos: no tenemos acceso al agua, a la medicina natural. Ni siquiera al espacio de juego. Hasta eso nos quieren quitar”.
Desde Tartatal, Salta, camina Fabiola Rodas. Mamá de siete y miembro de la comunidad tapiete, avanza junto a una de sus hijas, de 15 años. “Decidimos salir a caminar desde distintos lugares. Para que el Estado y la gente nos escuchen y sepan qué es el terricidio –dice a este medio-. A veces la gente pregunta qué es, pero muchos como viven en ciudades no les importa qué pasa con nuestros bosques y nuestra tierra. Nosotras como mujeres indígenas somos las que sufrimos esto”. Por las quemas y desmontes, ya no consigue los frutos y materias primas que necesita para confeccionar artesanías para vender.
En cada destino buscan ayuda para llegar al siguiente. Si no consiguen, hacen dedo o siguen caminando. “No tuvimos apoyo de ningún referente de nuestra comunidad porque es como que lo tapan. Porque también existe el machismo: a veces los hombres nos hacen callar, pero esta vez dijimos que ya no nos íbamos a callar. Decidimos salir a caminar para sanar. Al caminar uno va sanando, llevamos esto para que todos sepan. Que el Estado también sepa cuál es nuestro caminar”, dice Fabiola en uno de los pocos tramos del viaje con buena señal para hablar por celular. Su grupo avanza hacia Rosario, donde se unirá a la otra caravana norte. Después, en Buenos Aires, se encontrará con las caminantas del sur, que ya pasaron por Esquel, El Bolsón, Sierra Colorada y Las Grutas.
La propuesta para el 22 de mayo, además de visibilizar el reclamo traído en caravana, es que en cada localidad o pueblo haya alguna acción local contra el terricidio. “Ese día habíamos pensado hacer una movilización pero por la pandemia –que es el reflejo de cómo estamos tratando a la naturaleza– no queremos exponer y decidimos que vamos a marchar las mujeres indígenas (representantes de 36 naciones originarias) y las personas que quieren acompañar lo pueden hacer en sus pueblos, localidades, que hagan acciones a nivel local: colgar trapos en las ventanas, hacer un acto en una plaza, una bicicleteada, lo que surja como expresión contra el terricidio”, propone Poli. Y cierra: “Somos cuerpo territorio. Nos vamos ensamblando y haciendo un único cuerpo que va combatiendo todas las aristas del terricidio”.