Los músicos de Babasónicos construyeron una carrera de más de 25 años bajo sus propios términos. Jugando con múltiples géneros, ritmos, instrumentaciones, sonidos y con una mordacidad en las letras que muchas veces rompe la moral tradicional del rock y afines. Desde Jessico (2001) incorporaron un instinto popular que les permitió sumarse a las primeras ligas de la escena y hasta por momentos incomodarla. Su reciente lanzamiento, Repuesto de fe, documenta en CD y DVD el show que dieron en el Teatro Colón el 14 de noviembre de 2016 lo que generó una sonora polémica con Darío Lopérfido, exdirector artístico de la institución.
Adrián Dárgelos (voz), Diego Uma (voz, guitarra, teclados y varios), Mariano Roger (guitarra) y Diego Tuñón (teclados), más los invitados permanentes Carca (en una amplia variedad de instrumentos) y Tuta Torres (bajo), fueron dándole forma al repertorio del disco durante la presentación de Impuesto de fe (2016) por distintos teatros de la Argentina y el exterior. Mariano Roger revela: «Tuvimos una temporada de nueve meses reversionando las canciones. Una vez que logramos esa lista salió Impuesto de fe (2016). Pero teníamos que agregar temas para lograr un show de más o menos una hora y media y llevarlo de gira. Lo que terminamos grabando en el Teatro Colón son las canciones que sumamos y las que se repiten son otras versiones que fuimos adaptando en la gira. Todo eso con la magia especial de la acústica del Colón».
¿Cuál fue el criterio que tomaron para crear estas nuevas versiones?
Mariano Roger: Somos músicos intuitivos. Construimos desde el contagio. Salimos del lugar de una banda de rock, que es más una bola de sonido, y buscamos cositas más sutiles.
Diego Uma: Logramos algo muy difícil, que es encontrar el temperamento, la personalidad de las canciones, para llegar a la expresividad que buscamos. Pudimos hacerlo en base a que nos conocemos mucho y sabemos de nuestras limitaciones y capacidades. También trabajamos con instrumentos poco tradicionales para nosotros, como la marimba, el órgano Hammond, las guitarras acústicas y muchos elementos percusivos.
Adrián Dárgelos: Queríamos dar un show orquestal, pero siendo sólo nosotros. Cada canción se construyó con un swing distinto del original. Eso exige mucho trabajo: el cerebro siempre te tira el mismo swing. Por eso hay que manipularlo hasta que salga uno que justifique el entretenimiento de tocarlo.
Diego Tuñón: Estas orquestaciones requieren un tipo de calibración muy precisa. Pero cuando todo se articula se arma una energía loquísima. La gente empieza a distenderse y todo explota.
¿Hay alguna clave para generar esa energía?
AD: No hay una clave secreta que permita que un grupo dure para siempre. En el grupo todos ponemos algo que dice: nadie es decorativo. Eso se puede ver en los shows. Sobre el escenario somos como una novela polifónica. Producir esa clase de energía única es algo que hace a la particularidad de un espectáculo de entretenimiento que una banda de rock puede dar. No es algo sencillo de proponerse. Es algo invisible. Como un delivery de carisma, ponele. Lo podés llamar carisma, pero es puramente azaroso, como ganarse la lotería.
Vienen de dos discos que compilan temas ya conocidos. ¿Cuándo planean volver al estudio con canciones nuevas?
DT: Queremos que sea muy pronto. Pretendemos aprovechar el aliento que nos dio este disco.
Panza: Estuvimos hablando cómo encarar el rumbo. Nuestras expectativas son encontrar algo que nos motive a representar y bajar nuestra visión de la realidad. Creo que estos dos discos fueron una ventana en el tiempo. Un vórtice. Aprendimos a hacer las cosas de otra manera.
AD: Al recorrer lo que hicimos, estamos más cerca de ser nuevos que ser lo que éramos. Es fácil ser un poco nuevo. Estamos buscando un nuevo perfil desde la composición, creo que cambiamos el ángulo del prisma. Muchos en nuestro lugar seguirían haciendo este show, pero nosotros sentimos que estamos viviendo un presente donde todavía podemos ponernos buenos en el futuro. «