La vigencia en el mundo de la música suele ser una aventura esquiva. No existen fórmulas exactas y cualquier intento deberá atravesar mares de incertidumbre y tormentas de imprevistos. Sin embargo, en los últimos años la industria grande del rock parece haberse cristalizado. Los engranajes de la maquinaria que generaba novedades en forma sistemática se detuvieron y las luces quedaron congeladas en los consagrados. Así las cosas, esos grandes grupos y solistas insignia –en el under la cosa es muy diferente– casi no necesitan canciones nuevas. Con el nombre y el repertorio les alcanza para girar y vivir de sus audiencias históricas. Babasónicos podría entrar con suficiencia en ese lote de luminarias en piloto automático. Con más de 25 años de carrera, una galería de hits sin fecha de vencimiento y la voluntad para recorrer con su música todo el continente, el presente y futuro de la banda parecen resueltos. Pero Babasónicos apela a la misma pulsión que les hizo lanzar casi un disco cada dos años –el promedio sería mayor si se suman los de su discografía paralela– y hoy con Discutible sigue desafiando cánones propios y ajenos.
Adrián Dárgelos es una de las figuras más icónicas y a la vez más enigmáticas del rock argentino. Elusivo en lo personal y expansivo en sus consideraciones, el cantante y compositor exhibe una gama de intereses, obsesiones y puntos de vista que lo distinguen de la mayoría de sus colegas. Casi como en su faceta musical. Mariano Roger, por su parte, parece menos expresivo, pero sus intervenciones pueden resultar reveladoras e irreverentes. Casi como cuando se cuelga la guitarra. Dárgelos y Roger conforman una sociedad artística que muta en lo estético, pero se mantiene inquebrantable en su búsqueda de la trascendencia. Con el mismo norte los acompañan Diego Rodríguez (guitarra, teclados, voz), Diego Tuñón (teclados) y Diego Castellano (batería). La formación se completa con los invitados crónicos Gustavo «Tuta» Torres (bajo) y Carca (guitarra y percusión).
El diálogo de Dárgelos y Roger con Tiempo se desarrolló en torno a las causas y consecuencias de Discutible, pero atravesó muchos otros temas.
–Los discos de Babasónicos nunca son un compendio de canciones. ¿Qué concepto o criterios generales adoptaron cuando se pusieron a trabajar en Discutible?
Mariano Roger: –Una de las cosas que hace diferente a Discutible en relación a los últimos discos es que lo hicimos completamente solos. No convocamos a colaboradores, como en su momento fueron Andrew Weiss o Phil Brown para que participen de la mezcla y edición. Eso hizo que el comienzo del trabajo en el disco fuera muy despojado. Ni siquiera estábamos todos. Empezamos con cuatro o cinco canciones, no mucho más. El proceso de ensayo y encuentro grupal hizo que surgiera el resto.
Adrián Dárgelos: –Pero también teníamos ciertas ideas generales. Vos viniste con un listado de cosas que no querías que hiciéramos en el disco.
MR: –Es cierto, es cierto. Pero es mucho más fácil hacer una lista de lo que no querés hacer que una lista de lo que querés hacer. Lo más complejo siempre es dar con lo que estás buscando.
–¿Qué cosas planteaba esa lista?
AD: –Nada demasiado rebuscado. Veníamos de dos discos acústicos o electroacústicas como Impuesto de fe (2016) y Desde adentro-Repuesto de fe (2017) y teníamos claro que por ese lado no nos interesaba seguir. Desde nuestra perspectiva actual, el que había sido nuestro último álbum de estudio, Romantisísmico (2013), tiene muchos sobrearreglos que le quitan aire y lo hacen avanzar de una forma casi de falange, demasiado militar. No le veíamos posibilidades a otro disco en esa dirección porque los tiempos cambiaron drásticamente y las formas de escuchar son otras. Tampoco queríamos un álbum recontra procesado, pretendíamos canciones más desnudas, que suenen como fueron tocadas. Y en la parte compositiva se instaló la necesidad de no repetir la estructura clásica de la canción de rock y pop del siglo XX. La fórmula de estrofa, estrofa, estribillo, variación y estribillo que se repite, por decirlo de una manera rápida. Fuimos más para el lado de canciones monopartes, algo que parece más sencillo, pero es al revés: exige mucho detalle, mucha sutileza y mucha dedicación y pensamiento. De esa manera les dimos más lugar a valores agregados que tenemos, como el swing de tocar tantos años juntos y cierto know how como compositores.
–El tema «La pregunta» sorprendió a propios y ajenos porque se corre de los cánones más habituales de la música rock/pop. Incluso lo eligieron como primer corte del disco.
AD: –Sí. «La pregunta» tiene una primera escucha casi espeluznante. En un principio quizás es difícil entender por dónde va. Pero después hasta puede hacerse adictiva. Si termina siendo o no un hit es algo que no nos desvela. Creo que tiene varios aspectos muy poco convencionales. Uno es que hay mucho espacio entre verso y verso. Eso implica que se generen vacíos que son anti-radiables o anti-streaming. La era del streaming impone hacer música para gente que no sabés quién es. Eso es lo mejor que tiene. A nosotros nunca nos interesó hacer música para gente encerrada en un corral. Apuntamos a lo lúdico y les plantamos cara a los algoritmos y a la repetición de los formatos. Por eso también usamos la primera persona trans en «Trans-algo», igual que antes hicimos muchas canciones con una primera persona femenina.
Rock y religión
El diálogo con Adrián Dárgelos y Mariano Roger trasciende las convenciones de los encuentros publicitarios que rodean el lanzamiento de un disco. Los debates, asociaciones y sentencias fluyen con naturalidad y pueden ir del fin de la historia propugnado por Francis Fukuyama a las definiciones del rock. «Ahora te venden un shampoo con Tini Stoessel, una guitarra eléctrica y The Clash de fondo. Eso también es rock», señala, en plan discutible, Roger. Dárgelos, fiel a su costumbre, redobla la apuesta: «Lo interesante del rock es que nos convoca a muchos, creemos en él, pero nadie sabe exactamente o coincide en de qué se trata. El rock va a transformarse en una religión en la que cada uno podrá elegir sus propios dioses».
–¿El rock se acompleja demasiado con una primera persona autorreferencial?
MR: –Hay mucho rock con poco vuelo y autorreferencial. Que se queda con la problemática más chica y no tiene muchos personajes. Creo que Babasónicos es una banda que puede contener muchos personajes líricos y musicales.
AD: –Para mí es fundamental el juego. Yo no soy el de «Cretino», entre tantísimos otros ejemplos, pero me resulta atractivo trabajar con el cretinismo para una canción. Te da muchas más posibilidades de expresarte, de plantear cosas, de discutir.
–¿Cuánto de pensamiento y cuánto de juego tiene la música de Babasónicos?
AD: –Tiene las dos cosas. Es difícil puntualizar proporciones, pero también les damos lugar a la intuición. Buscamos cosas nuevas y sentirnos bien con lo que producimos. Aunque la música demasiado pensada, como el rock progresivo, llega a límites que tampoco me gustan. Las canciones tampoco puede ser un onanismo del pensamiento. Lo lindo es que vos grabás una canción o la tocás en vivo y ese tema viaja y se completa con quien la escucha. Ahí empiezan a jugar otras cosas que hacen que el proceso sea más mágico y hasta caprichoso. Una canción es una emoción proyectada por el aire.
–¿Cómo viven estos tiempos?
AD: –No me quiero convertir en un opinólogo. Creo que mis posturas están claras en los discos. Pretendo que nuestras canciones trasciendan estos tiempos. En «Miami» (1999) nos hacíamos eco de esa idea del fin de la historia. Ahora es algo todavía peor que no tiene nombre y no da consuelo.
MR: –Vino el fin de la historia y lo que llegó es todavía más triste. Es como volver al pasado y más feo. «
Un disco con rupturas y confirmaciones
Con más de 25 años de carrera y una posición central en la escena local y regional, Babasónicos siempre parece resolver las ecuaciones del disco a disco con gran inteligencia y puntería. Discutible propone cambios notorios con sus últimos trabajos, pero no una ruptura abrupta. No retoma esos drásticos volantazos que marcaron la primera época de la banda, pero asume una interesante distancia de la era de grageas pop de alto contenido irónico que comenzó con Jessico (2001). Discutible es menos ganchero que sus predecesores y la producción resuena más árida que en otras oportunidades: toda una declaración estética. Esta nueva búsqueda está marcada a fuego por “La pregunta”, un lienzo electro-etéreo-inquisidor que anticipó la salida del álbum. Pero encuentra variantes en el pop más psicodélico de “Partícula”, el dance lento de “Bestia pequeña”, el glam rock de “Cretino” y “Orfeo”, los aires electro-seculares de “Un pálpito” y el agite inclusivo de “Trans-algo”. Las letras de Dárgelos –siempre inquietantes– esta vez también alertan sobre los tiempos que corren y hasta se permiten la amargura: “La vida es un vaso de gaseosa aguada, como una secuencia de bromas pesadas” (“La pregunta”).
Música y letra
La composición de música popular no sigue reglas fijas. Cada grupo o solista encuentra sus propias modalidades y químicas. Las letras de Babasónicos son de las más elaboradas del rock local. Además del cuidado y los juegos de palabras –sean coloquiales, más cultas o inventadas–, suelen articular múltiples significados e imaginarios. Roger destaca que casi siempre la música antecede a las letras y Dárgelos reconoce que disfruta definiendo los textos a último momento.
MR: –Tenemos una dinámica bastante aceitada. La música casi siempre viene primero y después llegan las letras. Puede aparecer alguna frase inspiradora, pero sin desarrollo, y sucede en forma ocasional. La naturaleza de la música es abstracta. Pero me gusta pensar que puede inspirar determinada letra y no tanto otra. La música que más me gusta suele ser trabajada de esa manera. El formato «tal musicaliza los poemas de cual» no me gusta para nada. Entiendo que la poesía puede inspirar. Pero los resultados no me parecen demasiado atractivos.
AD: –Yo apelo al juego en los ensayos y a la maduración de las canciones. De la misma forma que se va acomodando la música, las letras viven sucesivas metamorfosis. Pero no las termino hasta casi grabarlas. Creo que lo fundamental es encontrar el tono, las formas y los significados que hagan que esa canción no la pueda cantar cualquiera. Que se te haga casi imposible imaginarla en otra banda. Que exija cierta… No sé si valentía, pero sí algo de audacia, cierta capacidad para vencer prejuicios y trascenderlos.