Extrañas memorias del anochecer de un miércoles derechoso en el Luna Park. Desde el techo del Palacio de los Deportes pueden verse a las serpientes libertarias que reptan por el Bajo porteño. Pánico, locura y fervor de Buenos Aires por la extrema derecha. Delirios de motosierra, quimeras de la dolarización, sueño húmedo de los economistas ortodoxos.
El presidente ultra liberal Javier Milei presenta su nuevo libro con pompa y circunstancia, banda de cantobar y formato de living televisado. Se titula Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica. La obra se suma a su generosa biblioteca del plagio: Pandenomics, Libertad, libertad, libertad y Otra vez sopa: maquinita, infleta y devalueta. ¡Para la dama, para el caballero, tan sólo a 27 mil pesitos! Merchandising oficial en los puestos habilitados en el estadio. “Pocas ventas”, confiesan los dealers. No hay plata.
Afuera, los pregones ofrecen “gorro, bandera y vincha” del León. Feria liberal-libertaria: hegemonía del Laissez faire sobre la frígida Avenida Corrientes. Postales de la empobrecida Argentina emprendedora. Peso, dólar, euro, Mercado Pago, cripto, trueque… Los mercaderes no discriminan. Hay pines con las caras de Roca, Trump y Alberdi. Pegados, los de la frase “Cristo viene”.
Las banderas son celestes y blancas; también amarillentas, con la víbora libertarianista. El cascabel de Gadsden busca presas cerca de la plaza Roma, en la esquina de Bouchard y Lavalle. Don’t tread on me, no me pises, si no te muerdo.
Mariana se autopercibe mileísta de la primera época. Sigue al economista desde Cemento, los años duros en el under de los paneles de TV. La joven quilmeña lleva puesta una gorrita con el eslogan “Las Fuerzas del Cielo”. Dice que detesta a los zurdos por destruir la “economía desde hace 100 años”. ¿La salida? No lo duda: si no se aprueba la Ley Bases, derechito para Ezeiza.
Aunque las entradas son regaladas, el Luna Park no muestra un lleno ejemplar. Hay islotes en el campo. Se puede caminar con libertad, libertad, libertad… Palabra fetiche, mantra eleuteremaníaco y hasta cantito popular de los ejércitos de la noche mileísta llegados desde el Conurbano y más allá.
En el corral cerca del escenario, pastan la casta libertaria y sus vacas sagradas. Aguardan el show del pánico en la Argentina del hambre. Celebran varios dinosaurios negacionistas, unos cuantos nostálgicos del menemato, estrellas distantes del mejor equipo macrista, púberes streamers y hasta trumpistas criollos. Se suman famosos clase Z y el círculo rojo de lo que queda del PRO. También el Gabinete del ajuste casi a pleno, sólo falta el capo de ministros Posse.
La foto de familia la completan el padre del presidente, Norberto Milei, raro ejemplo de movilidad social ascendente de self-made man: colectivero devenido patrón de siete líneas de colectivos. Y la madre, Alicia Lucich, abnegada ama de casa. En los últimos tiempos, parece, el presidente retomó el contacto con sus «progenitores», como los llamaba. Por el vip pulula también la hermana del primer mandatario, otra rara avis exitosa del provecho del libre albedrío: Karina, “El Jefe”, consejera, pitonisa, asesora todoterreno y, desde diciembre, secretaria general de la Presidencia.
Cero micros, en sus “móviles particulares”. Así resaltan que llegaron los militantes en tono policial. El operativo de seguridad coordinado por la ministra Bullrich acorrala el Luna Park. Debe costar varios millones de pesos, que no llegarán a los comedores populares.
«No me traen por el chori y la coca», escupe una coqueta señora arrimada al festín desnudo mileísta. Desde el lejano oeste llegaron les muchaches de La San Martín. Agitan sus banderitas cerca de la batalla de los bombos en plaza Roma. Cristian Morales viene desde Ramos Mejía. Es virgen en el barro de la política: “Esto es familiar, sin gente pagada, nadie nos baja plata. Apoyamos al Peluca porque dice la verdad, no miente. Si dice que hay que seguir ajustando, es por el bien del país.”
Simpatía por el demonio. Suena oportuno el clásico de los Stone desde los parlantes del estadio. El setlist incluye también el hit sempiterno de AC-DC “Autopista al infierno”.De postre, una versión libertaria del pachanguero “Provócame” de Chayanne. Baila en el campo un muchacho ataviado de Mickey Mouse, digno de trencito de la alegría. El ratón agita un cartel: «Milei te bancamos, estás limpio, VLLC».
José milita en La Alberdi. Ucedé histórico, fundamentalista del “Chancho Alsogaray”. No leyó ningún libro de Milei. Sí, todos los clásicos de clásicos del liberalismo a ultranza: “Papá Estado nos dejó este desastre. Milei lo va a arreglar, pero falta, hay que privatizar todo.”
Es la hora del show. Milei llega al escenario a los empujones desde el campo. Lo esperan sobre las tablas una banda digna de cantobar, animada por los hermanos Benegas Lynch y su biógrafo. El León desata su furia con dos covers de La Renga. Hace su gracia en un karaoke alucinógeno. Confiesa el presidente, se saca las ganas de cantar en el Luna Park. Les grupies deliran. Circo sin pan.
Gritos rabiosos del público, más que himnos de la alegría, se escuchan cuando Milei encara la presentación del libro desde un atril. “Cristina se va presa, Cristina se va presa”. «Sánchez -el mandatario español-, compadre… la concha de tu madre». Canta furiosa la manada del León y zarandean sus carteles «pro-vida».
El monólogo de Milei es soporífero. Despierta los primeros bostezos de la noche. Una deriva sobre historia económica y los padres fundadores del libre mercado. Oda a los monopolios. También, destaca sus aportes invaluables como megasuperultrasupremo referente de la libertad a nivel global. Demasiado ego.
En el último acto suben al escenario el vocero Adorni y el diputado Espert. Charla de panelistas en un living, no mucho más. Milei despotrica contra el socialismo, la casta y vaya uno a saber qué más. Cierre con papelitos y el tan actual «Se viene el estallido» de la Bersuit. Entonces, los libertarios dejan el estadio en masa. Reptan por la avenida Corrientes en dirección a la Casa Rosada. El nido de la serpiente.