El 14 de agosto de 1975, el miércoles pasado 49 años atrás, se jugó una fecha atípica en Argentina por varias razones: 1) River salió campeón después de 18 años, lapso en el que las hinchadas rivales empezaron a tildarlo de “gallina”; 2) por una huelga de profesionales, que reclamaban el Estatuto del Futbolista Profesional –conseguido pocas horas después-, jugaron juveniles sin experiencia en Primera; 3) por esa disparidad de planteles se dieron resultados abultados, casi absurdos, como Racing 0-Rosario Central 10, Boca 7-All Boys 0 y Atlanta 6-Gimnasia 0, 4) se informó de la menor venta de entradas vendidas en un partido, apenas 5 localidades, en ese choque desigual en el Cilindro de Avellaneda; y 5) jugó el futbolista más joven de Primera División en el profesionalismo, Carlos Castriotta, de Racing, de sólo 13 años y nueve meses, según reconstruyó el periodista Oscar Barnade en mayo.

Pero de ese jueves atípico, por la 37ª fecha del Metropolitano 1975, quedan otras historias por contar, como la del arquero de Racing, Hugo Norberto Aicardi, entonces de 14 años, 11 meses y 17 días (nació el 26 de agosto de 1960), que en su primer y último partido en Primera División recibió diez goles de Rosario Central, uno cada nueve minutos. Casi medio siglo después, su recuerdo podría ser ambiguo, a mitad de camino entre el orgullo por el partido más esperado de su (corta) carrera futbolística y el sinsabor de un resultado extravagante en contra, pero Aicardi no tiene dudas en quedarse con lo positivo: haber cumplido el sueño de jugar en Primera. “Fue tocar el cielo con las manos”, dice, ya próximo a cumplir 64 años.

El 10 a 0, que podría resultar cruel en otro contexto, tiene una explicación: Racing presentó chicos entre Novena y Séptima División, o sea entre 13 y 15 años, mientras que Central jugó con la Reserva integrada por juveniles de entre 18 y 20 años que, encima, eran los campeones vigentes de su categoría. En realidad, Racing pretendía no jugar ese partido pero, para evitar problemas con la AFA, lo afrontó de manera simbólica, con juveniles como Aicardi, Castriota y sus compañeros. Los rosarinos ya habían llegado al estadio de Avellaneda y la dirigencia de Racing salió a las apuradas a buscar chicos de inferiores.

“Me acuerdo de todo. Ese partido fue de tarde y lo jugamos chicos de tres categorías. Yo estaba en Octava, Castriotta era de Novena y había de Séptima. Jamás pensamos que podíamos jugar en Primera. Era un día más para nosotros, terminamos la práctica de la tarde en la cancha auxiliar, al lado de la confitería del club, y nos fuimos a cambiar al vestuario. Ahí vino (Horacio) Collazo, que era el técnico con (Amaro) Sande de la Quinta, Cuarta y Tercera, y nos dijo a algunos chicos que teníamos que pasar al vestuario de Primera. Central ya estaba en el otro. Ahí nos explicaron que teníamos que hacerle un favor al club y jugar para evitar una multa. Fue como si nos tiraran a la cancha y un ‘hagan lo que puedan’”, reconstruye Aicardi, bonaerense de Lanús pero desde hace 20 años instalado en Campo Quijano, Salta, a 30 kilómetros de la capital provincial.

“Ninguno de nosotros entendía nada. De hecho, estábamos cansados por el entrenamiento. Nos dijeron que no nos hiciéramos drama por el futuro, que era un problema de los grandes, no de los chicos. Entonces nos cambiaron y nos largaron a la cancha. Pensábamos que Central también tenía chicos de nuestras categorías, pero entramos y los vimos mucho más grandes”, agrega el arquero más joven de la Primera División argentina, quien ahora trabaja como viajante por la periferia de Salta y el resto del norte del país.

Contrarreloj, a pesar de que el partido estaba a punto de comenzar, Aicardi –que estaba a días de cumplir 15 años– alcanzó a contactar a su padre, que vivía en Lanús, para que llegara al estadio. “No teníamos teléfono, era la época en que había que llamar a un vecino para que avise en nuestra casa. Le mandé a decir que iba a debutar en Primera. Mi papá llegó a tiempo y había bastante gente en la cancha. Todos llamamos a nuestros familiares”, reconstruye el arquerito de 14 años, un recuerdo que pone en discusión la información oficial de aquella tarde, que sólo se vendieron cinco entradas. Evidentemente, Racing decidió abrir las puertas.

–¿Cómo fue el partido?

–Nos cagaron a pelotazos. Nos pasaban como agua. El utilero se puso detrás del arco y me dijo «levantá una pared así no te patean más!. Era pelotazo y pelotazo, encima la pelota era durísima, no como ahora. Los de Central bajaron en el segundo tiempo pero tendríamos que haber terminado 50 a 0 o 40 a 0. Yo evité varios goles.

Un Racing con pibes

Para Aicardi y el resto de los muchachos de Racing, el 10 a 0 en contra no supone una herida sino un orgullo: haber jugado en Primera, en todos los casos por única vez. Ninguno de ellos volvería a participar en la máxima categoría. “No me jodió que me hayan hecho diez goles: era mucha la diferencia de físico. La pasamos lindo por cómo se dio. Uno no pensaba jugar en Primera ni remotamente. Es más, estábamos pensando en el partido del sábado siguiente contra River, por el torneo de Octava. Ese día fue como tocar el cielo en las manos. Todavía no teníamos la esperanza de jugar en Primera, menos a esa edad”.

Aicardi incluso recuerda un dato extra de felicidad para aquel 14 de agosto de 1975: el título que, tras el 1-0 ante Argentinos, conseguiría esa noche River, el equipo del que era –y sigue siendo– hincha. “En Racing nos trataron espectacularmente después del partido. El club nos pagó una cena y nos quedamos comiendo en Avellaneda. El partido de River lo escuchamos por radio, no había televisión en vivo”, recuerda.

El sábado siguiente a su debut, o sea dos días después, Aicardi atajó en la Octava: Racing venció 2-1 a River de visitante. Lo curioso, entre tantas curiosidades, es que a las 24 horas -el domingo 17- volvió a Núñez, pero al Monumental. Por la 38ª y última fecha del Metro, “su” Racing visitaba a “su” River. Esta vez, Aicardi no estaba en el campo de juego para el club en el que jugaba sino en las tribunas del equipo por el que hinchaba, festejando el primer título que veía a sus 14 años. River ganaba 2-0 pero se suspendió en el entretiempo por invasión de público.

La carrera de Aicardi, que había empezado justamente en River, llegó hasta Quinta División, en 1978. Quedó libre de Racing y se fue anotar a Lanús, pero ya no siguió. “Tuve que trabajar, como todo el mundo, y entré en un frigorífico de Avellaneda, La Negra”, dice quien no siguió en contacto con aquellos héroes de entre 13 y 15 años. La foto de aquel equipo, eso sí, la lleva en su celular. «