En la Premier League 2022/2023 que comenzó la semana pasada, cuatro clubes del Big Six están por primera vez en manos de Estados Unidos: Liverpool, Manchester United, Arsenal y Chelsea. En la liga más millonaria y atractiva del fútbol, en concreto, la mitad de los 20 equipos son «franquicias» con capitales estadounidenses. El último en sumarse, en mayo, fue Chelsea, propiedad durante más de dos décadas del oligarca ruso Roman Abramovich, sancionado por el gobierno inglés y obligado a desprenderse del club como un «acto de caridad» en plena rusofobia y doble moral tras la guerra de Rusia a Ucrania. Chelsea, último campeón del Mundial de Clubes, es ahora de Todd Boehly, copropietario de Los Angeles Lakers de la NBA y, fanático del béisbol, de los Dodgers de la MLB, con negocios que abarcan desde el Cirque du Soleil hasta el cantante Bruce Springsteen, y con una fortuna de 4,5 mil millones de dólares. Estados Unidos también se vio beneficiado como sede principal del Mundial de 2026, que organizará junto a México y Canadá, después de que interviniera con el FBI en el FIFAGate. EEUU no quiso quedarse afuera de la fiesta –y del negocio– de la pelota. Año tras año, se aleja del viejo soccer y avanza en la invasión del nuevo football.
El año pasado, un fondo de inversión del gobierno de Arabia Saudita pagó la cifra récord de 354 millones de euros por Newcastle. Otro club-Estado, como Manchester City (Emiratos Árabes Unidos) y Paris Saint-Germain (Qatar). Los hinchas festejaron con turbantes y túnicas en el estadio St James’ Park, mientras afuera circulaba un camión con la imagen del periodista Yamal Jashogyi. Según un informe de inteligencia estadounidense, Mohamed bin Salmán, nuevo dueño de Newcastle, aprobó «una operación para capturar y matar» a Jashogyi, crítico de la monarquía saudí. Los nuevos dueños de Newcastle, reveló el Daily Mail, son a la vez inversores de Clearlake Capital (EEUU), accionista de Chelsea con Boehly.
«Entre Estados Unidos y Arabia Saudita hay una alianza carnal desde 1945 con la firma del Pacto de Quincy, que establece entrega de petróleo por protección geopolítica», apunta Damián Jacubovich, geopolitólogo. La Federación de Arabia Saudita, aliada a Gianni Infantino, presidente de la FIFA, había sido la impulsora de un Mundial cada dos años. La iniciativa, ante la oposición de la Conmebol y la UEFA -las confederaciones de los campeones del mundo-, quedó en stand by. Pero no aquel acercamiento: la FIFA aceptó la financiación de una Superliga Africana de parte de Arabia Saudita, que reclama el Mundial 2030, el del centenario, que también quiere Sudamérica entre Uruguay (organizador en 1930), Argentina, Paraguay y Chile. «La presencia de Estados Unidos y sus satélites en el fútbol inglés no deja de ser la continuación de una alianza funcional de siglos -agrega el geopolitólogo Jacubovich-. No en vano algunos los piensan como una sola nación. El fútbol es un tema muy importante en el mundo del soft power, que es que el otro te obedezca sin emplear ninguna fuerza militar. Con su poder comunicacional, el fútbol es un puente geoestratégico más entre Inglaterra y Estados Unidos. Y los clubes son como pequeñas bases comunicaciones, caballos de Troya con influencia en la vida cotidiana de las personas».
La variable entre las personas-hinchas parece tocar fondo en el éxito en la cancha. Hinchas de Manchester United planean no asistir como protesta contra la familia estadounidense Glazer ante Liverpool, próximo partido en Old Trafford, el lunes 22. En el debut en la Premier, el United cayó de local 2-1 frente a Brighton. Los Glazer se convirtieron en accionistas mayoritarios en 2005, cargándole una deuda de un préstamo al propio club. Los hinchas, que suspendieron el año pasado el partido ante Liverpool después de invadir el campo de Old Trafford, los acusan de «robo». Liverpool también tiene patrones de Estados Unidos, representantes del capital concentrado. Los dueños iniciales -George Gillett y Tom Hicks- terminaron en la justicia por deudas millonarias. Los hinchas colgaban banderas en Anfield: «Yank liar$ out!» («¡Yankis mentirosos, fuera!»). Lo recompró en 2010 el Fenway Sports Group, propietario de los Boston Red Sox (MLB). Tres subcampeonatos y una Premier. Y, sobre todo, dos finales y una Champions.
«La mayoría de los propietarios tienen inversiones en el deporte de EEUU. Y se los considera más maduros en términos de crecimiento de los ingresos. En la Premier League vieron el potencial en relación a su audiencia global, que empequeñece cualquier comparación con una franquicia de EEUU -cuenta Tariq Panja, periodista en The New York Times, coautor de Football’s Secret Trade (El comercio secreto del fútbol)-. Y en los EEUU también hay un caso de FOMO (miedo a perderse algo). Ven a otros hacerlo en el fútbol y creen que deberían hacerlo. Lo que a menudo no han entendido es la cultura del fútbol y en qué se diferencia de la cultura deportiva estadounidense y los modelos comerciales».
Representantes de magnates estadounidenses que merodean la compra de clubes de fútbol, ante la consulta de porqué no desembarcan en otros países como España, responden: «Sencillamente, no valen la pena, no generan dinero». La de España supo venderse como «La Liga de las Estrellas». Sobrevinieron los tiempos de Messi y Cristiano Ronaldo. En 2021, la Premier vendió los derechos de televisación en EEUU a la cadena NBC a cambio de 2.830 millones de euros por seis años. La Liga de España, a ESPN, por 1.240 millones por ocho años. Según el Centro Internacional de Estudios del Deporte (CIES), hay 54 clubes en manos de capitales de Estados Unidos: el 52% de las compras se produjeron en los últimos dos años. Entre la Premier y el Championship -segunda división inglesa-, hay 18 «franquicias» en Inglaterra. Le sigue Italia (11), con el Milan, último campeón de la Serie A. «La mayoría terminó mal, con los inversores perdiendo mucho dinero. Pero el Milan, con el fondo Elliott de Paul Singer, es una historia de suerte e ingeniería financiera -suma Panja-. Elliott tomó el control a un precio barato porque la empresa china propietaria del Milan no pagó su deuda. Y como hizo con la deuda de bonos de Argentina, Elliott, un fondo buitre, se apoderó del Milan. Luego se benefició vendiéndolo a otra empresa estadounidense, RedBird, que además tiene una participación en el Fenway Sports Group, del Liverpool».
«Para 2026, el fútbol será el primer deporte en Estados Unidos», auguró Infantino en el anuncio de las sedes del Mundial 2026, el primero con 48 selecciones. Lo dijo en el país del fútbol americano (NFL), el básquet (NBA) y el béisbol (MLB). El valor de todos los clubes de la Premier es de 25 mil millones de dólares. La superan la NFL (135.000), la NBA (78.000) y la MLB (69.000). E incluso la NHL, el hockey sobre hielo (30.000). En la actual Premier League hay siete futbolistas estadounidenses, tres más que en la última temporada: Christian Pulisic (Chelsea), Chris Richards (Crystal Palace), Matt Turner (Arsenal), Antonee Robinson y Tim Ream (Fulham) y Brenden Aaronson y Tyler Adams (Leeds). Y hasta un entrenador: Jesse Marsch, que reemplazó a Marcelo Bielsa y salvó del descenso a Leeds. El récord, con 13 jugadores estadounidenses, fue en la 2006/2007, tras las compras de Manchester United y Liverpool. «En general, los futbolistas estadounidenses se encuentran con prejuicios en Inglaterra, no los toman muy en serio -dice Sid Lowe, especialista en fútbol en The Guardian-. Hay un matiz cultural: el mero hecho de tener acento americano quita autoridad».
Inglaterra y EEUU, los hermanos, se enfrentarán en el grupo B de Qatar 2022, que también integran Irán y Gales, dos rivales más allá de la cancha.