En su larga alocución que ofició de cierre de la Council of Americas Buenos Aires Conference y frente a los grandes empresarios que forman parte del Grupo de los 6 (G6), el presidente Javier Milei no escatimó elogios a su gabinete de ministros y al curso de su gestión que ya lleva más de nueve meses.

El mandatario destacó –en un discurso que repite desde su asunción, el 10 de diciembre pasado– el supuesto logro de llevar la inflación hasta el 4% mensual sobre la base de un agresivo plan de ajuste fiscal y monetario. Además, desestimando el piso de devaluación mensual del 2%, exageró, la inflación se habría derrumbado desde un hipotético 17.000% anual hasta otro también hipotético 8%.

Gris es la teoría, verde el árbol de la vida

Sin embargo, se lamentó Milei ante el foro de empresarios: “Todo el mundo ve el milagro, menos los argentinos”. Una suerte de sincericidio que da cuenta de que los números de las planillas de Excel y los modelos teóricos a través de los cuales realiza sus curiosas proyecciones pueden obtener una evaluación positiva de algún tecnócrata o académico en el lejano hemisferio norte, pero resultan inasibles para quienes habitan el territorio nacional y sufren en carne propia las consecuencias de su programa económico.

¿Por qué los argentinos de a pie no son capaces de ver el milagro orquestado por Javier Milei y Luis Caputo?
La respuesta se basa en la dura realidad y los datos para fundamentarla están al alcance de las manos. El sentido común indica que es difícil que el millón de niños y niñas que, según reveló Unicef esta semana, se van a dormir sin cenar cada día en la Argentina coincidan con que se esté en presencia de algún tipo de milagro. Lo mismo para el 63% de los niños y adolescentes que, según el Barómetro de Deuda Social de la UCA, viven en hogares que no cuentan con recursos e infraestructura para superar la línea de pobreza.

Uno de cada cuatro de ellos, además, sufre una situación de indigencia que implica que no pueden ingerir las calorías necesarias para eludir la desnutrición. El informe de Unicef destaca que son diez millones los niños y niñas que en 2024 se vieron obligados a reducir su consumo de carne y lácteos con relación a un año atrás.

El “milagro” de la desaceleración de precios

La inflación del 4% registrada en el mes de julio que, dicho sea de paso, no resulta para nada desdeñable, no puede evaluarse haciendo abstracción del derrumbe del consumo que, según la CAME, para el mismo mes llegó hasta el 15,7% medido en forma interanual y del 17% acumulado durante los primeros siete meses del año.

Las estadísticas oficiales del Indec, además, marcan una contracción de las ventas en supermercados que según el último informe de mayo llegó hasta el 9,7% interanual y al 12,4% acumulado en los primeros cinco meses del año. Los centros de ventas mayoristas mostraron una contracción del 13,3% en las ventas y acumulaban hasta entonces un retroceso del 12,2%.

Los shoppings también sufrieron una fuerte contracción que llega al 12,7% en ese mismo mes, lo que da la pauta que el ajuste en el consumo no discrimina sectores sociales. Afecta desde la clase media acomodada que consume en shoppings hasta los sectores más empobrecidos que lo hacen en supermercados y comercios de cercanía.

Semejante retroceso en las ventas no puede representar un milagro para los empresarios del sector comercial como tampoco para las más de diez mil pymes que se vieron obligadas a cerrar sus puertas entre diciembre de 2023 y junio de 2024 y que, claro está, no participaron del Council of Americas.

Pero, más importante, implica que las heladeras de los argentinos están sensiblemente más vacías que lo que estaban en 2023. Y eso no es poco si se toma en cuenta que uno de los principales motivos por los que Javier Milei pudo alzarse con la presidencia corresponde explorarlo en la situación económica de la población que, agobiada, apostó a un cambio de rumbo para mejorar su situación y no al revés.

Ingresos por el piso

La otra cara de la crisis del consumo es la caída de los ingresos. El gobierno se apresuró en celebrar que, según el último informe de salarios del Indec, en junio los salarios en promedio subieron un 6,2% superando la inflación mensual del 4,6%. Se trata del tercer mes consecutivo en el que se registra una recomposición del salario real.

Sin embargo, si se mide la evolución de los haberes desde la asunción del gobierno resulta que la caída del poder adquisitivo desde diciembre a esta parte llega al 11%, en sintonía con el retroceso del consumo. Pero ese derrotero no resulta homogéneo en tanto para los trabajadores del sector público la caída en términos reales en apenas siete meses llega hasta el 19% al igual que para el sector no registrado.

Ese retroceso, sin embargo, no alcanza para explicar la dificultad que muestran los trabajadores de carne y hueso a la hora de percibir los presuntos milagros. Es que, como se dijo, el agobio ya venía de antes. La caída del 11% promedio se produjo sobre salarios que ya se encontraban sensiblemente devaluados.

Desde diciembre de 2016 (cuando se normalizaron las estadísticas del Indec) a junio de 2024 el poder adquisitivo del salario se contrajo, según los datos oficiales, un 54,1% en promedio que llega hasta el 80% para el sector informal, al 57% para los empleados públicos y al 42% para los trabajadores registrados del sector privado.

De hecho, según la Cuenta de Generación de Ingresos del Indec, que mide la distribución funcional del ingreso (la apropiación del PBI que realizan las diferentes clases sociales que intervienen en la producción), durante el primer trimestre de este año la participación de los salarios sobre el total del producto cayó a su nivel más bajo en los últimos ocho años. En ese período, los asalariados se apropiaron de un 45% del producto cuando en el mismo trimestre de 2016 se llevaban el 54,2%. Un año atrás, en 2023, los salarios representaban el 48,3% del PBI.

Cuanto más abajo, peor

El sector más expuesto a la crisis y que potencialmente podría acceder a un programa social como el Potenciar Trabajo tampoco tiene motivos para creer en los milagros. Es que ese beneficio que percibían cerca de 1,2 millones de personas, en diciembre de 2023 y por decisión del gobierno dejó de acompañar la evolución del salario mínimo vital y móvil (SMVM) que había sido establecida en 2016 para quedar congelado en los $ 78 mil, resignando un 40% de su valor con relación al SMVM y más del 50% con la inflación. Con esa decisión el gobierno podrá ahorrar durante todo el año cerca de $ 2 billones. Un milagro, sí, pero fiscal.

Al mismo tiempo, el SMVM, que el gobierno fijó tres veces en forma unilateral, resignó, desde la asunción de Milei hasta julio de este año, un 27% de su poder de compra con relación a la canasta básica alimentaria (CBA) y un 30% con relación a la canasta básica total (CBT). Si se tomara la evolución desde enero de 2017, el haber, hoy en $ 234.315, retrocedió un 60% en términos reales con relación a la CBA y un 57% con relación a la CBT. Un milagro, sí. Sobrevivir con ese poder adquisitivo.

Para los técnicos del Indec, el haber mínimo necesario para afrontar el costo de una canasta de consumos mínimos para una familia de dos adultos y dos menores debió ser en julio de $ 1.412.647. Más de seis veces el monto del haber oficial.

Los jubilados, a pesar de la nueva fórmula de actualización, resignaron un 1,4% adicional de su poder adquisitivo entre noviembre de 2023 y junio de este año, según un estudio de la Universidad de Avellaneda (Undav). El mismo informe indica que el retroceso se eleva hasta el 10,4% con relación a la suba de los medicamentos y a un 20,7% con la de los servicios públicos.

Una fábrica de pobres

Este milagro, claro, tiene su correlato en los índices de pobreza e indigencia que, según informes privados basados en los microdatos oficiales de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, sufrieron un salto extraordinario desde que asumió el presidente de los milagros.

Para el Departamento de Economía de la Universidad Torcuato Di Tella, en apenas un año, la pobreza escaló 16,2 puntos porcentuales afectando en el primer trimestre de este año al 54,9% de la población cuando en el mismo período de 2023 alcanzaba al 38,7%.

En ese período cayeron en la pobreza 7.452.000 personas de las cuales, alrededor de seis millones lo hicieron durante la gestión de Javier Milei y Luis Caputo. La indigencia escaló desde el 8,9% hasta un alarmante 20,3%. En un año se crearon 5,5 millones de indigentes a razón de 15 mil por día.

Otro estudio basado en los mismos datos y elaborado pocos días atrás por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) da cuenta de un deterioro sensible en la distribución del ingreso que, según los analistas del observatorio del que participan figuras como Rafael Correa o Álvaro García Linera, obliga a reformular la categoría de pobreza incluyendo la de “casi pobres”.

Se trata de aquellas personas que viven en hogares que no llegan a reunir los ingresos suficientes para cubrir una canasta básica total y media. Allí, aseguran, se encuentra el 73,3% de la población.

Así las cosas, y con estos datos de la realidad, un verdadero milagro sería que una mayoría de la población crea que su situación social y económica ha mejorado sobre la base de un Power Point exhibido en una conferencia en el Alvear Palace Hotel de Recoleta. «

CIFRA: ingresos de hogares

Un informe de CIFRA sobre la situación del mercado de trabajo, publicado ayer, señala que “El conjunto de los ingresos de los hogares sufrió una brutal pérdida de poder adquisitivo en los primeros meses del nuevo gobierno”. Afirma que entre el primer trimestre de 2023 y el mismo período de este año, “el poder de compra disminuyó 20,7%”.

La caída, informa CIFRA, “fue especialmente severa para el 80% de los hogares de menores ingresos”, donde alcanzó el 26,8%.

“Como resultado, se produjo un fenomenal incremento en los niveles de indigencia y de pobreza: el número de personas en hogares indigentes aumentó en 5,5 millones, mientras que las personas en hogares pobres se incrementaron en 7,5 millones”, agregó.

La caída de los ingresos se explica por los aumentos de sueldos por debajo de la inflación, tanto en el sector privado registrado como en el público y el privado no registrado. También porque las “jubilaciones y pensiones contributivas (fueron) el componente que mayor peso tuvo en el ajuste hacia la baja del gasto público”. Mientras, la AUH «tuvo una actualización real significativa».