Hola, ¿cómo están?

El estadio donde hoy juega la Argentina esconde una historia proletaria de Qatar. La Argentina enfrenta a Australia en el Ahmad bil Ali, en el municipio de Al Rayyan. El jeque Ahmad bil Ali Al Thani fue emir de Qatar desde 1960. Asumió el trono bajo el control de Gran Bretaña. El jeque se daba la gran vida, con largos viajes y fiestas, con lujos extravagantes. Fueron tiempos de protestas contra la familia real, se sabotearon oleoductos en el Golfo Pérsico, se cortaron caminos y se organizaron manifestaciones para reclamar por la legalización de sindicatos, convenios para los trabajadores del petróleo y derecho al voto. Eran trabajadores iraquíes y yemeníes, también qataríes, incluso de alto rango, árabes nacionalistas que confluyeron en el Frente de Unidad Nacional de Qatar, con discursos contra la colonia y reivindicación de líderes árabes, de la unión de Egipto y Siria. La imagen de las protestas era la del presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser.

Eran principios de los sesenta. Y un episodio todavía se recuerda en Qatar. Durante una protesta al sur de Doha, cerca de una estación de servicio, un miembro de la familia real que no podía pasar con su auto por el corte de ruta de los trabajadores petroleros, sacó un arma y tiró. Un manifestante murió por esos disparos. La bronca se concentraba, sobre todo, entre los obreros de Shell Qatar, pero se expandía. Hombres de negocios, funcionarios qataríes de terceras líneas, panarabistas, socialistas árabes se convertían en activistas principales. Y los estadios eran el lugar preferido de los manifestaciones, los partidos de fútbol que reunía a los trabajadores. 

Una huelga general de dos semanas durante abril de 1963 puso en problemas al emir, complicó el funcionamiento del país. Hasta que una revuelta en el mercado de Doha terminó en represión. El emir mandó presos a los líderes. Algunos se fueron al exilio a Kuwait, otros al Líbano. Se calculan más de cinco mil exiliados y quinientos trabajadores despedidos. Hamad Al Attiyah, uno de los principales activistas, murió en la cárcel. Ahmad bil Ali impuso algunas reformas pero siguió con su vida de lujos y viaje. La explotación petrolera creció y en 1971 administró la independencia de Qatar. Gran Bretaña se retiró del país. Un año después, el 27 de febrero de 1972, Ahmad bil Ali estaba en un viaje de caza en Irán cuando su primo le dio un golpe. Khalifa bin Hamad Al Thani tomó el trono de Qatar hasta que en 1995 lo depuso su hijo, Hamad bin Khalifa, que le cedió el reinado a su cuarto hijo, Tamim bin Hamad Al Thani, el actual emir de Qatar, el que quiso hacer este Mundial. Y se ve que no hay rencores con Ahmad bil Ali porque un estadio lleva su nombre.

La Argentina juega con Australia, el rival que remite al repechaje para EEUU 94, los partidos en Sidney y Buenos Aires con la vuelta de Diego Maradona al equipo, la transmisión de madrugada, el temor a no entrar a un Mundial después del 5-0 contra Colombia. La Argentina lo pasó con lo justo. Fue el partido sin controles antidoping que dejó para siempre la historia maradoniana del café veloz.    

Esos partidos los jugó Graham Arnold, el actual entrenador de Australia. “Es uno de los mejores momentos de mi vida”, dijo en estas horas. Recordó otros antecedentes, un triunfo de Australia por 4-1 en un cuadrangular de 1988 con Brasil y Arabia Saudita, celebración de la fundación del descubrimiento de esas tierras. Y otro en Tokio 2020, un partido de selecciones olímpicas. Acá Andrés Burgo recuerda un partido olvidado con Australia. Arnold se tiene fe. Trabajó como colaborador de Gus Hiddink, entrenador del equipo que llegó a octavos de final en Alemania 2006, donde cayó con Italia. Algo de los australianos. Son altos (Harry Souttar, defensor del Stoke City, mide 1,98) y tienen velocidad (Jackson Irving, del St Pauli, no para de correr). Les dicen Socceros.  

Nos acabamos de despedir de los Mundiales de 32 selecciones, ocho grupos de cuatro equipos que producen cierres como los que tuvo Qatar 2022, el más intenso que se recuerde. En todos las zonas hubo imágenes de suspenso. Equipos que colapsaron y otros que subieron al paraíso en segundos. Los minutos en los que España quedaba eliminada igual que Alemania, que al final se fue por segunda vez consecutiva en una primera fase; las cuentas que se hicieron en el momento en que Camerún le hizo el gol a Brasil, los festejos, peleas y miradas en Suiza-Serbia, y el shock que se sintió en el estadio Al Janoub cuando en las pantallas se actualizó la tabla de posiciones del Grupo H porque Corea del Sur le ganaba a Portugal y mandaba a casa a Uruguay, que no le alcanzaba con el 2-0. Corea del Sur. 

Los hinchas, los jugadores, el cuerpo técnico de Uruguay, todo lo que tenía una camiseta celeste ingresó en un estado de confusión. Cuando hay un partido de fútbol, por fuera del empate, un equipo festeja y el otro se lamenta. Acá ocurría algo curioso, Ghana era indiferente a los sucesos que unían del Education City Stadium, sólo entraba en esa discusión si daba vuelta el resultado. Uruguay estaba en ese plan de resistir, ya con poco físico en los últimos minutos, cuando un colaborador de Diego Alonso, el entrenador, se acercó para avisarle que había gol coreano. Ahí estaba todo, la ansiedad nos empujaba a gritarle que les avise a sus jugadores, que les avise, y Alonso hizo la seña de que salgan a buscar el gol.

Una pantalla enfocó a Luis Suárez, que se tapaba la cara, lloraba, entraba en el modo desesperación como viven los futbolistas frustraciones desde adentro de la cancha. Uruguay empujó como pudo, que tampoco fue mucho, pero obligó algunas veces al arquero ghanés. Nicolás De La Cruz le tiró a las manos un tiro libre. Todos reclamaron penal en una de Edinson Cavani como ya habían reclamado en otra a Darwin Nuñez, quizá con más razones. Nada cambió. 

En el otro estadio, donde ya había terminado el partido, los futbolistas coreanos esperaban en el medio del campo de juego el final de Uruguay para celebrar su pase. Y llegó el final. Todos contra el árbitro. Cavani se fue de la cancha tirando el tótem del VAR, con bronca, pero las responsabilidades estaban en otro lado. ¿No se había acordado muy tarde su técnico en que el equipo saliera a ser protagonista? ¿Dos partidos necesitó para que Giorgian De Arrascaeta, el talento del plantel, saliera a la cancha de titular? A Ghana le hizo dos goles y no fue sólo eso, fue el fútbol del equipo. 

Y un asunto es qué discutimos del VAR. Por primera vez en este Mundial vi gente no gritar un gol, festejar de manera módica, hasta esperar para que revisen. Especular con que no, no puede haber nada que lo invalide. ¿Quién puede tener semejante racionalidad? Es muy difícil, pero se nos habitualiza el hecho de que quizá gritamos sin sentido. Y nos modifica las discusiones. ¿A quién se le reclama un offside si es automatizado? ¿O quién se equivoca si la pelota no se va aunque el ojo humano entienda que sí? Esta mecanización de las decisiones, tomadas a partir de un software, de repetir las jugadas, tendrían que ir acompañadas de algunas modificaciones en las reglas para que la precisión tecnológica no tenga distintas lecturas. Se preocuparon en este tema dos lectoras de este newsletter, Miri Molero, que es @mirimolero en Twitter, y Poli, que es @polillitadorada, y está bien lo que propone Arsene Wenger respecto, por ejemplo, a la ley del offside. Habría que pensar otras reglas para otras faltas. 

“La mejor fase de grupos en la historia de la Copa del Mundo llega a su fin. Por el momento no se repetirá en la próxima Copa del Mundo ya que el plan actual es no tener juegos de grupos finales simultáneos. 16 grupos de 3 en 2026. ?”, tuiteó Gary Lineker. Con ese esquema (grupos de 3) tendrías una selección libre la última fecha, perdés la tensión de la simultaneidad, de la diferencia de goles, de la diferencia de tarjetas, y te podés meter en el terreno de la sospecha, los arreglos, con equipos quedando eliminados sin jugar. 

Se terminó con esta jornada la posibilidad de ver dos partidos por día, quizá hasta cuatro. Pero que no te vendan fantasías el público del Hospitality. Eso fue imposible para quien se manejara en transporte público. No sólo porque los precios de las entradas son prohibitivos, también porque aunque tuvieras los tickets para ingresar a todos los estadios llegar no era sencillo. Incluso tuvimos dificultades como periodistas acreditados moviéndonos en los shuttle que dispone FIFA. Creímos que Qatar sería como moverse en un pañuelo y no fue así, fue caminar largo tiempo, al costado de vallas, con indicaciones imprecisas, en lugares por momentos inentendibles. Para llegar hasta el Al Janoub, una vez que desembarcamos en la zona, hubo que caminar durante cuarenta minutos al lado de algo que tendríamos que explicar como un descampado pero que no era un descampado y tampoco era una banquina y tampoco era una pista de carrera de caballos. 

Es furiosa la continuidad porque en los Mundiales siempre hay descanso antes de los partidos de octavos de final. Acá ya arranca, sin respiro, sin tiempo. Primero vamos a los cruces:

Países Bajos-EEUU

Argentina-Australia

Japón-Croacia

Brasil-Corea del Sur

y

Francia -Polonia

Inglaterra-Senegal

Marruecos-España

Portugal-Suiza

El cuadro que está abajo es una batalla campal que va a barrer y enfrentar a selecciones candidatas, pero que también tiene a otras con las que hay que tener cuidado. El primer Mundial árabe nos entrega un Mundial más abierto. Por primera vez, todos los continentes. Está África con Marruecos y Senegal, está Asia con Japón y Corea del Sur, está Oceanía con Australia (aunque compite en Asia), Europa con Países Bajos, Croacia, Francia, Polonia, Inglaterra, España, Portugal y Suiza, está América del Norte con Estados Unidos y América del Sur con Argentina y Brasil. Están todos los continentes representados y un poco es el espíritu de Qatar 2022, el Mundial de los Al Thani.

Hasta la próxima carta, 

AW