Hoy hace un año, la selección le ganó a Francia la final del Mundial Qatar 222 y Argentina vivió uno de sus días más felices: los goles de Lionel Messi, la obra colectiva terminada por Ángel Di María, la atajada de Emiliano Martínez en el minuto 123, el penal decisivo de Gonzalo Montiel, el capitán alzando la Copa del Mundo y los millones de argentinos y argentinas en las calles de cada rincón del país.
Atrás quedaban los primeros seis partidos que abrieron el camino a la tercera estrella. La tormenta en el desierto de la derrota inaugural ante Arabia Saudita, la final anticipada contra México; Messi y la bronca como combustible en su duelo personal contra el polaco Robert Lewandowski; Australia y la primera gran atajada del Dibu Martínez.
También Países Bajos y la batalla de las Termópilas en pantalones cortos (el Topo Gigio de Messi a Van Gaal y de Nicolás Otamendi al resto de los holandeses, el Dibu y los penales, el “qué mirás bobo” que maradonizó al capitán); y la jugada de Messi contra el enmascarado Josko Gvardiol en las semifinales ante Croacia. Luego la final y el multitudinario regreso a la Argentina, el 20 de diciembre, cuando las multitudes, como si formaran parte del ministerio de la Felicidad, recibieron a los campeones.
Tormenta en el desierto
Argentina suma siete posiciones adelantadas en su debut ante Arabia Saudita. Arranca la Copa del Mundo del VAR semiautomático: tres invalidan un gol, una por un hombro, el de Lautaro Martínez. También es el Mundial de los tiempos adicionados eternos: 13 minutos en Argentina-Arabia. El técnico de los saudíes, el francés Hervé Renard, atosiga a sus jugadores en el entretiempo: “¿Vinieron a sacarse una foto con Messi?”.
Un tal Saleh Al-Shehri empata. Otro tal Salem Al Dawsari pone el 1-2. Tormenta en el desierto, derrota ante nueve jugadores de Al Hilal, el equipo de Ramón Díaz. “¿Where is Messi?”, se burlan los saudíes. Pero Renard tiene una premonición: “Argentina saldrá campeona del mundo”. Y Messi no se achica: “Que la gente confíe, este grupo no los va a dejar tirados”.
México, la final anticipada
Lionel Scaloni ensaya cinco cambios para el segundo partido, la primera de las finales, ante México. ¿Cómo está Lionel Messi de su físico? Un rumor de desgarro. Elijo creer. Anulo mufa. Sesenta minutos con la pelota pero lejos del arco de Memo Ochoa, tensión absoluta. Lionel Messi desactiva la bomba e iguala el récord de goles de Diego Maradona en Mundiales. “Todos de pie para el mejor jugador del mundo. Respeto por el número uno”, grita Lele Adani, comentarista de la TV italiana.
Pablo Aimar se descompensa entre lágrimas, como si le faltara el aire. Enzo Fernández, 21 años de vida y dos meses de experiencia en la selección, engancha y le pasa la pelota a la red: 2 a 0. Lionel Scaloni ensaya un mecanismo de autodefensa: “Habría que tener sentido común, recibí un llamado de mi hermano llorando. Pero es difícil hacerle entender a la gente que mañana sale el sol, ganes o pierdas”. El himno se impone, “Muchaaaachos ahora nos volvimo’ a ilusionar”. Los bangladesíes empiezan a agitar banderas argentinas en la medianoche de Daca.
Messi, la bronca como combustible
Argentina juega su segunda final, contra Polonia. Los roles se invierten: Messi es humano y Wojciech Szczesny es un robot disfrazado de arquero que le ataja un penal pero Mac Allister, reconvertido en Mac Messi, lo venga con un remate mordido para el 1 a 0. Julián Álvarez empieza a mimetizarse en el nuevo Mario Kempes: 2 a 0.
Scaloni encuentra el equipo mundialístico con tres jóvenes, Enzo (21), Julián (22) y Alexis (23), y Messi apela a la bronca como combustible, capítulo 1: alecciona por bocón a Robert Lewandowski. El México del Tata Martino queda afuera primero por tarjetas amarillas y después, para que sea menos cruel, por goles. Dinamarca, también eliminado, abre el cuadro de Argentina, que termina primera y posterga el cruce con Francia.
El Dibu comienza a ser héroe
Arrancan los octavos de final y los australianos se sacan fotos con Messi en el vestuario. El capitán rompe el protocolo, 1-0, y Julián parece cerrarlo: 2-0. Pero maldición, otra vez toca sufrir, ese gen argentino: Lisandro Martínez y el cruce de su vida, el Dibu Martínez y su primera gran atajada, ante Garang Kuol, egipcio de padres refugiados de Sudán del Sur y nacionalizado australiano.
Argentina entre los 8 mejores: Meeessi, Meeesi, Meeesi, los pibes de Malvinas que jamás olvidaré y al Diego en el cielo lo podemos ver. Multitudes salen a las calles aprovechando un Mundial en verano, como si fuera el pase a la final. Pero también, o sobre todo, la Scaloneta toca una fibra íntima que la selección había perdido.
Países Bajos: la batalla de las Termópilas
Llega el duelo contra Países Bajos, la Batalla de las Termópilas en pantalones cortos. Los argentinos toman nota de las declaraciones previas: “Él es igual que nosotros, es humano. Seguro que es bueno pero le puedo atajar un penal”, dice el arquero Andries Noppert; “Messi es un jugador que puede decidir un partido en una acción individual. En la semifinal contra Argentina en el 2014 no tocó una pelota y perdimos en los penales. No participa mucho en el juego cuando el adversario tiene la posesión”, opina el técnico Louis Van Gaal. Los argentinos no ven palabras: ven fuego.
Nadie sabe cómo pero Messi encuentra un hueco entre tanto naranja: abracadabra, pase de magia, y asistencia para Nahuel Molina. Golazo. Hay algo personal con Van Gaal: penal para el propio Leo, que convierte el 2 a 0, alcanza a Gabriel Batistuta como máximo goleador argentino en los Mundiales y le hace el Topo Gigio al técnico neerlandés. En medio del festival de tarjetas amarillas del árbitro Antonio Mateu Lahoz, llega el descuento. Selección empieza con «s» de sufrimiento. Leandro Paredes apunta con la pelota al banco de suplentes rival y desata el caos: entran los europeos, fútbol en estado salvaje, primitivo.
Países Bajos empata con una genialidad táctica en el minuto 111. Ya en el complemento, Enzo juega con la inconsciencia de los grandes y remata al palo. Penales. En el área, el Dibu Martínez le ataja a Virgil Van Dijk y Steven Berghuis. En el centro, los neerlandeses le frenan el paso a Lautaro Martínez. Nicolás Otamendi protagoniza una de las grandes fotos del Mundial: otro Topo Gigio a la pasada, buen regreso a Ámsterdam.
El Dibu pasa por el banco de suplentes y le grita a Van Gaal, de 71 años, “I fuck you twice, I fuck you twice”. Wout Weghorst acaba de hacer dos goles pero se hace famoso porque mira a Messi: “Que mirá’ bobo, qué mirá’ bobo, andá, andá pa’ allá bobo, anda pa’ allá”. La maradonización de Messi está cumplida.
Messi elude al enmascarado croata
Ya en semifinales, Messi marca el 1-0 y supera a Bati. Julián es un potrillo que galopa desde Calchín hasta el área croata y sentencia el 2-0. En ¿su gran jugada de Qatar? –como si fuera posible elegir una-, Messi se recicla en Garrincha, con 35 años saca a pasear al enmascarado Josko Gvardiol, de 20, y asiste a Julián para el 3-0. Argentina finalista, el país en la calle, la utopía de un diciembre de festejos. Francia pone en caja a Marruecos.
Francia, una final de Marvel
La final es una que ni Marvel se animó a flashear. Messi y el 1 a 0. Setenta metros en un puñado de segundos: Messi, Alexis, Julián, Alexis y Di María para el 2 a 0. Fideo ingresa al club de grandes héroes, es consciente en tiempo real que acaba de hacer historia y llora, como millones, pero en medio del partido. Paseo total. ¿Dónde está Francia?
El que está es Mbappé: dos goles en 71 segundos. Tercer golpe tras el debut ante Arabia y la reacción neerlandesa, pero tercera recuperación de un equipo que es más que la suma de las partes. Messi y el 3 a 2. Faltan dos minutos y Mbappé, el villano de la película, vuelve a empatar: es el mito de Sísifo. Sobran tres minutos, ya en el 123, y el Dibu aparece para la eternidad, primero ante Randal Kolo Muani y, ya en los penales, contra Kingsley Coman.
¡Argentina, Argentina!
Gonzalo Montiel le regala al país una alegría eterna. Messi se pone la túnica qatarí, besa la Copa del Mundo y dice, enamorado como quien acaba de hacer la conquista de su vida, «Mirá lo que es, es hermosa».