La Argentina terminó la primera fase de la Copa América con soltura, del mismo modo al que llegó a este torneo, sin mochilas sobre los hombros. La victoria por 2-0 sobre Perú, que le aseguró el primer puesto del grupo, fue un viaje liviano. No es usual para estas competiciones. Pero la selección logró estar dentro de un clímax. Nada la perturba. Ni siquiera la ausencia de Lionel Messi o, incluso, la de su propio entrenador, Lionel Scaloni. El artefacto está tan bien armado que sobrelleva esas situaciones sin que haya sismos. Lo que persiste es un equipo. Ya está en los cuartos de final.

El vínculo entre Messi y Scaloni se construyó a partir de una idea. Y eso fue lo que fortaleció a la selección que ganó una Copa América y un Mundial, además de una final con Italia, entonces campeón de Europa. Scaloni aireó un ambiente intoxicado, abrió las ventanas argentinas después de Rusia 2018, y así fue cómo Messi se sumó con nuevos compañeros, a quienes conocía poco o no conocía. Un liderazgo ecológico, como describe Jorge Valdano el trabajo del entrenador.

Si el equipo puede sufrir menos la ausencia de Messi es porque su juego lo permite. Y porque las variantes pueden ejecutarlo. La selección cambia su morfología, una lógica que acompaña la diferencia de intérpretes, pero es la protagonista de sus partidos. Esa construcción colectiva, que es también lo que produce una identificación con los hinchas, se extiende también al cuerpo técnico, al staff que encabeza Scaloni, que desde sus primeras conferencias de prensa solía aclarar que si hablaba en plural era porque la tarea la llevaba adelante junto a sus compañeros.

En Miami, contra Perú, los jugadores vieron al costado del campo a Walter Samuel, un hombre al que públicamente se le conoce poco la voz. Era el Muro como futbolista y también el Mudo por su perfil bajo. Sin embargo, Samuel es siempre -no sólo en este partido- el que suele dar indicaciones en situaciones defensivas, el único además de Scaloni que sale del banco para hablarles a los jugadores. Pero en la intimidad todos tienen voz y voto. Pablo Aimar, por supuesto, también Roberto Ayala, Matías Manna y Martín Tocalli, el entrenador de arqueros. 

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La música del equipo en Miami, al menos durante el primer tiempo, la llevó Leandro Paredes. Es una historia que permite observar también algo de lo que sucede con este equipo. A Paredes le tocó salir en Qatar, mirar desde afuera, tener sus minutos, y sin embargo comenzó esta Copa América como el cinco de la selección. Sin Messi en la cancha, su pase en el medio tomó otra dimensión.

¿Y Lautaro? También tuvo que sostener su momento desde afuera con Julián Álvarez. Se recompuso de ese bajón. Hizo cuatro goles en tres partidos. Ni siquiera en tres. Porque dos de ellos no los jugó completos: había entrado desde el banco contra Canadá y Chile. Es el goleador. Anoche además generó el penal que luego erró Paredes. Scaloni y todo el cuerpo técnico lograron convencer a cada jugador no sólo de lo que tienen que hacer dentro de la cancha, también de lo que tienen que hacer afuera. De que hay que saber esperar.

La selección busca ahora no sólo las semifinales de la Copa América. También busca su futuro. Que haya tenido minutos Alejandro Garnacho es, sólo por eso, una buena noticia. Más allá de lo que pueda evaluarse sobre su participación, no es sencillo salir a la cancha así en una Copa América. A Garnacho todavía le falta y la Argentina necesita un wing como él. Hay que ir de a poco, como con Valentín Carboni, que entró en el segundo tiempo.

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Si ahí está el futuro, todavía el presente es Ángel Di María, que ayer jugó por el otro lado, desde la derecha, con la cinta de capitán. Sin Messi, Di María también puede ser conductor. Hace mucho y muy bien ese trabajo. Parte desde su costado y se internaliza, ocupa ese lugar central como si fuera un 10. Puede probar al arco o repartir juego. Su segundo tiempo generó la pregunta acerca de su vitalidad: su última Copa América, su última función con la selección, lo encuentra en un momento de sabiduría espléndida.

Lo que dejó la noche de Miami no es sólo la clasificación, es la persistencia de que existe una construcción colectiva. En la cancha y en los que están en el banco de suplentes. Queda, además, otra valla invicta, la de Dibu Martínez. La Argentina no recibió goles todavía. Es un tránsito amable por Estados Unidos. Este equipo se sobrepone a las ausencias porque lo que vale es la idea, el convencimiento de lo que se busca. Es cierto que en las tribunas les hubiera gustado tener a Messi en la cancha. No estuvo, pero estuvo la selección argentina.