Hace más de dos décadas, la gran pianista Hilda Herrera fundaba el proyecto Creadores e Intérpretes de la Música Argentina en Piano (CIMAP). El objetivo era formar a creadores e intérpretes de la música argentina en ese instrumento. Hoy, ese grupo incluye en sus actividades un concierto en el Centro Cultural Borges el primer sábado de cada mes.
La gran pianista y compositora dialogó con Tiempo Argentino.
Hilda Herrera y el piano
-¿Cómo nació el proyecto CIMAP?
-En 1995 yo estaba trabajando en el Centro Cultural San Martín para el Gobierno de la Ciudad. El proyecto partió de un pedido de Augusto Rattenbach, que dirigía el Conservatorio Manuel de Falla me pidió que le diera unas clases a los pianistas que no sabían tocar una zamba o una chacarera porque el conservatorio no enseñaba nada de eso.
Yo quise que el Conservatorio le diera un lugar importante a nuestra música, pero me hicieron mucha guerra. Cuando comencé con las clases de piano, empezó a sumarse mucha gente que se acercaba aunque no eran pianistas y resultaba muy difícil trabajar así. Además, yo quería dedicarme exclusivamente al piano en sí, sin canto y sin otros instrumentos. En el Manuel de Falla el programa se llamaba Recreadores e Intérpretes de la Música Argentina en Piano (RIMAP).
–Pero luego pasó a la órbita de Nación, ¿no es así?
-Sí. Cuando pasé a Nación mi objetivo fue darles clases solo a personas con formación pianística que se formaban en conservatorios o en donde fuere, para que aprendieran a tocar una zamba o una chacarera y darle una importancia a nuestra música que hasta el momento nunca se le había dado. Y cuando digo “nuestra música” también incluyo al tango, porque para mí nuestra música es una sola y depende de cada región.
La música ciudadana es una cosa y la música criolla es otra pero son las dos igualmente argentinas. Las clases eran más personalizadas porque no quería tener grupos de más de 14 personas. Me interesaba, además, que se escribiera bien porque las partituras que había hasta el momento eran sumamente limitadas. Esas partituras eran apenas unos palotes.
El proyecto lleva ya 22 años y tres de los pianistas que comenzaron conmigo desde el principio hoy son también profesores porque yo sola ya no podía con todo. Ellos están dando clases conmigo por lo que en este momento somos cuatro los que estamos en esa función. De ese grupo, además, salieron muchos pianistas que están haciendo carrera y tiene sus propios proyectos.
-¿Cuáles son las condiciones que un pianista tiene que tener para poder entrar al grupo?
-No solamente leer, sino también saber componer, arreglar y saber escribir y lograr un nivel artístico que esté a la altura de cualquier música clásica en cuanto a la dificultad técnica, pero que suene a folklore argentino y no a una cosa híbrida que no se sabe bien lo que es, lo que es bastante frecuente.
Para mí es muy importante el ritmo de cada música regional. Es distinta la tonada que el carnavalito, la zamba o la chacarera. Pero todo se pone en una misma tabla rasa, se toca todo igual, no se hace diferencia entre la guitarra norteña con la guitarra sureña, aunque son muy diferentes.
Son cosas muy sutiles, pero no es necesario saber mucho para darse cuenta de que las grandes músicas nacionalistas de todo el mundo están basadas en la música folklórica de cada región.
Si Chopin y Schubert no hubieran tomado las mazurcas o las danzas populares de ninguna manera esa música se hubiera convertido en lo que se convirtió. Hay mucho por hacer en el piano.
Con el tango lo hizo para mí Horacio Salgán, el más grande de todos. Siempre pensé que respecto del folklore hay una deuda muy grande para los pianistas porque el folklore siempre estuvo ligado a la guitarra y al canto pero no al piano solo. Los Ábalos fueron los primeros en introducir el piano, pero era un piano concertante, pero no un piano solo.
Era un grupo con piano. Mi idea siempre fue darle protagonismo al piano como lo hicieron los grandes del jazz como Oscar Peterson y Art Tatum. El piano tampoco era un instrumento propio del jazz, pero el trabajo que hicieron con ese instrumento fue muy importante.
-En el folklore se sumó mucha gente joven como lo prueba el grupo que formaste.
-Sí, este tipo de movimiento prendió en muchos jóvenes que percibían la estigmatización del folklore argentino como una música aburrida antigua, perimida que necesitaba el canto. De Gardel se dice que cada día canta mejor, pero nadie habla del compositor Gardel que ha hecho maravillas que nunca se tienen en cuenta, cuando hizo una música absolutamente argentina sin ser tango de manera exclusiva.
Ahora, pianistas que formaron parte del CIMAP como Andrés Pilar o Matías Martino están diseminados por el país. Hay gente que está trabajando en Entre Ríos, en La Pampa, en Jujuy. Fueron alumnos míos que creyeron en la música folklórica en el piano solo y trabajaron con un nivel con el que nunca se había trabajado.
Trabajamos durante 20 años en el viejo edificio de la Biblioteca Nacional de San Telmo y desde hace dos años pasamos al Borges, donde nos presentamos el primer domingo de cada mes
Allí mostramos el trabajo que van haciendo, sus arreglos propios, sus creaciones, su recuperación de músicas olvidadas o perdidas. Tratamos de cubrir todos los géneros del país y de no hacer siempre lo mismo. Antes viajábamos para dar asistencia técnica en las provincias, lo que luego se cortó como sucede habitualmente con los proyectos culturales. Seguimos adelante trabajando y ofreciendo estos conciertos una vez al mes.
Este domingo 7 de julio habrá un nuevo concierto de Argentina desde el piano, en la Sala Piazzolla del Centro Cultural Borges, Viamonte 525, CABA.