Es actor, músico y escritor. Antonio Birabent hace de todo. Es hijo de Moris, quien es considerado uno de los creadores del rock cantado en castellano. Vivió su infancia y adolescencia en España y siempre fue inquieto. “Si hago una sola cosa siento que estoy atrapado. No puedo aburrirme”, admite. Fue conductor de programas de televisión y radio, periodista en El Cronista y Clarín, y escribió un libro: Tres (2021, Editorial Malisia), que reúne reflexiones sobre su padre y su pequeño hijo.
Fue parte de la última época dorada de la ficción en televisión en los ’90, con personajes en tiras como Verdad-consecuencia, Poliladron, Locas de amor, El tiempo no para, Graduados y Viudas e hijos del rock and roll, entre otras.

Tiene más de 25 álbumes y algunas colaboraciones con nombres ilustres como Gustavo Cerati y León Gieco. Por estos días, mientras hace recitales festejando sus 30 años de carrera musical, participa del elenco de Amor animal, la nueva serie de Sebastián Ortega que se estrenará en algunos meses por Prime Video.
-¿Fue inevitable que la música sea parte de tu vida?
-No, para nada. Obvio que en mi familia era algo muy presente y la figura de mi padre fue y es importante, de hecho comencé con él a tocar. Pero nunca me vi forzado, lo hice porque quise. Podría haber ido por otro lado. Cuando volví a la Argentina, estudié Ciencias Políticas durante dos años, y luego hice un montón de cosas que mi padre no hacía. No ha actuado, no ha escrito libros, no condujo. En realidad, la música es muy importante en mi vida, pero por elección propia.

-¿Como actuar?
-Exacto. Me gusta y no quiero dejar de hacerlo. Es una faceta mía que es igual de importante que las demás. No hago diferencias, me dejo llevar por la energía del momento, por las ganas.
-¿Crees en el azar?
-Sí, mis primeros pasos en la actuación tienen que ver con la suerte. Creo en el deseo y en la voluntad de animarse a hacer cosas. El azar está ahí y si uno lo aprovecha las cosas fluyen. La vida es como un juego sin reglas.
-¿Cuál era tu divertimento favorito de niño?
-Me la pasaba jugando al fútbol. Entre cuatro y seis horas por día estaba pateando la pelota. Desde que tengo memoria, hasta los 14 o 15 años no hacía otra cosa.

-¿Y las inquietudes artísticas?
-Recién me aparecieron cuando era un adolescente y fueron surgiendo de a poco. Comencé a escuchar más música, a ir al cine y a leer bastante. Así fueron afianzándose.
-¿Te inquieta el paso del tiempo?
-No. Me llevo bien con el paso del tiempo. Me gusta cumplir años. Es algo que no me preocupa. Siento que viví muchas más cosas que la mayoría de la gente que me rodea y tengo una vida llena de actividades. En algún momento le daremos pie a los que vienen, es así. Me gusta haber vivido una época distinta a esta. Una vida distinta que no fue hace mucho. Hace 20 o 30 años no había celulares o redes. Haber vivido eso me gusta, vivir el presente me apasiona, no me seduce tanto lo que está por venir.

-¿Cuándo empezaste a apreciar la obra tu padre?
-De bastante grande. Yo trabajé con él, toqué en su banda y todo. Conocía sus canciones, pero comencé a darle su valor real no fue hace mucho. Cuando empecé a interpretar algunas letras o escuchar con oído afilado lo que habían representado, lo que había hecho, me di cuenta que nunca les había prestado real atención.
-¿Tenés un papel o una canción favorita?
-Me ha gustado todo lo que hice. Me gusta actuar, eso de contar un cuento. Me gusta estar en contacto con las palabras, armarlas, desarmarlas. Escribir, pensar, ya sea un texto o una canción. Me gusta mucho grabar, el momento del estudio es hermoso. Pero también tocar en vivo sigue siendo algo único.

-¿Cuál es tu lugar favorito en el mundo?
-La Argentina, obvio. Quizás porque viví mucho tiempo alejado, pero decididamente es el lugar que amo. También me gusta ir a Uruguay.