Cuernitos. Índices y meñiques endemoniados bien arriba. La mano cornuta reina en el Teatro de Flores. En la noche del jueves pasado por agua el boliche luce un lleno ejemplar. Curtidos metaleros de estricto paladar y etiqueta negra hacen cuernitos. Chupines sudados en mil batallas, chalecos repletos de parches y las cabezas cansadas de zarandear. Elevan sus manos endiabladas antes de que Anthrax salga al ruedo. En la previa, un clásico, suena “El número de la Bestia” de Maiden. El averno thashero va a estar encantador. Hagan cuernitos.
Nueva visita de la banda a estas pampas del diablo y van… La primera, épica en Obras, allá lejos en 1993, en los tiempos duros del menemato, cuando presentaron su disco Sound of the White Noise con John Bush debutando como vocalista en reemplazo del histórico Joy Belladona, hoy de regreso en la banda. Luego pasaron varias bacanales más. Con 40 años de historia y once discos sobre el pesado lomo, los neoyorquinos, miembros honorarios del Big Four del thrash metal, siguen vivitos y girando.
La epidemia de Anthrax arrasa Buenos Aires
Si con Slayer llueve sangre. Si Megadeth agita sinfonías de la destrucción. Si Metallica te lacera a latigazos existenciales. Anthrax se suma a los cuatro grandes del buen thrash con una patada voladora antidepresiva. Sus canciones pegan como droga dura en el sistema nervioso desde el puntapié inicial del show.
Loco anda desde el arranque el pelado Scott Ian, guitarra rítmica y padre fundador de la tropa, escupiendo motherfuckers a los cuatro vientos. Agita su larga chiva, también la mano derecha posesa sobre su brillosa Jackson X. Al toque explotan los primeros acordes de “Among The Living”. El campo se prende fuego bañado con napalm.
Con “Caught in a Mosh” y «Madhouse”, perlas negras de sus obras cumbres, te das cuenta de que estás en un manicomio. Batallas cuerpo a cuerpo repletas de codazos, mosh y pogo fratricida. ¡Ojo con ese mastodonte de la remera de Suicidal Tendencies que viene de frente! Golpe duro y parejo. Sobrevivimos.
Castiga el doble bombo Charlie Benante sin piedad. Belladonna hace más cuernitos, sus agudos están intactos y regala chistes a diestra y siniestra. Danny Lilker, el bajista original de la banda que remplaza a su reemplazante Frank Bello durante la gira, brilla con luz negra propia. Jon Donais en la otra guitara completa a los cinco del patíbulo.
¡No hay respiro, viejo! Llegan “Metal Thrashing Mad”, “Antisocial” y “I Am The Law”. Descenso al séptimo círculo del infierno. Giramos en trance, contra las agujas del reloj, mientras los riffs de Scott Ian te liquidan. Los clásicos no paran de caer, sólo interrumpidos por el aliento de la hinchada. “Medusa” y “Got the Time” nos dejan listos para el golpe de nocaut.
Entonces llega “Indians”, sabemos que es el final de fiesta y nos la vamos a pegar. “Llora por los indios / Muere por los indios / Llora, llora, llora por los indios”, arenga Belladonna la danza de la guerra. Así nos vamos. Bailando thrash como motherfuckers.