María Teresa Andruetto es ese tipo de escritora que siempre sorprende porque, si bien siempre se reconoce su escritura, siempre es distinta tanto en los géneros que aborda, en la edad de sus los destinatarios y en su maleable adaptación al espíritu de cada texto. “Como si fuesen fábulas” (Random House) es un ejemplo privilegiado de la identidad de su escritura y, al mismo tiempo, de su ductilidad para narrar hechos disímiles.

Esta vez, Andruetto sorprende con un libro de textos breves que, sin embargo, son inmensos tanto por lo que abordan como por la forma en que lo hacen o, quizá, sería más correcto decir que la forma en que lo hace es lo que vuelve enorme lo que narra.  Le bastan a Adruetto unas breves líneas para darles a cada uno de los temas tratados una gran trascendencia, más  allá de que es un libro cargado de datos interesantes.  

Como acápite de Como si fuese fábulas la escritora colocó un frase se Rita Baldassarri que dice “Aquí se cuentan los dolores de los otros como si fuesen fábulas”.  Y, en efecto, en su libro Andruetto cuenta dolores que a veces pasan a formar parte de nuestra historia de una manera tan visceral que cuesta objetivarlos, ponerlos en palabras.

Los textos recorren un amplio marco temático que va desde los nombres de los soldados mapuche que participaron de la Guerra de Malvinas hasta la vida de una escritora como Sara Gallardo.

Sin bien Como si fuesen fábulas se lee de un tirón merced a la pluma de Andruetto, es también uno de esos libros que no se agota en una primera lectura, una suerte de casa hospitalaria a la que volver de vez en cuando, tal vez para releer uno o varios de sus textos como una suerte de pausa en nuestro día para sustraernos de la vorágine de la vida y tener un encuentro gratificante con textos que nos revelarán nuevas cosas con cada lectura.

María Teresa Andruetto y un libro que nos devuelve el placer primordial de la narración

Andruetto, decir mucho con pocas palabras

El texto que abre el libro de Andruetto se llama “Soldado” y, como se dijo más arriba, está referido  a los soldados mapuche que participaron de la Guerra de Malvinas. Este texto, no sólo conmueve, sino que, además, es toda una lección de escritura.

Es probable que la mayoría de la población argentina sepa que muchos de los soldados que participaron del conflicto bélico de Malvinas provenían del pueblo mapuche. Pero la información es un registro de la realidad que no siempre alcanza las capas subyacentes del conocimiento que hace que esa información se transforme en sentimiento, en emoción.

Y aquí Andruetto echa mano de un recurso tan eficaz que seguramente ningún lector dejará de sentirse interpelado: la lista de apellidos de esos soldados. Las listas guardan en su aparente sencillez muchas historias escondidas, Georges Perec las convirtió en verdaderos objetos literarios.

Pero Andruetto recurre a una lista de nombres que, a su vez, recuerda a otra lista: la lista escolar a la que, por lo menos en el pasado, debía responderse “presente”.

María Teresa Andruetto y un libro que nos devuelve el placer primordial de la narración
Foto: Ministerio de Cultura

Se trataba de una simple lista de asistencia que en el relato de Andruetto parece instarnos a responder con un presente, con el presente de la infancia y con el presente de la vida adulta con que se responde ante una lista de desaparecidos por la dictadura militar que culminó, precisamente, con la derrota en la Guerra de Malvinas.

“Catrihual, Catrilaf, Capuyán…”, enumera Andruetto durante media página como si estuviera pasando lista en el colegio y luego aclara: “No se trata de una intervención poética ni de un mensaje encriptado. Son apellidos de soldados Mapuche que pelearon en la guerra de Malvinas”.  Los apellidos son la introducción para hacerse diversas preguntas  y aseverar que el corrimiento o aniquilación de los pueblos originarios fue la condición necesaria para quedarse con sus tierras.

“Es que un genocidio exitoso –reflexiona Andruetto luego de preguntarse qué es la patria, quiénes son sus dueños, quién es patriota y quién es forastero- logra borrar sus huellas, obliga a las víctimas a callarse”. En 2017, muchos de los miembros de las fuerzas que reprimieron a la comunidad mapuche llevaban su propia sangre. Menciona también el caso de un descendiente de yaganes que, cuando era chico, escuchaba en la escuela de su comunidad en pasado, aunque él, que pertenecía esa comunidad, vivía en el presente.

Hay muchas formas de violencia y el silencio sobre nuestra historia es una de ellas.

Por eso Andruetto repite al final de su relato la lista de apellidos del principio. La repetición de la lista ahorra muchas palabras sobre el tema de la identidad de los pueblos y lo hace de la manera más eficaz.

María Teresa Andruetto y un libro que nos devuelve el placer primordial de la narración
Foto: Archivo/Télam

Muchas de las fábulas de Andruetto sorprenden por su erudición que no es exposición gratuita, sino sustancial.  En “El basurero de Dios”, por ejemplo, habla de un tema absolutamente actual como el de la basura. Es así que comienza hablando de Leonia, una de las ciudades imaginadas por Ítalo Calvino en Las ciudades invisibles. Se trata de una ciudad que se rehace todos los días.

Sus habitantes estrenan cada día sábanas y jabones nuevos, viven en un perpetuo estreno que obliga a descartar lo usado y que, por tal razón,  produce un exceso de basura, un problema absolutamente actual.

Este breve texto hace un giro para terminar hablando de Mauricio Silva, barrendero que reclamó los derechos que le correspondían a él y a sus compañeros de oficio, luego misionero salesiano en El Impenetrable que fue desaparecido por la dictadura y en cuyo homenaje se instituyó el 14 de junio el Día del barrendero aún no oficializado.

El último cuento de Rodolfo  Walsh, Juan se  iba por el río, que fue parte del botín de guerra del grupo de tareas que allanó su casa, la vida de Albert Camus, algunos cronistas de Indias, el último tren a Zapala son algunas de las historias heterogéneas que integran este singular libro de Andruetto.

Como si fuesen fábulas es en sí mismo un llamado a la rebeldía, por empezar, la rebeldía de no leer sus textos en el orden que fueron editados, sino en función de la promesa que encierran los títulos. Esa rebeldía es también una forma de juego que está relacionado con la tarea creativa del lector: armar su propio libro a partir de palabras ajenas.

Con estos relatos que pueden leerse una y otra vez, Andruetto nos devuelve al placer primordial de la narración: el que proporcionaba junto al fuego el narrador de la tribu y el de la voz familiar que nos decía antes de dormirnos “Había una vez…”