“Que la voz narrativa sea la de la hija de uno de los obreros que construyen los paraísos turísticos de sol y playa era un elemento político del que yo no era consciente”. A lo que agregó “para mí también es político reivindicar mi propia voz, la voz de una persona de un barrio de Canarias. Creo que es hora de dejar todas esas ideas clasistas que dicen que la gente del ambiente rural de Canarias y del ambiente rural en general no tiene nada que aportar a la cultura”, dice la joven escritora Andrea Abreu en una presentación .
¿Pero quién era Andrea Abreu antes de ser Andrea Abreu, la autora de Panza de burro, su primera novela que, apenas publicada, se convirtió en un suceso editorial?
Nacida en Icod de los Vinos, un pueblo en el que siempre está nublado, en el norte deTenerife, en 1995, era una chica con inquietudes periodísticas y literarias. Fue así que al cumplir los 18 años comenzó a estudiar periodismo en la Universidad de la Laguna. Luego de varias mudanzas, la chica nacida en Canarias se estableció en Madrid en 2017, donde se dedicó a cursar el Master en Periodismo y Nuevas Tendencias en la Universidad Rey Juan Carlos. Para sostenerse en ese período de estudios fue becaria, camarera y empleada en una casa de lencería de reconocida marca.
Como periodista escribió en distintos medios tanto en soporte papel como digital, participó de diversas antologías y eventos literarios y hoy coordina el Festival de poesía de Alcalá de Henares. En 2019 ganó el accésit del XXXI Premio Ana María Matute de narrativa de mujeres hasta que la editora Sabina Urraca publicó su primera novela, Panza de burro, a través de editorial Barrett, y la vida de Andrea cambió de manera definitiva: se convirtió en una escritora famosa.
Su fama, ganada por su talento literario, tuvo, además, un incentivo paralelo: su juventud, el hecho de haber nacido en Canarias (las islas, dirá, siempre tienen algo exótico) y la de hacer resonar en su novela la oralidad del lugar en que creció. Este hecho hizo decir a muchos que Andrea escribió su novela tal como se habla, cosa que, por supuesto, no es cierta, porque la escritura tiene sus propias reglas. Lo que sí es cierto es que su escritura evoca la oralidad de su lugar de origen y que, como ella misma lo dijo, esa elección, consciente o inconsciente, es una elección política. Por eso, más allá de la historia dos amigas inseparables desde la infancia que comparten su vida cotidiana y su despertar sexual, Panza de burro es una prueba de que lo político no se juega solo en las casas de gobierno ni en los parlamentos, sino que es algo que nos atraviesa a todos en los hechos más mínimos de nuestra vida cotidiana.
-¿Puede hablarse de una literatura canaria con ciertas características en común y, en ese caso, cuáles serían?
-Por supuesto que hay una literatura canaria, y una historia de la literatura canaria, pero es como si yo te preguntara cuáles son las características de la literatura argentina. No hay una especie de línea que una a todas las personas que escriben desde Canarias; aunque sí hay temáticas y estilos muy parecidos que se repiten, y que tienen que ver con el hecho de compartir una genealogía muy relacionada con la literatura latinoamericana. Pero no hay características firmes y propias que se repitan, sí tendencias. Dentro de la literatura canaria existe este fuerte simulacro de oralidad, que también es propio de Latinoamérica, a través de autores como Víctor Ramírez, uno de mis grandes referentes, o Ángel Sánchez. Pero ocurrió lo mismo que en otras literaturas, que hay muchas vertientes e interpretaciones.
-¿Cómo surgió esta novela?
-La novela empezó siendo algo completamente diferente. Partió de la imagen inicial del libro en la que la mejor amiga de la protagonista vomita; y, en vez de un fragmento de novela, era un poema. Yo empecé escribiendo la novela con un título que era Mejores amigas, y estaba planteado como un libro de poesía narrativa. En el que aparecían escenas entre dos amigas, que no tenían tan claro los límites entre lo sexual, lo romántico y la misma amistad. Y poco a poco me fui dando cuenta de que el contendor de la poesía se me hacía un poco pequeño, y decidí saltar a la novela.
-¿Y cómo fue ese salto?
– Probé escribiendo unas 15 o 20 páginas, que fue lo primero que me salió. Luego lo dejé aparcado, me regalaron un curso con Sabina Urraca (taller literario) y ahí me empecé a plantear nuevas ideas para la novela. Sobre todo en el intercambio con otras compañeras. Y al final del curso Sabina me propuso sacar la novela a través de Barrett. Ahí sí me planteé seriamente qué abordaje lingüístico formal quería hacer de la novela, y salió Panza de burro.
–Panza de burro se le llama al cielo de nubes bajas y nublado que es propio de una parte de las islas. ¿De qué modo crees que ese paisaje influye en la escritura, particularmente en la tuya?
-Creo que el hecho de haber vivido en un lugar surcado por la panza de burro fue determinante en el hecho de que me dedique a la escritura. Porque pienso que esa presencia perpetua de nubes grises provoca en las personas de mi entorno, incluso en mí, una fuerte tendencia a la autorreflexión, al autoescrutinio, y una tendencia también a tener un mundo interior amplio y, muchas veces, melancólico. Incluso muchas veces triste y deprimente. No es que esté especialmente contenta de tener una tendencia a la tristeza, que la reconozco, pero es cierto que me llevó a ser muy autoreflexiva y a tener un mundo interior amplio, que llevo desarrollando desde muy pequeña. Y eso me ha permitido también tener una mirada más narrativa, más ficcional si se puede entender de esa manera, de la realidad. Que, por otro lado. eso no me impide dedicarme al periodismo. Pero una tiende, cuando vive en un sitio muy nublado, a crearse muchas historias para poder sobrevivir a la tendencia de la ausencia del sol, y creo que, en cierta medida, eso me ha ayudado a escribir.
-Vos mencionas en Panza de Burro las fiestas populares. ¿Cuáles son y qué arraigo tienen?
-Voy a hablar principalmente de las fiestas de barrio que hay en Canarias. En mi barrio lo que yo más viví de pequeña fue toda esa cultura de las comisiones de fiestas, que eran grupos de personas que voluntariamente se presentan a encargarse de la gestión económica y de la programación de las fiestas del barrio. Y durante varios meses caminan por el barrio recolectando dinero de los vecinos para pagar a las personas que quieren invitar, pagar los trajes de la virgen, pagar al cura, pagar los festejos. Básicamente para gestionar la organización de una fiesta de barrio. La que más me interesaba a mí era la Escala en Hifi, una especie de concurso de baile, en el que que hacíamos playback, que ni siquiera era un concurso, era una especie de demostración de baile, en que bailábamos como si te dijera Shakira, y nos pegábamos dos o tres meses ensayando. Y el día de la demostración era como el día más especial de mi vida.
-Se ha hablado mucho de la oralidad de tu libro, como si esta consistiera solo en traspasar el habla de todos los días a la escritura y, en realidad, me parece, esa oralidad es literaria, se construye. ¿Qué pensás al respecto?
-Creo que lo que una hace en la escritura con la oralidad es una especie de simulacro del habla. Lo que una genera a través de la escritura es una representación de obrita de teatro de lo que se supone que sería hablar. Pero las cosas que los personajes dicen no son lo mismas cosas que escribo de manera literal porque son tan increíbles, que son como parte de la ficción que vida real, que muchas veces, es más sorprendente que la ficción misma, como dice Leila Guerriero. Este debate se generó del otro lado del Atlántico, en Canarias, porque no está tan integrada la cuestión de ese simulacro. En Latinoamérica, en cambio, hay bastante avance en ese sentido: Selva Almada, Fernanda Melchor, Gabriela Infante en Cuba. Pienso que la cuestión del uso de la oralidad o simulacro es una herramienta más que se puede ampliar dentro de la escritura. No creo que haya que generar un debate en torno a eso. Lo que realmente interesa en la escritura es pensar los límites del lenguaje. Experimentar, y eso es lo divertido de escribir y de leer, pienso yo.
-¿Qué significa vivir en una isla respecto de la gente que vive en un continente? Me refiero a la visibilidad política y cultural.
-Más allá de ser una isla siempre surcada por una suerte de exotización que viven también otras personas que hacen su vida en una isla, y todo ese componente histórico cultural que relaciona a las islas con el mito, con la fantasía, con la magia, lo que ocurre en Canarias es que vivimos una fuerte invisibilización política y cultural, probablemente por el origen histórico colonial que nos ha hecho estar siempre por debajo de las prioridades de la metrópoli. Políticamente me he dedicado en los últimos años a reapropiarme de lo que soy y de dónde vengo, y generar lo mejor desde el uso de lo que he aprendido a lo largo en mi vida, como sugiere el dicho, “si te dan limones, haz limonada”. Pese a la realidad histórico cultural que habla de que Canarias está olvidada por el continente, a nivel cultural, las personas estamos aquí y siempre seguimos creando y haciendo cosas, pese a la realidad que nos circunda. Y eso también es muy valiente.
–Cómo fue convertirte de la noche a la mañana en una mujer joven famosa? Entiendo que debe un tener un lado lindo y uno feo en la medida en que quizá te sientas presionada por la necesidad de responder a esa fama. ¿Cómo lo sentís?
– Lo que cambió en mi vida con Panza de burro, además del reconocimiento mundial, fue la sensación de tranquilidad económica. Yo nunca había vivido esa tranquilidad; nunca había sentido lo que era llegar con más de 10 euros en la cuenta a final del mes. Y eso lo agradezco muchísimo. Pero también es cierto que tengo que trabajar mucho mis estados mentales, y cuidarme mucho, porque nunca había estado tan expuesta. Si algo provoca la hiper exposición continua, es que todos tus fallos cognitivos, tus issues del pasado, se hiperbolizan, estás más expuesta, eres más vulnerable a todo ese dolor psicológico. En este momento me encuentro bien en el día a día, me encuentro bien económicamente. Pero, por otro lado, tengo un nivel de stress que tengo que manejar con mucho cuidado, porque puede afectarme negativamente. Y en ese trabajo estoy.