Es directora, guionista, productora y docente de cine. Estudió aquí y en Francia. Hace 20 años tuvo su ópera prima: Un año sin amor. El film obtuvo más de 15 premios internacionales y fue distribuido en Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania, Holanda, Tailandia y España, entre otros países. Luego vinieron cinco más, siendo la última Elena sabe, producida por Netflix.

En 2017, Anahí Berneri se transformó en la segunda mujer cineasta (la primera de habla hispana) en ganar la Concha de Plata a la mejor directora en la 65° edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián por su película Alanis, protagonizada por Sofía Gala Castiglione.

Por estos días dirige en el teatro: Lo que se pierde se tiene para siempre, con Gala Castiglione, Marita Ballesteros, Enrique Amido y Camila Marino Alfonsín -viernes a las 20 en Dumont 4040-.

-¿Qué diferencias encontrás entre dirigir en cine y teatro?

-En teatro es más cómodo romper con la convención y podés huir del realismo.

Alanis.

-¿Cómo sería eso?

-Son dos lenguajes distintos. En el teatro todo puede tomar una forma simbólica de una manera más entendible para el espectador. Un objeto de la escenografía puede representar otra cosa o en un mismo escenario armamos y desarmamos distintos espacios donde transcurre la historia. Podés jugar con muchas cosas. Para que te crean en cine tenés que ser realista.

-¿La mirada femenina es importante para vos en cualquiera de esas artes?

-Sí, claro, me importa indagar en el mundo de las mujeres. Pero no es mi único punto de profundización.  No creo en eso de que hay una mirada femenina: creo que hay múltiples miradas de las mujeres. -¿Cambió algo en estos años de carrera con respecto a eso?

-Cuando yo empecé no era tan común, pero hoy en día hay muchas más pibas que tienen algo para decir y hay más directoras que se animan. Yo siempre trabajé desde mi incomodidad con el patriarcado, desde chica. Por suerte hoy hay más voces que se alzan contra esto. Pero mi trabajo no intenta bajar línea. Simplemente siempre me centré más en los roles  de cada género o en los vínculos que quizás se dan con una mujer.

Anahí Berneri.

-¿Tenés algún toc en el trabajo?

-No. Nada especial. Lo único que no me puede faltar en este trabajo es el diálogo. Creo que una directora es alguien que tiene que timonear la nave ante los imprevistos y tratando de seguir un plan. Mi manera es hablando y armando equipos de actores y técnicos. La comunicación es la clave. Si nadie me discute lo que planteo, me agarra vértigo (risas).

-Necesitas que estén todos comprometidos.

-Exacto. Que todos los que son parte se sientan creativos y quieran aportar. Si nadie te devuelve nada, quedás ante una soledad que es difícil de remar.

-¿Qué fue lo más gracioso que te pasó en un set?

-Alguna vez elegí una locación en un espacio público, porque estaba de determinada manera. ¡Pedimos permiso y cuando fuimos a grabar habían pintado la pared y emprolijaron todo!  Queríamos humedad, vidrios retos, grietas… ¡Y ya no había nada de eso!  (risas). No filmábamos para una publicidad. ¡Queríamos todo real! (más risas). No fue mala voluntad, son cosas que pasan.

Lo que se pierde se tiene para siempre.
Foto: Prensa

-¿Cómo te sientan los imprevistos?

-Por este trabajo aprendí a mantener la calma y buscar soluciones. En todas  las cosas de la vida. Siempre puede pasar cualquier cosa. Incluso cortarse la luz en un hospital abandonado y que queden todos los extras encerrados en un ascensor.

-¿¿Eso te pasó?!

-¡Y no sabes cómo gritaban! Pero bueno, en esos casos hay que sacar el oficio y tratar de superar lo que toque y resolver. Aunque más de una vez te querés poner a llorar.

-¿Qué querías ser de chica?

-Yo decía que quería ser escritora y actriz. No estaba tan lejos. A los chicos de mi cuadra los hice participar a todos en un pesebre viviente y sin ninguna iglesia cerca (risas). Siempre me gusto el arte y decir algo.

Berneri platinada.
Foto: Pedro Pérez

-¿Por qué fuiste más por el cine?

-Mi viejo era cinéfilo, le gustaba mucho la ciencia ficción. Mi primer recuerdo es a mi papá leyéndome al oído los subtítulos de E.T.: eso me marcó.  Además, en casa había una súper 8 y nos filmamos todo el tiempo. Esa proximidad con una cámara también fue importante.

-¿Cómo recordás Un año sin amor, tu primer estreno?

-Era otra época, había una gran ebullición por el nuevo cine argentino. La película tenía un actor como Juan Minujín, y una temática gay, con escenas explícitas. Yo encima embarazada de mi segundo hijo… Fue algo hermoso. Es una película muy vigente y eso está bueno. A veces me la piden de festivales o de universidades. Eso es todo lo que puede querer una cineasta.

-¿Qué lugar de los que viajaste te marcó más?

-El cine me permitió conocer lugares increíbles. Entre mis recuerdos predilectos están los festivales. Como el de La Habana, Cuba, donde con mi primera película se armó un gran revuelo. Después recuerdo Sarajevo, donde me impactó su cultura y cómo recibieron con mucho interés mi trabajo. También recuerdo un viaje a Dubai y ese contraste de culturas. Y mi corazón está en San Sebastián, por supuesto. No solo por el cine, sino porque la comida vasca es increíble (risas). «

Ping pong con Anahí Berneri