Tras la reciente presentación en el Congreso Nacional del proyecto de Ley que busca bajar la punibilidad a los 13 años, Tiempo entrevistó a Ana Sicilia, licenciada en comunicación social de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y periodista. Es autora de “Libros tras las rejas” y lleva adelante el plan educativo “Libros en los pabellones”, que funciona desde hace más de siete años. Además, en los institutos de menores y cárceles que visita, inauguró una biblioteca en calidad de brindar un pequeño aporte para mitigar la problemática de la inseguridad.

El oficialismo finalmente presentó su propuesta legislativa en el Parlamento este lunes. De ser aprobada, se implementaría un nuevo Régimen Penal Juvenil en la sociedad. Desde el gobierno, afirman que los adolescentes «son los que cometen delitos graves y no pagan por ellos», a pesar de que todas las estadísticas indican lo contrario.

La periodista contó que decidió tomar ese camino y ser parte de la lucha porque siente que es la mejor manera de devolverle al Estado lo que recibió de la educación pública. Y señaló que, si bien durante los 40 años de democracia hubo gobiernos que realizaron gestiones inclusivas, ninguno buscó ir al meollo del asunto para que se produzca un cambio profundo y positivo en la sociedad.

– ¿Qué piensa sobre la propuesta del gobierno de bajar la edad de la punibilidad a los 13 años?

– Considero que sería un grave error. Me parece que la intención del gobierno actual de bajar la edad de la punibilidad a los 13 años es terrorífica. Porque si miramos hacia atrás en esta joven democracia que tenemos, podemos ver que tampoco se ha encarado el asunto con una voluntad política real de transitar y atravesar la problemática de la inseguridad que es estructural en la sociedad. Tampoco se vio un ánimo de querer brindar una solución concreta al respecto.

Esto no se soluciona con parches ni con políticas que ya sabemos que no nos llevan a ningún lado, porque solo generan más violencia. Cuando uno transita los institutos de menores y las cárceles se da cuenta que la desidia no es de ahora. Hubo otras gestiones progresistas que fueron mucho más inclusivas, pero es como que siempre falta un poco más, siento que nadie ha tomado la decisión de ir a fondo para producir un verdadero cambio. Pienso que nos debemos eso como sociedad.

– Según su mirada ¿cuál es el antídoto para que los chicos no lleguen al sistema penal?

– Ya sabemos que todas las personas no pensamos igual, pero soy de las que creen que la salida es colectiva. Entonces si la sociedad mira para otro lado se vuelve más difícil poder avanzar. Creo que todos nos tenemos que hacer parte, porque esto nos interpela a cada uno de los integrantes de esta comunidad.

Estoy convencida de que la salida es con mayor presencia del Estado, porque debería llegar a esos niños, niñas y adolescentes, a los barrios, antes de que los chicos y las chicas lleguen al sistema penal. Debemos indagar en ¿qué es lo que pasa en esas familias, en esos individuos, en esas infancias y adolescencias? Y seguramente nos encontremos con que están desprendida del tejido social.

Considero que hay muchas instituciones, eslabones fundamentales de esta sociedad, que no están funcionando como deberían funcionar. Para que nuestras infancias y adolescencias crezcan dentro del tejido social, abrazados y contenidos como corresponde.

– ¿Por qué dedica tanto tiempo de su vida al trabajo voluntario en las instituciones de encierro?

– Lo hago porque me parece fundamental, porque como dije antes, como sociedad tenemos que comprometernos todos. Mejor que decir es hacer. Una cosa es señalar a las demás personas que tiene que colaborar en el asunto y algo muy distinto es dar el primer paso haciendo lo que uno propone.

Pienso que es la mejor forma de devolverle al Estado lo que la universidad pública me dio. La formación que me permitió triunfar en la vida y ser feliz. Hace siete años que transito los contextos de encierro, lo hago en señal de agradecimiento, porque mis padres me enseñaron a ser agradecida en la vida.

Elegí recorrer las instituciones de encierro con un libro en la mano transmitiendo el mensaje constante de que la lectura es una herramienta de transformación personal y social; eso solo se expande caminando el territorio.

– ¿Qué piensa del tratamiento de los medios hegemónicos de comunicación sobre la problemática de la inseguridad?  

– Esto fue lo que hace muchos años me impulsó a tomar esta decisión de ver qué es lo que sucede en los contextos de encierro. Recuerdo que en 2008 los medios hegemónicos de comunicación nos bombardearon con la pantalla partida, de un lado era el campo y del otro la inseguridad.

Además, en ese tiempo, en una clase de la carrera de comunicación social de la Universidad Nacional de Quilmes, un profesor nos pidió que realicemos una actividad de reflexión sobre la problemática de la inseguridad y el tratamiento mediático sobre ella. Eso me marcó muchísimo y ahí me nació esto de la duda, del querer saber qué sucedía en los institutos de menores y las cárceles.

Después, empecé a trabajar en los medios de comunicación y me tocó presentar noticias sobre distintos delitos, asaltos, homicidios, entre otros. En esos momentos mi pregunta interna siempre fue ¿qué pasa con esas personas? Me llamó mucho la atención la reincidencia de los individuos en el delito, el por qué lo volvían cometer. No cito estadísticas porque no me gustan. Pero bueno, esto que cuento es lo que me motivó a recorrer los institutos de menores y las cárceles creando una biblioteca en cada lugar que visito.

Considero que el mal tratamiento de la inseguridad que hacen los medios hegemónicos de comunicación, de alguna manera generó esa inquietud en mí. Y hoy no solo veo lo que sucede en el encierro, sino también trato de aportar un grano de arena con los libros y la lectura. Siento que de esta forma abrazo a las personas detenidas con la educación y también que hago un aporte a la construcción de una sociedad con menos violencia.