Experiencias educativas y vivenciales para una pedagogía de la memoria. Eso ofrece a sus visitantes, y hacerlo es su misión declarada, el museo Casa de Ana Frank, en la ciudad de Amsterdam, que alberga el escondite donde la niña judía escribió su célebre diario y pasó más de dos años escondida de los nazis, antes de ser deportada y morir en un campo de concentración.
Allí, paradójicamente, donde la Memoria se reivindica y se enseña, estuvo hoy el presidente argentino, que en su país no participó de ningún acto oficial por el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia en rigor, ese mismo viernes partió a Holanda, dos días antes de que comenzara su visita oficial y cuyo gobierno alienta, a partir del discurso de varios de sus funcionarios, un peligroso negacionismo respecto del alcance de los crímenes de la última dictadura cívico-militar.
A pesar del escrache en la Plaza Dam, Mauricio Macri y su esposa Juliana Awada disfrutaron de la compañía de la reina Máxima y juntos visitaron el museo, donde los recibieron el director general de la Casa de Ana Frank, R. K. Leopold, y la teniente de alcalde de Amsterdam, K. H. Ollongren. «Gracias por trabajar por un mundo mejor», fueron las palabras de agradecimiento del presidente antes de arrancar la visita guiada.
Macri, quien tras ocho años como jefe de Gobierno porteño recién se decidió a visitar el predio de la ex ESMA ya presidente en febrero de 2016, se mostró conmovido en la Casa de Ana Frank, que reproduce la atmósfera de la época y permite revivir la tragedia del Holocausto en el lugar de los hechos. Junto a él estaba la hija de Jorge Zorreguieta, el fallecido secretario de Agricultura del gobierno de facto del general Videla, que por expresa prohibición del Parlamento holandés no pudo asistir a la boda de Máxima con el hoy rey Guillermo.
A continuación, se firmaron dos acuerdos de cooperación entre la Casa de Ana Frank y el Ministerio de Educación, por un lado, y la Secretaría de Derechos Humanos, por el otro. El ministro Esteban Bullrich señaló la importancia de promover el legado de Ana Frank. Dijo: Sus sueños quedaron truncos en un mundo que promovía la intolerancia. Ahora la intolerancia está volviendo, se construyen muros con la intención de separarnos, y el presidente Macri es muy claro en esto de unirnos entre los argentinos y también a los países del mundo para construir juntos un mejor futuro para los jóvenes».
En realidad, el compromiso de muchos funcionarios del PRO con el legado de la joven víctima de la Shoá es más bien difuso. La institución holandesa colabora desde hace más de un lustro con el Centro Ana Frank Argentina, inaugurado en 2009 en el barrio de Coghlan, que fomenta la educación de los jóvenes en la lucha contra todo tipo de violencia y rescata el ejemplo de Ana como fuente de inspiración para reflexionar sobre los peligros del racismo y la discriminación.
Ya en 2010, el Ministerio de Cultura porteño había declarado no interesante un proyecto cultural elaborado por el Centro Ana Frank destinado a difundir la historia del Holocausto y los casos actuales de violaciones de los derechos humanos, presentado para el rubro artes visuales y en el marco de la Ley de Mecenazgo, por la cual las iniciativas aprobadas reciben financiación de empresas que pagan así parte de sus impuestos. La propuesta rechazada consistía en una serie de cortos cuya temática era la integración de personas con discapacidades.
Aquella vez, las autoridades del Centro Ana Frank manifestaron su enorme preocupación por la resolución ministerial, y en una nota dirigida a Macri y a su entonces ministro de Cultura, Hernán Lombardi, el director de la institución, Héctor Shalom presente esta mañana en las actividades en Amsterdam, se preguntaba: ¿Habrán rechazado los proyectos del Centro Ana Frank por motivos ideológicos? El año anterior ya le habían rechazado otro proyecto que ni siquiera llegó a ser evaluado por trabas burocráticas. Ahora resulta que el Centro Ana Frank, que recibe a más de 400 alumnos y docentes por semana, que es el museo más visitado por adolescentes de la ciudad, no es de interés cultural, decía entonces Shalom.
Poco antes, la gestión de Mariano Nadorowski al frente del Ministerio de Educación de la Ciudad había celebrado un acuerdo con el Centro para distribuir gratuitamente en las escuelas 29.000 ejemplares del Diario de Ana Frank para alumnos de primer año. Pero ese mismo año, 2010, en medio de los festejos por el Bicentenario de la Revolución de Mayo y tras la decisión de la cartera educativa porteña ya con Esteban Bullrich a la cabeza de no publicar algunos títulos por su enfoque gramsciano, el recorte del programa Leer para Crecer 3×1 (que preveía entregar tres libros de literatura universal por alumno durante toda su trayectoria escolar) a su versión 2×1 casi deja al célebre Diario fuera del listado.
Otro funcionario que no se privó de opinar sobre Ana Frank fue el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, quien destacó la «contemporaneidad» de su mensaje. «En el mundo se están escuchando voces que alientan posiciones extremas que tienen que ver con la intolerancia, la xenofobia y la discriminación, y Argentina se pone al frente de la lucha por el encuentro, el diálogo, la integración, y la defensa absoluta de los derechos humanos y la memoria», destacó Avruj, quien antes de partir hacia Holanda volvió a relativizar el número de desaparecidos. Algo que nadie, y mucho menos un funcionario, podría hacer en muchos países de Europa, donde las leyes prevén penas de prisión para quienes niegan, menosprecian o tratan de justificar el genocidio nazi.