José Torres Gil le dio a la Argentina una medalla de oro en París 2024 que no estaba en los planes. Al menos no era el BMX Freestyle lo que se veía en el presupuesto de victorias olímpicas, en el que siempre mandan las disciplinas colectivas aunque no pareciera ser el caso en esta ocasión. Para el Maligno era distinto. Antes de la final, después de haber regulado en la clasificación, sabía que estaba al mismo nivel de sus rivales más duros, a los que con sus trucos mandó al segundo y tercer lugar del podio. El primer lugar se lo quedó el bicivolador que entrega un apodo inolvidable para el deporte argentino.
El oro del BMX Freestyle en París 2024 vuelve a mostrar cómo siempre la Argentina está lista para competir. Maligno ya lo había avisado: medalla dorada en los Panamericanos Santiago 2023 y también en los últimos X Games. A sus primeros Juegos Olímpicos fue con el objetivo de seguir esa línea. El foco no estaba puesto en él, su disciplina no es tradicional. Tampoco la más popular. En sus notas, incluso antes de viajar a la capital francesa, agradecía la visibilización.
Siempre puede haber una medalla argentina, incluso en los momentos de crisis económica. O un diploma olímpico o la mera participación, que también puede ser un objetivo dependiendo de dónde se parta. La delegación argentina fue a París con un presupuesto diezmado, y arrastrando también un tiempo de penurias respecto a su financiación. Quienes siguen el deporte olímpico de manera cotidiana, entre cada Juego Olímpico, sostienen que lo peor está por venir. Que el impacto del desfinanciamiento oficial tanto al desarrollo como al alto rendimiento se verá sobre todo en Los Ángeles 2028.
¿Qué sostiene al deporte argentino? Hace unos meses, comenzó a circular una respuesta de Daniel Castellani, medalla de bronce con el voley en Seúl 88 y actual entrenador de Las Panteras, ahora de licencia para afrontar sus problemas de salud. Durante una entrevista en el canal público DeporTV, Castellani ensayó su idea sobre por qué el deporte argentino es un milagro.
“Tenemos estructura de clubes y sociedades de barrio, de fomento, de todo -dijo Castellani-. No hay plata, no hay programa, pero hay lo que no tienen otros países, que es la pasión. Si en un club no hay pelotas se hace una rifa y en una semana están las pelotas. Los padres venden panchos, alfajores, rifas, y aparecen las cosas. Todo eso no existe: la clave de nuestro deporte es la pasión en todo. Tiene un valor monstruoso: la base del milagro del deporte argentino son los clubes”.
Quizá no sea sólo un asunto argentino, quizá sea un asunto del deporte como rayo igualador. Lo saben los jugadores de la selección de básquet de Sudán del Sur. El país más joven del mundo, inmerso aún en una guerra civil, ganó su primer partido olímpico contra Puerto Rico. Y le jugó mano a mano al Dream Team, más allá de la derrota. Los Juegos Olímpicos están hechos de esas historias.
También Simone Biles puede hablar de su reivindicación. En Tokio 2020, donde era esperada como la atleta estrella, abandonó la competencia por su salud mental. Su vuelta a los Juegos Olímpicos fue con el brillo de sus movimientos. Hace cuatro años sufrió un bloqueo, los twisties, se sintió perdida. Decidió no seguir. Ponía en riesgo su vida. Pero se repuso dentro de una gimnasia estadounidense que además vio cómo se destapaban los abusos sexuales del médico Larry Nassar, condenado a 175 años por sus ataques a más de trescientas atletas, entre ellas Biles, que conmovió en cada uno de sus presentaciones en París, incluso a su rival Rebecca Andrade, la maravillosa brasileña que se llevó la medalla de plata en el concurso final.
La boxeadora Imane Khelif también encontró en el deporte su lugar. Nació en Tiaret, Argelia. Creció en un pueblo rural conservador. Sus compañeros la burlaban por su aspecto. La invitaban a pelear. Con toda esa angustia, y como método defensivo, Imane comenzó a boxear. Pero su padre no quería, le decía que no era un deporte para niñas. Luchó también con eso. Pero siguió entrenando. En Tokio 2020 disputó sus primeros Juegos Olímpicos. Quedó eliminada en cuartos de final. No hubo quejas como las que ocurrieron de Angela Carini, su rival italiana en París 2024, que abandonó un combate. El episodio despertó transodio en redes sociales, no sólo en anónimos, también en dirigentes políticos de ultraderecha. Pero Imane no es una atleta trans, es una mujer cisgénero con una condición médica, hipoandrogenismo. Por fuera de los debates genuinos y honestos que puedan darse en el deporte respecto a estos casos, volver a ser señalada sólo le pudo generar más dolor a Imane, embajadora del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia a partir de su propia vida.
Son las historias que hacen del deporte algo irrompible. Desde el Maligno y su bici inesperada para la Argentina a los sursudaneses metiéndose en la élite del básquet. Es el deporte de Simone Biles y también el de Imane Khelif, algunas de las imágenes que siempre entregan los Juegos Olímpicos.