A Pete Hegseth nadie lo anotó en la lista por su valor de mercado. Ni Forbes ni Fortune ni Bloomberg lo tenían en la grilla que encandila a Donald Trump, no sabían ni saben cuánto vale. El nuevo jefe del Pentágono, el sujeto que tendrá a su disposición los arsenales más impresionantes y a millones de soldados, reservistas y contratistas desparramados por el mundo, está moralmente descalificado en la escala de valores de los hombres, pero en la del presidente Trump tiene alta cotización. Su madre, la de Hegseth, exuda amor por «mi chico» (44 años), pero reconoce que él tiene sus fallas. En declaraciones a Univisión y The New York Times, doña Penélope Hegseth dijo que su niño tiene «problemas con el alcohol y la violencia sexual, pero me prometió que no beberá ni una gota más si lo confirman».
Hegseth y Marco Rubio –quien estará encargado de dirigir las relaciones exteriores desde el Departamento de Estado– son casos similares. No valen por sus chequeras sino por sus prontuarios, que los convierten en los dientes más afilados de la jauría. Sin necesidad de explicar nada, su sola presencia en el equipo gobernante indica cuál será el camino de Trump en los próximos cuatro años. En un primer balance del gabinete, Tiempo había recordado (24/11/2024) que Trump intimó con Hegseth cuando antes de asumir la primera presidencia (2017-2021) el por entonces comentarista de la filo nazi Fox News hacía lobby desembozado a favor de criminales de guerra –sin relevancia pero temibles torturadores– con los que había compartido tareas en Irak y Afganistán (el pedido fue satisfecho).
Además de Irak y Afganistán, Hegseth cumplió tareas de guardián e interrogador, quizás torturador, en la Base Naval de Guantánamo, el territorio usurpado a Cuba. Graduado en la Princeton University, exanalista del Bears Steams –un banco de inversión y bróker de Nueva York, propiedad del JP Morgan–, fue oficial de la Guardia Nacional. Sin embargo carece de práctica militar de élite o en seguridad que lo hagan un sujeto digno de dirigir el Pentágono. Tiene otras condiciones a los ojos de Trump, y a ellas apeló cuando al anuncio del nombramiento le llovieron las críticas. «Lleva toda una vida siendo un guerrero, Pete es duro e inteligente –dijo Trump–, un verdadero creyente del precepto de ‘América Primero’. Con Pete al timón volveremos a ser grandes».
Hegseth fue un activo «luchador» en la cruzada de odio contra los migrantes de todas las procedencias. Le impuso un nuevo lenguaje a la Fox, al adoptar la verborragia xenófoba de su jefe. Escribió un libro dirigido a denostar a los demócratas, calificando a la dirigencia del más antiguo de los partidos norteamericanos como «políticos de izquierda ocupados en traicionar a los guerreros». Proclamó allí que «el ejército volverá a la letalidad» para hablar con los latinos, esos delincuentes que «vinieron a envenenar la sangre de Estados Unidos», y reafirmó orgullosamente que es un «nacionalista cristiano», un hombre que «abraza a los patriotas» que el 6 de enero de 2021 intentaron dar un golpe de Estado para perpetuar a Trump y no se olvidó de recordar la máxima que lo define: «Amo a Israel, odio al Islam». «