Alberto Luis Galateo salió del galpón en el pasaje Po con bastante alcohol en sangre y un cuchillo en la mano. Era domingo, 26 de febrero de 1961 en Sáenz Peña, partido de Tres de Febrero. Había estado desde la noche anterior apostando en riñas de gallos y ahogándose en cerveza, dentro de ese garito regentado por un enano en tierras del Ferrocarril Urquiza. Poco más de tres cuadras lo separaban de la casa donde vivía con su esposa y sus tres hijos. Las recorrió por el medio de la calle, como era costumbre en él, con aire de compadrito. Su casi metro ochenta de estatura y los ojos claros lo asemejaban más a un actor de publicidad de cigarrillos que a un guapo del conurbano bonaerense.

Mientras en el barrio (de la localidad bonaerense de Sáenz Peña) las familias compartían la sobremesa o se alistaban para una siesta veraniega, Galateo intentó abrir la puerta de su domicilio con una patada mientras insultaba a los gritos. David (22 años), el primogénito, cansado de la violencia que su padre ejercía sobre la familia, forcejeó para no dejarlo entrar y le disparó tres veces con un revólver calibre 38, corto. Alberto Luis Galateo falleció en el acto.

Nueve mil setecientos setenta y dos días antes de su trágico final, este santafesino nacido el 4 de marzo de 1912 convertía el segundo tanto de Argentina frente a Suecia en la Copa del Mundo que se disputaba en Italia, en 1934. Era el 2-1 parcial a favor del seleccionado nacional aunque terminaría siendo derrota por 2-3 y despedida en el debut, como un anticipo de la eliminación temprana a manos de los escandinavos en Corea-Japón 2002.

Cuando el italiano Filippo Pascucci, director técnico de la selección argentina, lo convocó para ser parte del plantel que viajó a Italia ‘34, Galateo era jugador de Unión de Santa Fe. El fútbol nacional tenía dos torneos, uno correspondía a la Liga Argentina de Football (profesional, con River, Boca y el resto de los grandes) y el otro a la Asociación Argentina de Football que nucleaba a las instituciones amateurs. Esta última fue la que recibió y aceptó la invitación de la FIFA a participar del Mundial a disputarse en suelo italiano. Por este motivo el conjunto nacional se nutrió con jugadores desconocidos para el público porteño.

A la cita mundialista viajó como una de las figuras del equipo y no defraudó. El primer gol lo marcó Ernesto Belis de tiro libre luego de un foul sobre Galateo. mientras que el segundo fue de su autoría después de una gran jugada individual.

“Un ser demasiado malo”, así recuerda Susana Galateo a su padre. En el mismo relato, repetirá “malísimo” tres veces como si fueran martillazos para colgar un cartel. Este testimonio está, junto a otros, en la película «Terror familiar», de Damián Galateo, nieto del futbolista, quien se enteró de la tragedia a sus 12 años en el velatorio de Fortunata Tuna Bongiovanni, su abuela.

“Recuerdos de Alberto Galateo, Rivarola ‘Capitán Orejas’ fueron grandes del balompié. Arriba los sabaleros, arriba de corazón. Es el grito de la hinchada que siempre alienta a Colón”, es el fragmento de una canción con melodía de rumba cubana de inicios de los años 30.

Una traición de Galateo

En el inicio de su carrera, Galateo protagonizó una de las primeras traiciones en el fútbol santafesino pasando de Colón a Unión sin escalas. El dolor que causó en el pueblo sabalero la ida del crack al clásico rival sería comparable con lo que generó 70 años después Darío Cabrol, pero con el camino inverso.

Juan Rivarola, ídolo colonista, también fue tentado por los dirigentes del tatengue. Ambos jugadores estaban en pareja con dos hermanas hinchas de Colón que les dieron un ultimátum: de aceptar el ofrecimiento del club rival, dejarían de ser sus novias. Galateo no lo dudó, firmó para Unión.

“Glorioso Unión cuántas veces me parece que te veo, con el Flaco Galateo que entrás al field a jugar”, así comienza el tango “Por algo yo soy de Unión” cantado por Reynaldo Anselmi.

“Era muy habilidoso y muy morfón”, es la descripción de su abuelo futbolista que Damián pudo reconstruir a partir de antiguas crónicas y charlas con historiadores. Cuando se enteró de la historia y vida de su abuelo, le generó tanto interés la muerte como el pasado de crack futbolístico. A la familia que había estado sumergida en un infierno, Damián la obligó a zambullirse nuevamente en esa época negada, para encontrar la salida a un momento “muy oscuro” que estaba viviendo.

Una vez finalizado el Mundial 34, Huracán contrató a la única figura argentina del torneo. Alberto Luis Galateo era insider izquierdo, jugaba entre el wing y el centrofoward en las antiguas delanteras con cinco atacantes. En ese plantel quemero estaba Juan Bongiovanni, aguerrido mediocampista, hermano de Fortunata y futuro cuñado de Galateo.

Bongiovanni hospedó en una habitación detrás del negocio familiar en Sáenz Peña al santafesino recién arribado. Así Galateo conoció a Tuna quien sería su esposa y principal víctima de la violencia del futbolista.

A partir de su retiro en Colegiales en 1943, el fútbol dejó paso al alcohol y la violencia “física y verbal”. Ambos abusos se volvieron cotidianos. “Fui el menos perjudicado, pero tengo malos recuerdos”, reflexiona Beto, el hijo menor de Alberto Luis y padre del director de cine, en la película.

“En una discusión le rompió un ojo a mi mamá”, recalca Susana Galateo para que quede claro el nivel de agresiones de las que era capaz “el borracho”, su papá “por desgracia”. Como si fuese alguien que recita los apellidos de viejos compañeros de aula, ella recorre actos violentos. Rememora y con sus palabras se dibujan patadas, golpes, trompadas, vuela una lata de conservas por la cabeza, ropa recién planchada arrojada al piso, una demora de 10 minutos se transforma en una manguereada en pleno invierno, una paliza trunca la carrera del hijo mayor y subcapitán de la 4ta de River.

Durante el rodaje del film, que se estrenó en la edición 2022 del BAFICI, Damián se preguntó por qué ese día sucedió la tragedia y no antes, si se planificó entre los hermanos o si soñaban con ese desenlace. No obtuvo respuestas concretas, solo evasiones y enojos. Todavía conserva las mismas dudas.

En el último tiempo la escalada de violencia y malos tratos se había vuelto insostenible. La tragedia se olfateaba como un escape de gas a punto de hacerlo estallar todo. “Idea tenía porque sabía que en cualquier momento podía pasar, pero no sabía que mi hermano tenía un revólver”, reflexiona, sin mirar a cámara, Alberto Luis (h), que carga con el mismo nombre que su padre golpeador. Con voz calma, pero seguro, sentencia: “ocurrió lo que tenía que ocurrir”.

David Yiyi Galateo pasó 26 días preso, fue sobreseído y el legajo se perdió en una de las inundaciones que sufrieron los juzgados de La Plata. Falleció durante el rodaje.

En El Gráfico existía una sección que se llamaba “El hecho y el comentario”, donde se levantaban noticias de otros medios y Dante Panzeri aportaba editorial. En el número 2164, figura la nota de Clarín sobre la muerte de Galateo, y Panzeri insta a que “los deportistas aprendan mejor la lección del deporte: no dejemos vacía la vida que viene después”.