En una época en la que la ficción argentina ha quedado reducida a unas pocas series para plataformas al año y en la que se hacen, a partir de los recortes presupuestarios, cada vez menos películas, a Alan Sabbagh le tocó en suerte protagonizar uno de los títulos nacionales más esperados de este 2025: El mejor infarto de mi vida, una serie basada en las historias y en la vida personal del escritor Hernán Casciari. Para un actor y comediante como Sabbagh, de una larga carrera en cine y televisión pero por lo general en roles de reparto, no se trata de algo de todos los días.

Si bien el actor ya protagonizó películas del cine independiente como El rey del Once y Masterplan, en producciones grandes se lo suele ver en los llamados papeles secundarios, como fue el caso de Botineras, Un año para recordar, Graduados o la más reciente El encargado, entre muchas otras telenovelas, películas y series. Es por eso que ver su cara en el poster de esta miniserie de Disney+ que empapela medio Buenos Aires constituye una novedad bienvenida.

“Si bien ya lo hice en cine, es la primera vez que protagonizo una serie. Me pega con mis hijos, que son chicos y me ven en esos carteles enormes y no entienden nada. Después de tantos años de verme laburar, quizás ahora es la primera vez que son testigos de algo mío en el que tengo tanta exposición. A mi hijo mayor le aparezco scrolleando en redes sociales y nada, es gracioso. La difusión es una cosa impresionante”, reflexiona Sabbagh, uno de los mejores intérpretes de comedia del medio local, alguien que no “actúa” para causar gracia ni exagera con los mohines, sino que hace reír muchas veces desde el punto de partida contrario: tomándose en serio a sus personajes.

El “Ariel” de El mejor infarto de mi vida es uno de esos casos. Se trata de un poeta deprimido al que le interesan muy poco los libros por encargo, en plan “escritor fantasma”, que le piden hacer en la editorial en la que trabaja (Nota: se llama “fantasma” a los escritores o periodistas que escriben los libros que se les atribuyen a personajes famosos), alguien que no para de comer y de fumar, y cuya pareja le acaba de pedir la separación. En medio de ese malestar, conoce a Concha, una bailaora de flamenco (la española Olivia Molina), a la que invita para que lo acompañe a un viaje de trabajo a Uruguay. Lo que ninguno de los dos imagina es que una vez en Montevideo tendrá un ataque cardíaco que no solo le cambiará la vida a ambos, sino a muchas otras personas involucradas en esa situación.

“En la serie, igualmente, hay un par de episodios dedicados a otros personajes, que tienen unas historias increíbles. El infarto es importante, pero también es impresionante lo que les pasa a los otros”. Esos otros son una pareja de uruguayos que, tras endeudarse por problemas laborales y de salud, decidieron como último recurso poner su propia casa en el sistema Airbnb. Y de entrada se toparon con el infarto de este escritor, al que ayudaron y luego vieron cómo ese acto de solidaridad les cambió la vida. Y la tal Concha, con una dura y complicada historia de vida que la llevó a irse de su pueblo natal. “Lo que le pasa a Ariel antes del infarto es lo más ficcionalizado, ya que llega a él de otra manera a la que lo hizo Casciari –cuenta Sabbagh–, pero a partir del ataque casi todo es verídico. Todo lo que sucede con los uruguayos, sobre todo, es tal cual como está contado en la serie. Lo curioso es que lo más increíble, es verdad y lo menos, ficción”.

-¿Conversaste, conociste o estudiaste a Hernán Casciari para hacer este personaje?

–¿Sabés que no? Cuando me llegó el proyecto era una adaptación del libro. Y lo primero que pregunté fue eso, si se trataba de una biografía y si yo era Hernán. Y la respuesta fue que no, que era una ficción basada en situaciones reales que le pasaron a él. De hecho, yo conocía a Casciari, lo había escuchado a través de los medios, pero no estaba al tanto de esta historia ni la del infarto. Me dijeron que no tenía necesariamente que estudiar a Hernán así que me relajé y compuse por otro lado.

-¿Cómo pensaste al personaje?

-Creé un personaje de fantasía, un escritor deprimido que va al frente, que sabe que está pasado de peso, que está con un tabaquismo terrible pero que va para adelante y se fuma un pucho tras otro, come de más y no cambia el ritmo de vida ni da señales de querer cambiar. De hecho, cuando en un momento tira el paquete de puchos, después vuelve y lo va a buscar. Ese desborde me parecía interesante de explorar. Cuando leí el guión dije: “Esto está bueno para jugar”. Cuando te tocan estos personajes está bueno porque no tenés que ecualizar tanto: vas todo al máximo y eso es divertido.

-¿Te pasó en tu vida tener miedo de atravesar una situación así?

-Hasta ese límite no llegué. Ahora estoy mejor, pero tengo que reconocer que soy muy hipocondríaco y somatizo mucho: ante el mínimo dolor de cabeza ya pienso en lo peor  (risas). El pucho por suerte lo dejé hace un par de años y cuando terminé la serie, ahí pegadito, hice El método Tangalanga y terminé con mi récord máximo de peso. Me fui de vacaciones una semana, volví y dije: “El lunes vuelvo al nutricionista”. El año pasado empecé a entrenar con un profe porque nunca en mi vida me había movido y todo fue un poquito como consecuencia de haber hecho la serie. Hay un momento en el que Ariel, el personaje, dice que a los 45 años los gordos tienen un infarto y yo tengo 44. Se ve que algo me quedó grabado en la cabeza y me dije: “Alancito, algo tenemos que cambiar”.

-El infarto lleva a Ariel a querer recalcular su vida. ¿Viviste alguna situación que te haya hecho un clic para cambiar cosas?

-Tener mi primer hijo, en lo profesional, me cambió bastante. Yo venía haciendo mucha telenovela diaria, que estaba buenísimo y me dio de comer y popularidad, pero en un momento sentía que el laburo era muy repetitivo. Mi mujer estaba por parir y me habían ofrecido otra tira parecida a lo que venía haciendo. Y en ese momento decidí no aceptar. Preferí esperar a ver qué pasaba, hacerle lugar a que aparezcan otras propuestas, cosas más ligadas al cine, que era lo que venía tratando de hacer. Y a partir de ahí estuvo bueno porque sucedió eso. Se hizo ese lugar, empecé a hacer más películas, después surgieron las series y pude llevar mi carrera un poco más para donde quería ir. Nunca renegando de lo que hice, pero quería hacer otro tipo de cosas y tomé esa decisión. Y desde lo personal, no sé, a mí se me murió mi viejo en la pandemia y lo que te deja como mensaje es la idea de que sos el próximo. Y ahí sí pensás en “bueno, me voy a hacer un chequeo, voy a ver como estoy”…

-La crisis económica y la falta de apoyo del Estado han hecho que bajara mucho la producción de ficción en la Argentina. ¿Cómo atravesás esta situación?

-El año pasado fue bravo porque también las plataformas bajaron la producción, pero no solo por la coyuntura local. En el 2024 estuve casi todo el año parado y recién empecé a laburar en octubre, un mes y medio. Y ahora aparecieron un par de propuestas que andan dando vueltas para este año. Ahora dependemos más que nunca de las plataformas. Siento que es un momento de cambio en el que hay que resistir y ver de qué manera seguir llevando la actividad adelante. Pero sí, es un momento difícil, delicado, ya que se mezcló lo local con la reducción de los privados también.

-Vos, además de actuar, trabajás con tu hermano en un local de iluminación. ¿Cómo te llevás con esta fantasía popularizada de que los actores son todos millonarios o que son personas que viven del Estado?

-Me la paso aclarando eso. Si bien yo no estoy muy identificado con el kirchnerismo, me encuentro con mucha gente, hasta conocidos, que te dicen: “Eh, ustedes viven de arriba, ¿no?” Tienen una fantasía de algo que no existe y están convencidos de que es así. Y es cualquiera eso. Esto no es el show business de Los Ángeles y no estamos todos salvados. Es horrible que se ensañen con los actores como si fuésemos megamillonarios que vivimos de la teta del Estado, no es así. En las redes sociales a veces me tiran palos o me escriben cosas de ese estilo y lo hacen por proyectos que son completamente privados. Hay gente que no tiene idea y que habla del tema sin saber. Es terrible tener que estar aclarando constantemente que los actores no le robamos la plata a nadie. «


El mejor infarto de mi vida

Directores: Mariana Wainstein y Pablo E. Bossi. Protagonistas: Alan Sabbagh, Olivia Molina, Rita Cortese, Rogelio Gracia y Romina Peluffo. Disponible en Disney+.

Nuevos protagonistas de la comedia argentina

Si bien le gustaría actuar en dramas, a Alan Sabbagh se lo identifica más claramente con la comedia. Y, en especial, con una generación de comediantes que está en pleno crecimiento en plataformas, en streaming y en redes. ¿Podemos hablar de una nueva edad de oro de la comedia argentina? “Tenés muchas cosas muy buenas como División Palermo, Porno y helado o Viudas negras que hicimos ahora con Malena Pichot”, dice Sabbagh. “Es muy lindo y ojalá siga funcionando toda esa movida. Hay muchos proyectos. Los que se hicieron el año pasado me divirtieron un montón, me parece que son frescos, creativos y que están muy bien hechos. Y está bueno que sigan saliendo. Tipos como “Santi” o “Piro” (por Santiago Korovsky y Martín Piroyansky, las cabezas creativas detrás de División Palermo y Porno y helado) son muy talentosos y me encanta trabajar con ellos.”
Respecto a Viudas negras, que se verá este año por Flow y por Max, se trata de una comedia de suspenso protagonizada por la propia Pichot junto a Pilar Gamboa, Minerva Casero, Georgina Barbarossa, Julián Lucero, Marina Bellati y Sabbagh, entre otros, centrada en dos amigas que, ya de grandes, deben enfrentar las consecuencias de algunas acciones delictivas que cometieron siendo más jóvenes. Sabbagh filmó también una participación en 27 noches, la nueva película del actor y director uruguayo Daniel Hendler, con quien Sabbagh ya trabajó anteriormente. “Pero hay poco cine, se está haciendo muy poco –cuenta el actor–. La última película que hice fue El método Tangalanga, en 2022, y desde entonces nada. Está muy difícil”.