El gobierno sigue aspirando a la llegada de dólares del exterior y para ello entrega señales a “los mercados”, las cuales —se sabe— nunca alcanzan. Señales que redundan en más desregulación, más ajuste y mayores daños sobre el mercado interno y los ingresos de la población. Los costos son cada vez más grandes y los terminan pagando los hogares y las PyMEs.

El Índice de Producción Industrial manufacturero (IPI) que elabora el Indec mostró en junio una baja mensual del 1,6% (sin efecto estacional) y una caída del 20,1% interanual. Se trata del peor junio registrado, incluso por debajo del mismo mes de 2020, en plena pandemia. Comparando con el momento previo a la asunción de Milei (noviembre de 2023), la baja desestacionalizada es del 12,9%. En cinco de los meses del primer semestre se evidenciaron caídas respecto al mes anterior. Bien lejos de los “brotes verdes”. Además, cabe recordar que en ese periodo, el rubro “molienda de oleaginosas” estuvo creciendo significativamente, mejorando algo el valor del nivel general de la producción manufacturera: sin este efecto, la caída sería mayor.

Otra forma de analizar la dinámica de los datos manufactureros es mediante la cantidad de subdivisiones relevadas con variación interanual positiva. Si entre enero y noviembre de 2023 el total de subdivisiones con variación positiva promedió 32 (sobre un total de 68 relevadas), entre diciembre de 2023 y febrero de 2024 bajó a 20, y luego, a partir de marzo, la cantidad con registros positivos es ínfima, con un promedio de 8. Quiere decir que la caída está muy generalizada.

En cuanto al Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC), los datos arrojan un crecimiento mensual positivo en los últimos tres meses, con lo cual podría insinuarse una reanimación en la actividad. No obstante, el nivel es aún muy bajo, con valores de caída interanuales superiores al 32% entre abril y junio de este año. Más que un cambio de tendencia, a lo sumo hay un cierto rebote en la actividad partiendo de niveles extremadamente bajos.

Por su parte, la producción automotriz cayó en julio un 9,8% interanual. La merma productiva coincidió con una baja del 24,7% en las ventas internas de vehículos de manufactura nacional, en tanto que las exportaciones verificaron una reducción del 1,2%. El mercado interno aún está muy deprimido y las exportaciones no muestran un progreso que pudiera compensar.

En materia financiera, a las dificultades que ya estaban presentes, producto de los vencimientos de deuda que se avecinan, se sumaron las tensiones recientes en los mercados globales.

Uno de los disparadores de esas tensiones giró en torno a los datos laborales norteamericanos, que podrían estar anticipando una fase de contracción de la economía. A ello se sumó que la Reserva Federal mantuvo la tasa de interés, cuando no eran pocos los analistas que señalaban la necesidad de recortarla. Hasta ahora se consideraba que la economía estadounidense se mantenía robusta en términos generales, ya que crecía mientras la inflación se desaceleraba, un “aterrizaje suave” que podría verse amenazado si no se recorta lo suficiente la tasa de referencia.

Por su parte, el miércoles 31 de julio el Banco Central japonés incrementó su tasa de política monetaria del 0,1% al 0,25% y anunció que irá reduciendo la compra de bonos, lo cual implica una menor expansión de dinero. Estas medidas generaron una rápida salida de inversiones especulativas en acciones globales, para desarmar posiciones apalancadas en la moneda del país asiático (la reversión del denominado “carry trade”).

Como se verificó en todos los episodios de volatilidad global, los que más sufren son los mercados emergentes, por la vía del denominado “vuelo a la calidad” que lleva a los inversores a refugiarse en los activos más seguros, que son los de las economías centrales.

Si bien la “desconexión” de la Argentina respecto de los mercados internacionales hizo que los efectos aquí no fueran significativos, el entorno financiero global influye en las condiciones que debe enfrentar el país para refinanciar los vencimientos en moneda extranjera, tanto de capital como de intereses.

Resistencia al ajuste y represión social

No deben pasar desapercibidas las manifestaciones de algunas voces del oficialismo, que intentan desmerecer la represión padecida por la sociedad argentina en los setenta. Resulta un hecho grave para la democracia la visita a los genocidas alojados en la cárcel. Más aún, el desconocimiento de las penas aplicadas a los represores de la última dictadura cívico-militar, con argumentos que giran en torno a que fueron erróneamente juzgados, apelan a “sanar la Argentina para adelante”, o “abrazar el indulto” para éstos, aplicado por el ex presidente Carlos Menem.

Ante ello, el papa Francisco afirmó ante una hija y nieta de víctimas de la dictadura: “No aflojen, conserven la memoria de lo que han recibido. No sólo de las ideas sino de los testimonios” e hizo un llamado a “cuidar la democracia”.

Estamos frente a un conjunto de políticas que contraen la economía, destruyen empleos, y dejan a los argentinos y las argentinas librados a su suerte, con un Estado que renuncia a garantizar los derechos más básicos. La intención es seguir recortando el gasto para intentar continuar con uno de los principales objetivos económicos de la gestión libertaria: el equilibrio fiscal.

No hay ajuste que pueda sostenerse en el tiempo sin represión. La resistencia de la gente en algún momento, tarde o temprano, va a generar conflicto.

La represión en sí misma no es un objetivo, sino un medio para disciplinar a la ciudadanía y para crear las condiciones para aplicar los planes económicos de ajuste. Un tema que se vincula con las declaraciones del ministro de Defensa, planteando redefinir el rol de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el terrorismo. Puede entenderse como un mensaje para los actuales militares para decirles “nosotros los protegemos”. Y este enfoque del gobierno y del oficialismo puede considerarse que parte de la convicción de que sin represión el ajuste no puede funcionar.

Son muchas las situaciones conectadas con lo recién expuesto, la reconfiguración de los servicios de inteligencia, volviendo a utilizar el acrónimo SIDE, e incluso el devenir del juicio por el intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner, intentando circunscribirlo a una acción limitada de pocas personas: es algo mucho más complejo. No se trata el financiamiento que recibieron, tampoco el borrado de celulares de presuntos implicados en la planificación del atentado. Puede considerarse como un mensaje para disciplinar a la clase política: si hacen tal o cual cosa, aténganse a las consecuencias. Trama que tendrá un importante capítulo el miércoles próximo, cuando la ex presidenta declare en el juicio.

Creo que es importante recordar unas palabras de Cristina expresadas el 23 de mayo de 2023 sobre la investigación del atentado: “Desde el primer día hasta hoy, las autoridades judiciales han puesto una traba tras otra para impedir que salga a la luz la verdad de lo ocurrido el 1 de septiembre de 2022. Como he dicho, para CFK no hay ni habrá justicia, ni como acusada ni como víctima. Me quieren presa o muerta”. «