Es un jueves soleado en la siempre convulsionada Buenos Aires. En los alrededores de la Plaza Houssay, a metros del patio de comidas “pro” que emergió en los últimos años, cientos de guardapolvos blancos caminan, gritan, aplauden. Luchan. Las emociones se entremezclan, del enojo a la angustia, de la impotencia a la efervescencia. En esta Argentina cíclica se ven las mismas imágenes que en los ’90. Médicos, docentes, investigadores, de nuevo en la calle, reclamando por presupuesto frente al ajuste del gobierno.
La escena es el abrazo multitudinario al Hospital de Clínicas, donde está Elsa Carrizo. Trabaja en esa mole de la historia de la medicina nacional desde hace 35 años: “Esto ya no da para más, no tenemos presupuesto, está recortado. El gobierno no nos escucha”. Dice que hay que tomar conciencia de las consecuencias concretas del ajuste: ya hay falta de insumos, medicación, herramientas para arreglos edilicios e incluso empieza a faltar comida para los enfermos. Ni hablar de los salarios, que quedaron en el subsuelo. “Nosotros sostenemos el hospital, lo queremos, trabajo aquí hace una vida, es la casa de todos”.
En el Clínicas ya suspendieron atenciones, servicios, operaciones. “Se están haciendo el 30% de las cirugías que podrían hacerse”, confiesa a Tiempo el director del centro de salud, Marcelo Melo. A la situación crítica de funcionar con el prorrogado presupuesto 2023 (votado en 2022), con una inflación interanual de casi el 300% se le suman los costos en insumos y las tarifas millonarias.
El Ministerio de Capital Humano comunicó esta semana que dispuso una partida extraordinaria para atender las necesidades de los hospitales universitarios de $14.403.479.661. Sin embargo, hasta hoy no se formalizó, y la reunión con los rectores sería recién el 30 de abril. Aún así, no cubriría todos los gastos, que van en ascenso. “El año pasado hacíamos licitaciones para comprar los medicamentos y se gastaban 4 o 5 mil millones de pesos para un cuatrimestre. Ahora eso aumentó el 1000%”, advierte Melo. Uno de los rostros más crueles de la asfixia presupuestaria del gobierno se da en los hospitales universitarias, donde el tiempo no espera. Donde el recorte implica vidas. Donde se está yendo a un punto sin retorno.
Hospitales universitarios: de la formación a la atención
La UBA es la universidad paradigmática en centros de salud que dependen de las casas de altos estudios. Tiene 6 hospitales escuela de alta complejidad y con tecnología de punta que los vuelve una referencia tanto en Argentina como en la región. Por año pasan por la red de hospitales de la UBA más de 780.000 pacientes.
El Clínicas atiende a la mitad de ese total, y realiza unas 9000 cirugías por año. El presidente de la Asociación Médica de esa institución, Luis Sarotto, reveló que ya deben seleccionar a quién atender: “Alguien que viene de Lanús con cálculos en la vesícula y le duele mucho y no consigue turno para la cirugía, decirle que tiene que esperar es incómodo. Genera un cuello de botella. La gente llega pero cuando hay que llevarla al quirófano, se nos corta la posibilidad de tratamiento. Es muy estresante”.
Además está lo formativo: recibe 1500 alumnos de Ciencias Médicas que se forman en 36 especialidades. Hay preguntas que nadie del gobierno responde: ¿Dónde se formarán los médicos del mañana si hoy no pueden funcionar las universidades?
Está el Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, de referencia en trasplantes de órganos o enfermedades hematológicas; o el Instituto de Tisioneumonología Raúl F. Vaccarezza, que fue clave en pandemia cuando recibió 3000 internaciones.
El ajuste llega a las personas y a los animales
En el barrio de Agronomía funciona el Hospital Escuela de Ciencias Veterinarias. Ahí las y los estudiantes realizan prácticas esenciales. Además de consultorios de clínica médica para todo tipo de especies –desde perros, gatos, aves y tortugas, hasta pumas y animales exóticos– atienden especialidades como endocrinología, nefrourología, neurología. cardiología. dermatología. fisioterapia, oftalmología y hasta un muy demandado servicio de acupuntura.
Llevan a cabo cirugías y estudios de laboratorio, radiología y ecografía, entre otras prestaciones con aranceles especiales, por debajo de los costos habituales en centros veterinarios privados.
En 2023, atendió más de 30 mil consultas. Este año, incorporaron un ecógrafo de última generación, gracias a distintas campañas de recaudación de fondos, incluido un programa de cursos dictados por docentes de la institución. El nuevo equipo lo pone a la vanguardia de los centros de salud animal de Latinoamérica. Pero es todo a pulmón y la situación es crítica. “En lo que va del año no recibimos un solo giro de fondos por parte del Estado Nacional”, denuncian. Esta semana también ahí hicieron un abrazo masivo. La consigna: “Cuidemos lo que funciona”.
La situación no se da solo en CABA. Hay hospitales universitarios en Córdoba (UNC), Cuyo (UNCuyo) y La Rioja (UNLaR). En octubre de 2020, plena pandemia, creador una Red de Hospitales Universitarios. El de Córdoba, por ejemplo, lleva 110 años de vida. Va desde Maternidad y Neonatología hasta Clínica, Nutrición y Bioquímica. Recibe más de 30.000 consultas en el año, 1500 partos y 11 mil urgencias. El “Virgen María de Fátima”de La Rioja está arrinconado: mientras sufre la falta de fondos nacionales, debe hacer frente a la epidemia de dengue.
Contra el cáncer
El desfinanciamiento también pone en jaque un enorme caudal de investigaciones claves que tienen que ver con estos hospitales. En 2023 el premio Innovar de la Nación se lo llevó el Acelerador para la Vida. Un desarrollo contra el cáncer que es de vanguardia mundial. El investigador y docente de la UNSAM, Andrés Kreiner, junto a su equipo de la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Conicet proponen un acelerador de partículas que puede revolucionar el tratamiento de tumores «difusos» o “infiltrantes”, que hoy no tienen cura y donde las células tumorales invaden un volumen mayor de tejido sano, lo que vuelve más difícil intervenir obtener una imagen de un tejido a nivel celular porque la célula está desperdigada.
Buscan intervenir de una manera segura y más sencilla que los tratamientos radiactivos actuales. “Nuestro equipo acelera corrientes muy altas, o sea, intensidades muy altas. ¿Por qué? Porque esos haces de partículas aceleradas, cuando impactan sobre un blanco determinado, producen una reacción nuclear que genera neutrones. ¿Para qué sirven los neutrones? Para muchas cosas, pero en particular nosotros lo hacemos para la aplicación médica, como terapia contra el cáncer”, describió a este diario tiempo atrás.
Se llama Terapia por Captura Neutrónica en Boro (BNCT en inglés), el paciente toma un compuesto inyectable inocuo no radioactivo que tiene átomos de boto-10, luego se lo irradia con neutrones que impactan sobre las células cancerosas. Está en etapa de ensayo clínico en el Instituto Roffo (UBA). Ese centro, que atiende 110.000 personas por año y que acaba de sumar el Centro Argentino de Radioterapia Protonterapia, que será el primero de América Latina dedicado a la investigación y tratamiento radiante de tumores de difícil acceso incluso pediátricos, es uno de los afectados por la asfixia presupuestaria. Hoy lucha por sobrevivir.
El Hospital Odontológico: de vanguardia, sobrecargado y en crisis
Hay sectores de la salud como el odontológico, que se vuelven imposibles en el mundo privado. Ahí emerge el Hospital Escuela Odontológico de la UBA. Atiende más de 250.000 pacientes al año y brinda 450.000 prestaciones. Con sus seis móviles odontológicos llega a más de 500 pacientes por día de forma gratuita. Cuenta con el Centro de Diagnóstico por Imágenes más avanzado de Iberoamérica y posee el tomógrafo Cone Bean, finlandés, único en la Argentina, del que sólo existen tres más en el mundo. «La creciente demanda de atención a causa del encarecimiento de la salud privada pone en peligro el buen funcionamiento –relataron–. Estamos sobrecargados, y se suma el congelamiento presupuestario y el incremento exponencial de los costos operativos. Todo forma una crisis severa que impacta directamente en la capacidad para mantener los servicios a aranceles accesibles, hoy son un 40% más bajos que los de la atención privada. Además, los salarios de quienes hacen funcionar el hospital sufrieron solamente en los últimos tres meses un deterioro de más del un 30% frente a la inflación».