El sol del viernes apenas asomaba y el presidente de la Nación amanecía tuiteando otra vez. Como le ocurre a quien lee con atención, a veces hay fragmentos de texto que destacan como si los propios ojos le agregaran un trazo de resaltador: «Si le interesa el bienestar de los bonaerenses córrase del camino (esto es, renuncie) -le decía al gobernador Axel Kicillof- y déjenos intervenir la Provincia». El último día de febrero recién empezaba y Javier Milei volvía a forzar el pacto democrático otra vez.
Un día antes, el jueves, ya había despuntado con la puerta institucional forzada. Un decreto de necesidad y urgencia instauró a Ariel Lijo y Manuel García Mansilla como nuevos ministros de la Corte Suprema de Justicia. Rápido y casi a escondidas, el presidente del máximo tribunal, Horacio Rosatti, le tomaba juramento al académico, conservador religioso y representante de empresas mientras el actual magistrado federal pedía licencia en Comodoro Py para no quedarse sin el pan y sin la torta. No existe acuerdo alguno en el Congreso que avale las designaciones, e incluso García Mansilla había asegurado que no asumiría sin pacto de mayoría de respaldo. A Lijo le debe un favor casi todo el ecosistema político, y sin embargo no hay quien quiera aprobarle el pliego.
Pero Milei está apurado porque el río suena: oigamos entonces las piedras.
Veinte minutos después de la amenaza de intervención federal de la Provincia, el New York Times expuso los pormenores del involucramiento de la familia presidencial en una trama de cripto corrupción de la que el país está enterado hace poco más de dos semanas, pero que hasta el viernes en el extranjero apenas había sido mencionada como otro pintoresco episodio en la sitcom libertaria. El texto del Times se anima a confirmar algo más que da en la línea de flotación de la imagen de Milei en el exterior, porque deja a su hermana Karina expuesta como probable organizadora de una cadena coimera desprolija. La Justicia de EE UU no tendrá mayor apuro que el fiscal Eduardo Taiano por estos lares, pero la etiqueta de estafador ya no se va a despegar más de la frente presidencial ante los ojos de los inversionistas extranjeros.
No es novedad que la autocracia le surja natural a Milei, pero el impulso de los últimos días tiene resortes en la inestabilidad macroeconómica. En el Excel del viernes 28 todos los números siguieron al sol: abajo los bonos argentinos, una nueva ronda depresiva del Merval, 580 millones de dólares menos en las reservas. Lo único que se mantuvo enhiesto fue el riesgo país, que subió otro escalón hasta 781 puntos. Caputo rogó por un tuit de Gita Gopinath, autoridad del FMI, que en este escenario condescendió a decir que está todo bien amigos, seguimos charlando con la mejor de las ondas, pero que de fondos frescos para sostener el dólar barato ni noticias. Lo extraño es que el gobierno, tan ducho al gritar como goles lo que apenas son tiritos al arco, quedó tan enredado en la criptoestafa que no pudo festejar dos inobjetables triunfos, como otra baja de la inflación en enero y un nuevo mes de actividad económica recuperada.
Nadie en el oficialismo lo admitirá, pero ronda un sentimiento de que es ahora o nunca. Después viene el violento cierre de listas, la campaña a sangre y fuego, las elecciones. La Libertad Avanza parece que solo sabe atacar, pero quizá la batalla cultural esté disputándose en arenas movedizas. «