La aceleración de la guerra comercial entre Estados Unidos y China reconfiguró el mapamundi. La guerra en Ucrania y la avanzada israelí en Medio Oriente son prueba de ello. Por si fuese poco, este escenario convulso se complejiza más a partir del alejamiento de Estados Unidos de la Unión Europea y Ucrania, el aumento de los aranceles a la importación y un eventual acercamiento a Rusia a los fines de debilitar su alianza con China.

África, lejos de ser una excepción, se configura como el laboratorio de ensayo de una escalada aún mayor. En el norte del continente, el bloque de la OTAN pertrecha de equipo militar y aviones a Marruecos, mientras que Rusia hace lo propio con su vecino Argelia; en el este, tropas ucranianas y rusas combaten en la guerra civil sudanesa para controlar el flujo de oro y otros metales que hoy se exportan hacia Moscú; en el oeste, los golpes militares de Burkina Faso, Niger y Mali encabezan la expulsión de tropas francesas y abren sus puertas al armamento ruso y a las inversiones chinas.

Pero en la República Democrática del Congo hasta ese enfrentamiento entre potencias se complejiza. Lo cierto es que el gobierno congoleño tiene fuertes lazos con China, que a través de empresas CMOC explota los minerales del país. Pero ya desde el año pasado, el gobierno de la RDC ha propiciado un intento de diversificación de las inversiones, apostando a que nuevos socios comerciales participen del negocio. Así, acordó con Angola y capitales norteamericanos una nueva vía férrea que permitirá exportar los minerales hacia el Atlántico y de allí directamente a Europa y América. Incluso el gobierno congoleño acaba de prohibir que Chemaf, empresa de Singapur que opera en el país, sea absorbida por el grupo chino Norin.

Por el lado de Ruanda, la cuestión no es más clara. El 40% del presupuesto ruandés proviene de ayuda internacional, fondos que en gran parte se deriva a financiar al M23 y otros grupos que operan en la zona. La Unión Europea critica a Ruanda por financiar al M23, pero no aplica sanciones sobre esta ayuda internacional e incluso mantiene un memorándum firmado con el gobierno ruandés para la exportación de minerales. China tampoco saca los pies del plato ruandés: el 23 de enero pasado, mientras las tropas del M23 cercaban Goma, el gobierno de China firmaba con su par de Ruanda un acuerdo para financiar infraestructura y una represa.

 El 1 de marzo, apenas unos días atrás, el gobierno de la RDC anunció que suspenderá la exportación de cobalto por cuatro meses. La razón: la depreciación de su valor internacional como consecuencia de la súper explotación que desarrollan en el país las transnacionales chinas.

No está claro qué pasará con la situación en el Congo. Mientras que algunos países de la región como Sudáfrica, Burundi o Malaui apoyan militarmente al gobierno contra el M23, otras potencias de la región como Kenia tratan de erigirse en árbitros del conflicto y encauzar las negociaciones de paz. Tampoco está del todo claro para qué sector juega cada una de las potencias mundiales en lo que parecería ser más bien la famosa táctica de “un huevo en cada canasta”. Lo que sí está claro es que ninguna de esas potencias internacionales está dispuesta a ponerle freno a la depredación del Congo.