El 13 de abril fue otro día nefasto para África. Mientras en la central República Democrática del Congo volvían a detectarse nuevos casos de ébola, en las orientales naciones de Kenia, Etiopía y Somalía el ingreso de una devastadora manga de langostas permite presagiar la pérdida total de la producción de alimentos, de por sí, insuficiente para satisfacer las necesidades de los más de 1200 millones de habitantes del continente.
En el Congo, en Kinshasa, la capital de la antigua colonia francesa, en las últimas horas el gobierno se disponía a dar por derrotada la epidemia de ébola, una buena noticia que la OMS había adelantado en marzo, días antes de que el coronavirus irrumpiera en el país. Habían pasado 50 días sin que se reportaran nuevos positivos, pero ese lunes se confirmaron dos casos, un adulto y una beba. Y vuelta a empezar.
Sólo habían pasado horas cuando en Adis Abeba el gobierno etíope confirmaba la llegada de las langostas a los países del llamado Cuerno de África. Se habló enseguida de “una plaga de proporciones bíblicas”, ya que por el volumen no registra antecedentes en las últimas seis décadas. En el primer día, la manga arrasó con 200 mil hectáreas de cultivos, lo que significó la pérdida de 356 mil toneladas de trigo, maíz y sorgo.