Adrián Paenza cumplió años el 9 de mayo y, luego de cinco años y seis días de ausencia (precisión propia del doctor en matemáticas y científico de prestigio mundial que es) pasó unos días en Buenos Aires, para visitar afectos, lugares y médicos de su confianza. Un problema físico, ya superado, sumado a la pandemia le habían impedido viajar desde Chicago, el lugar que eligió para vivir desde hace 22 años.

En ese tiempo publicó 19 libros (inicialmente con la editorial Siglo XXI; luego con Sudamericana) desde los que con el ingenio del futbolero que también es, más el rigor del hombre formado en las Ciencias Exactas, logró la hazaña de bajar a las matemáticas del podio de la complejidad. También de la mano de la productora El Oso estuvo al frente de dos extraordinarios programas de televisión: Científicos Industria Argentina y Alterados por Pi.

Su presencia en el país generó la oportunidad de charlar con él, para poner al día una amistad de 50 años y para evocar un hecho singular del que Adrián fue protagonista hace 30 años: aquella entrevista con Diego Maradona, post sanción en el Mundial de Estados Unidos en la que el Diez-Dios dijo: «Me cortaron las piernas. A mí, a mi familia, a los que siguen estando al lado mío».

Esa historia empieza antes del 27 de junio de 1994, cuando como uno de los enviados de Canal 13 al Mundial, Diego y Adrián grabaron una conversación de menos de 10′ en la que ambos terminaron llorando. Paenza llevaba años de relación con Maradona, desde que el indiscutido astro era Pelusa, jugaba en los Cebollitas y en los entretiempos de los partidos que jugaba Argentinos Juniors sorprendía y entretenía a los hinchas compartiendo piruetas increíbles con una pelota y con su cuerpo, claramente nacido para esto. Sobre la base de ese conocimiento, que año tras año, nota tras nota, Paenza fue el periodista elegido por el canal para acompañar a Diego en la gira previa. Con Juan Cruz Ávila como productor y Gustavo Rodero como camarógrafo siguieron a Diego por todos lados. Ya en los EE UU, para probar que, además, era humano y no un extraterrestre, Maradona quería salir un poco, distenderse tras su jornada de prácticas. «Llevame al shopping», pidió.

Allí, en el Queen Sea Market, luego de pasar por el patio de comidas, Maradona salió, en compañía del colega y amigo de Adrián, el doctor en física Jerry Garbulsky, decidido a hacer unas compras. Como tardaban demasiado en regresar, Adrián los fue a buscar. Los encontró de buen talante, en especial a Diego, cargado de varios pares de zapatillas. Hasta ese momento ninguno sospechaba que el cielo futbolístico de Maradona, de sus seguidores en todo el mundo, y especialmente de la Argentina, de la Selección que capitaneaba, empezaba a cubrirse de nubarrones.

Desde Dallas a Paenza le informaron que un jugador de la Selección había dado positivo en el antidoping. Dos situaciones e imágenes conmueven todavía hoy al periodista. Una de dos días antes cuando al final del partido que Argentina superó a Nigeria por 2-1, una enfermera rubia llamada Sue Ellen Carpenter entró al campo y tuvo sus minutos de gloria llevándose del brazo al ídolo hacia los vestuarios. La otra, el revuelo informativo mundial tras la noticia de que un remedio equivocado sacaba del torneo al mejor de todos. Cientos de periodistas de todo el mundo hubieran deseado tener la oportunidad que tuvo Paenza. Luego de atravesar un operativo de distracción, con la ayuda de Marcos Franchi, entonces representante del jugador, llegó a una habitación en penumbras en la que Diego estaba solo, sentado sobre la cama en posición de Buda.

«Adri, no me drogué», le dijo Maradona, quebrado a repetición, mientras Paenza cobijaba sus manos y también lloraba. De repente entró Julio Grondona. Sorprendido por encontrar la habitación en un improvisado set televisivo, reaccionó, molesto, por la presencia periodística. Dirigiéndose a Paenza le preguntó qué hacía allí. Quién, con tono y cara de pocos amigos, le respondió fue el mismo Diego: «¿Y a usted qué le importa? Ya sé que no formo parte del plantel, así que puedo hacer lo que quiera con mi vida. Además, Adrián es mi amigo».

Por eso la entrevista pudo empezar.

-¿Te drogaste?

-No. Cuando me drogué, fui y le dije a la jueza lo que había hecho. Y pagué. Después vinieron dos años durísimos. Si llegué a este nivel físico, ¿qué necesidad tenía de drogarme? Corrí con el corazón y por la camiseta. Me preparé como nunca, relata Adrián, hoy, su versión del diálogo.

Hubo tiempo para que el líder del equipo preguntara cómo lo tomaron los jugadores y qué habían dicho los dirigentes. Y para que respondiera otra pregunta de Paenza.

-¿Quién te defraudó?

-La FIFA-, respondió Diego sin vacilar.

«El mundo entero-evoca Paenza 30 años después– estaba esperando la palabra de Maradona. Nadie hubiera querido que semejante ídolo estuviera pasando tan mal momento. Fue como si a toda la Argentina le hubieran cortado las piernas». Y agrega: «Terminábamos de hacer una nota que nunca podremos superar. Sin embargo, todos estábamos destrozados, porque un amigo muy querido estaba sufriendo mucho». Así reseña aquella jornada inolvidable Adrián Paenza, periodista deportivo de enorme trayectoria: cronista de campo en el equipo de José María Muñoz; compañero de Víctor Hugo Morales, Tití Fernández, Alejandro Fabbri y Roberto Leto; puntal del ciclo Fútbol de Primera junto a Marcelo Araujo y Enrique Macaya Márquez; periodista presente en varias Copas del Mundo.

Le pregunto si recuerda cuál fue el último partido que cubrió. «No me acuerdo. Sinceramente, no. Pero mucho más me gustaría tener claro cuando fue el último partido que jugué integrando un bravo equipo de periodistas».

Colofón

Entre el primero y el último de su serie de más de 20 libros publicados –de Matemáticas, ¿estás ahí? a Matemáticas y Fascinación– encontró la fórmula para que esta ciencia dura, exacta y muchas veces lejana, expulsiva y canceladora de vocaciones,  se volviera más amable, cercana, accesible y recreativa.

Adrián Paenza está ya nuevamente en Chicago y desde allí responde una pregunta más. Explica que continúa dispuesto a seguir estudiando y desarrollando su actual y principal modo de comunicación: charlas en universidades, conferencias y presentaciones en centros científicos, donde vuelve a sentirse docente pero también eterniza su condición de alumno. Cada vez que sus compromisos se lo permiten vuelve a acunar ideas, pensamientos, enigmas, paradojas, conjeturas y teoremas. “Respecto de mi vida en Chicago varió en los últimos años, después de la pandemia y por el Covid que sufrí. Eso me impidió, y me impide, tener la actividad que tuve antes. Mi vida ya no tiene la independencia que tuvo durante 75 años. El Covid me puso un freno absoluto, como si hubiera chocado con un camión de frente. Pero si volviera a trabajar en la televisión, seguro, volvería a hacerlo de la mano de Claudio Martínez”.

Foto: Captura de video

Finalmente

En estos días volvió a circular en las redes el afiche que rodó cuando hace casi una década un importante organismo internacional nombró a Paenza como el principal divulgador de las matemáticas en el mundo. El motivo de esa reaparición fue una afectuosa y oportuna respuesta a un ataque que Paenza recibió por parte del diputado Fernando Iglesias (¿Alterado por Pi?), por el apoyo de Adrián a la reciente movilización del mundo de la ciencia. Se manifestó de ese modo desde la convicción de que no hay una manera más eficaz de acercar a un país a la dependencia que cercenando los caminos de la ciencia, la tecnología, la innovación y la producción. Nada casualmente esa era la denominación del ministerio de la especialidad desactivado a partir del 10 de diciembre de 2023.