Sesenta días de acampe, de lucha, de garantizar la información que el gobierno de Javier Milei censura en los medios públicos a través del portal Somos Télam y de una campaña con miles de firmas y apoyos. Desde el papa Francisco hasta cada vecino de la agencia, desde las centrales sindicales hasta cada persona que juntó firmas poniendo una mesita en Jujuy o Tierra del Fuego. Eso también representa Télam.
Una vez más, y como era de esperar, el gobierno profundizó su guerra psicológica para que los trabajadores y trabajadoras se vean forzados a un plan de retiros quede voluntario tienen poco y nada, con vallas en la puerta del lugar de trabajo y un amedrentamiento permanente. Por eso mezclan una indicación del interventor Diego Chaher, que pretende cerrar las corresponsalías, con un fallo del Fuero Contencioso Administrativo sobre el DNU 70/23, que nada tiene que ver con la posibilidad del cierre de Télam; con la presentación de un procedimiento preventivo de crisis supuestamente para despedir barato. Esa es la ensalada de Milei. Mal titulada, mal explicada, con la intención de generar temor y confusión, construyen operaciones para atacar una lucha que tiene una fortaleza enorme y que no puede ser silenciada.
En paralelo, la media sanción de la Ley Bases, además de una regresión general en materia de derechos, una reforma laboral que de light no tiene nada y un avance en la entrega de los recursos de la patria, posibilita la privatización de la Televisión Pública y Radio Nacional. Los diputados y diputadas no debatieron sobre el rol de cada empresa pública que pretenden privatizar, ni los motivos, ni su correcto o mal funcionamiento. Sólo avanzan por imposición de Milei y prejuicio ideológico. Así, desconocen que cada una de esas empresas del Estado tienen un rol para la comunidad y lo que están haciendo es arremeter contra los derechos sociales.
Milei ataca las corresponsalías de Télam y las 49 emisoras de Radio Nacional porque pretende destruir su naturaleza, su rol social, el corazón del sistema informativo, que es su federalismo. Télam y Radio Nacional, como nadie, construyen comunidad a través de información propia de cada región, une territorios, comunica, por eso decimos que es soberanía.
El 1° de Mayo la Televisión Pública no emitió un sólo noticiero. Los trabajadores de prensa nos negamos a trabajar con una dotación totalmente diezmada. No tenemos problemas en discutir nuevas regulaciones, readecuar convenios frente a los avances tecnológicos, pero nunca a través de la imposición y con el ajuste como espada de Damocles. Los trabajadores no nos arrodillamos y demostramos que tenemos dignidad. La censura que existió de hecho en la Televisión Pública no fue sólo el 1° de Mayo: una semana antes se impidió darle voz a las y los estudiantes que se movilizaron en una jornada histórica en defensa de la universidad, o a los gremios docentes en su conferencia de prensa.
Milei ataca a periodistas críticos, desea la quiebra de medios privados -empresas nacionales que emplean cientos de trabajadores-, pretende destruir a los medios públicos, porque necesita la censura para sostener su realidad paralela. Un cinismo según el cual los trabajadores le estaríamos ganando a la inflación, como dijo frente a Luis Majul hace pocos días.
«Milei avanza en el cierre de Télam», dicen los portales y notas sin firma con las que amenazan a los trabajadores y trabajadoras con el sólo objetivo de atemorizarlos para paralizarlos y desgastar su lucha. Pero no pueden, no pudieron en estos 60 días y no podrán. Porque el acampe sigue más firme que nunca, porque la lucha cuenta con una fortaleza y un empuje enorme de sus trabajadores y de todos los sectores que todos los días apoyan colaborando con comida, difundiendo, expresando que falta Télam en cada cobertura relevante a lo largo y ancho del país. Porque, como dijo Taty Almeida desde el acampe, en el cumpleaños número 79 de la agencia, si las Madres pudieron, nosotros cómo no vamos a poder. Porque como ellas nos enseñaron: la única lucha que se pierde es la que se abandona.