Luiz Inácio Lula da Silva viajó a Bolivia. Su agenda incluyó diversas cuestiones bilaterales, probablemente más determinantes para los intereses brasileños. Pero el exlíder metalúrgico comprende como ningún otro dirigente de la región la importancia fundamental que tiene la unidad, más aún en estos tiempos en que acecha la ultra derecha y sus distintas variantes neoliberales.
Por eso, el presidente brasileño se reunió con Luis Arce, en Santa Cruz de la Sierra, con el propósito complicado de mediar en la crisis interna del Movimiento al Socialismo, que en sus gobiernos revolucionó la estructura del país y que pone en jaque la continuidad de las realizaciones con las muy duras peleas internas, con Lucho Arce y Evo Morales a la cabeza.
Lula intenta agotar las instancias para evitar una ruptura total, lo que por el momento parece inevitable. Claro que lo hace tomando partido: condenó el intento de golpe y lo comparó con los episodios que él mismo debió padecer en enero de 2023, poco después de haber asumido. La postura se asemeja a un apoyo concreto a Arce, ya que, en principio, contradice la postura de Evo respecto a la asonada, que califica como “autogolpe” del actual gobierno.
Pero, según trascendidos confiables, el mandatario brasileño elaboró duros reproches a la conducción política del MAS, con Arce a la cabeza, por no agotar los pasos para evitar la ruptura. A la vez que habría deslizado una crítica a ciertas medidas económicas del gobierno, al tiempo que les habría adelantado que volverá a comunicarse con Evo Morales, como advertencia de que no cejará en su afán de que haya unidad en Bolivia, de cara a las presidenciales del año próximo, con la derecha acechando tras las peleas del oficialismo.