Un 28 de junio, hace 110 años, el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono, fue el detonante de una gran guerra que involucró a las potencias de la época en un esquema de alianzas del centro europeo (Alemania y Austro-Hungría) contra el oeste, Gran Bretaña y Francia, unida al este continental con Rusia.
Si bien el inicio de las hostilidades se producen el 28 de julio de 1914, con la invasión astrohúngara a Serbia, lo que desencadenó la activación del sistema de alianzas que involucró a Alemania por un lado, sumando al Imperio Otomano, y Gran Bretaña y Rusia por otro, junto a Francia, hasta ir sumando países como Italia y especialmente a EE UU, que desequilibraría el conflicto a favor de éste bloque, al menos por 20 años.
Los contemporáneos a esa contienda hablaban de Gran Guerra, por el alcance de los involucrados y el nivel de destrucción. Recién con el desarrollo del conflicto de 1939, ante la invasión de Alemania a Polonia, se la referenciaría como Primera Guerra Mundial, atento a las implicancias de la nueva gran guerra, que pasaría a ser entendida como la Segunda.
Y lamentablemente en la actualidad, con la Guerra de Ucrania, estaríamos a las puertas de una Tercera Guerra Mundial. Incluso ya estaríamos viviendo por el alcance de las alianzas de los involucrados. Por un lado Ucrania y detrás la OTAN. Por el otro Rusia, implícitamente con China y explícitamente con Corea del Norte, lo que implicaría un esquema de alianzas mundial. Incluso, el ataque sistemático de Israel a la Franja de Gaza puede sumar un posible escenario de conflicto internacional vinculado a la disputa por los recursos energéticos.
En ese contexto, siendo contemporáneos de este conflicto: ¿es necesario esperar que tenga un alcance similar a la Primera o la Segunda Guerra Mundial? ¿O deberíamos estar alertas a que un hecho desate una confrontación mayor para preocuparnos por una Tercera? En ese caso, los misiles caídos en las playas de Sebastopol, con la acusación de Rusia a EE UU de su responsabilidad de armar a Ucrania, ¿no debería poner en alerta a la Humanidad para evitar la tragedia?
Es que al igual que en Sarajevo, un nacionalista descontrolado podría realizar un atentado que habilite la propagación de frentes de batalla, o cualquier servicio de inteligencia podría realizar una operación que legitime el ataque de los bloques involucrados. Pensarlo no es descabellado, ante el preocupante crecimiento de los neofascismos en Europa.
En tal sentido, nos recordaba Erick Hobsbawn, en el prólogo de su célebre libro La era de los extremos, que el 28 de junio de 1992, François Miterrand se había desplazado a Sarajevo, en momento en que la Guerra de los Balcanes se cobraba 150 mil muertes, como mejor forma la mejor forma de resaltar las posibles consecuencias de la crisis de Bosnia.
Este artículo no tiene el glamour de ese viaje ni la talla de semejante estadista. Pero es una botella al mar que busca dejar un mensaje a la humanidad por la Paz Mundial. «