Hace cuarenta años atrás, la escena del rock internacional inauguraba -sin saberlo por entonces- un hito en la historia del género: el lanzamiento del álbum debut de The Smiths, el grupo liderado por Morrissey como vocalista y filoso poeta, junto a Andy Rourke en bajo, Jhonny Marr en guitarras y el baterista Mike Joyce. Aunque hijos de su época en términos del post-punk, los de Manchester abrieron con su primer disco homónimo, editado el 21 de febrero de 1984 a través de Rough Trade Records, un verdadero “mundo de sensaciones”, tanto desde el sonido, las letras como la arrolladora presencia escénica de su frontman.
Formados dos años antes en una de las ciudades del corazón industrial de Gran Bretaña, The Smiths irrumpió con una una combinación de potencia en su base, a la que agregaban la inconfundible y melodiosa voz de Morrissey y los riffs y solos de Marr; una guitarra tan punzante como veloz e imaginativa, un contrapunto perfecto para las líneas vocales. Así, se formaban canciones de un estilo cautivante y totalmente nuevo. Una propuesta lo suficiemente innovadora como para marcar la huella sobre la que después pisaron grupos como Stone Roses, todo el britpop y hasta el indie rock de nuestros días.
Las letras firmadas por quien nació como Steven Patrick Morrissey fueron parte de esa revlución que este primer disco y presentación en sociedad de la banda significaron para la juventud británica de entonces. Poesía melancólica y sarcástica, sexualmente ambigua y abiertamente crítica de la crisis social que por entonces asolaba al Reino Unido que gobernaba Margaret Thatcher. “This Charming Man”, “Hand In Glove”, “What Different Does It Make?” y una de las más controversiales en su monento, “Suffer Little Children”, basada en casos reales de niños asesinados y torturados.
La prensa no dejó de escandalizarse por todo el combo, que incluía una tapa ya inconográfica, ilustrada con una foto del torso desnudo del modelo Joe Dallesandro en película de Andy Warhol, Flesh. Pero las juventudes británicas veían en The Smiths (el equivalente en castellano a “los García”, es decir, “la gente común”, en palabras del mismo Morrissey) más bien reflejado su mundo, en una apuesta estética, visual y sobre todo, sonora, que los identificaba tanto como interpelaba y entretenía.
Con tan sólo cinco años de actividad y cuatro discos (entre ellos, el emblemático Meat Is Murder), en 1987 el grupo se separó. La desaparición del The Smiths fue una de las que más ruidosas de la música británica, y algunas de sus consecuencias fueron los juicios que Joyce y Rourke impulsaron contra Morrissey y Marr, por cuestiones de derechos de autor. Con el tiempo, las asperezas entre algunos de los exmiembros se fueron limando, y Morrissey y Marr estuvieron al frente de sendas carreras solistas y exitosas, si bien el vocalista y compositor -que suspendió nuevamente una gira internacional hace muy poco- se llevó por lejos la legión más nutrida de fanáticos alrededor del mundo.