Hubo una época en que el deporte, lejos de haber sido apropiado por la industria del entretenimiento, tenía jugadores rebeldes. Tal vez no necesariamente estaban fuera del sistema pero muchas veces jugueteaban con sus límtes, los sobrepasaban y después -en todo caso- regresaban. Revolucionarios y extravagantes, por lo general su objetivo dentro de la cancha era crear, cumplir un rol de ataque. Una de las pocas excepciones de este grupo fue el basquetbolista estadounidense Dennis Rodman, símbolo de Detroit Pistons y luego del mejor Chicago Bulls junto a Michael Jordan, cuya pasión era defender, impedir: mantener el statuo quo. Siempre «chico malo», fue elegido el mejor defensor de la NBA dos años seguidos. Pero en la mayoría de los casos se trataban de jugadores ofensivos que usaban su locura en función artística, como Diego Maradona y, también, Éric Cantoná.
Hoy hace 29 años, el 25 de enero de 1995, el delantero francés, entonces en el Manchester United -el mejor equipo de la época en Inglaterra y el mundo-, ejecutó la que puede ser declarada la patada más romántica o romantizada de la historia del fútbol: fue contra un hincha del equipo rival, el Crystal Palace, vinculado a los grupos de extrema derecha. «Patear a un fascista fue lo mejor que hice en toda mi carrera», diría Cantoná más tarde, al final de una carrera extraordinaria en lo deportivo, con múltiples títulos en Francia e Inglaterra y decenas de partidos en su selección nacional.
La patada karateca es una de esas historias que, como los buenos vinos, cuanto más tiempo pasa más se saborean. Cantona, hoy de 57 años, tenía antecedentes. No se las hacía fácil a las autoridades desde el comienzo de su carrera: todavía en Francia, en 1991 lo habían sancionado primero por tres partidos y luego por dos meses tras haberle tirado la pelota a un árbitro y gritado «idiotas» a dirigentes de la Federación de fútbol local. Enojado, con 24 años dijo que no jugaría más al fútbol, que abandonaba su carrera, aunque al tiempo se fue a Inglaterra y convirtió goles y ganó títulos, primero con el Leeds y luego con el Manchester United. Pero todo eso sería hojarasca en su trayectoria.
Cantona contra un fascista
El 25 de enero de 1995 fue expulsado en el estadio londinense de Crystal Palace y, mientras salía hacia los vestuarios al borde de la tribuna, un joven de 20 años, integrante de grupos de extrema derecha, le gritó: «Andate a tu país bastardo de mierda, volvete a Francia». Entonces Cantona saltó desde el campo para darle una patada que primero recorrió el mundo y luego la historia. Los primeros tiempos, sin embargo, no serían buenos: Manchester United lo sancionó por cuatro meses y le recortó el 50% de su sueldo el primer mes.
En lo que eran los años iniciales de la Premier League, la Federación inglesa convocó a Cantona y, recordándole aquel episodio de 1991 ante el tribunal francés, un dirigente le aconsejó que pidiera perdón. Que no querían reincidentes. Pero el delantero fue por más: «Pido perdón a todos, a mi club Manchester United, a mis compañeros de equipo, a los hinchas, a la Federación…y también quiero disculparme con la prostituta que compartió mi cama la tarde pasada«. Ante la prensa agregó: “Cuando las gaviotas siguen al pesquero, es porque piensan que las sardinas serán arrojadas al mar”, una frase que despertó numerosas interpretaciones.
Como recuerda una de las notas del periodista Ezequiel Fernánez Moores en su libro «Juego, luego existo», «La suspensión aumentó a ocho meses, la multa a 10.000 libras. Además, lo condenaron a dos semanas de cárcel, que conmutó con 120 horas de servicio comunitario. Volvió al Manchester para ganar dos nuevos títulos de Liga, distinciones y retirarse campeón a los 30 años, porque ya no tenía más para dar y enojado porque el departamento de marketing del club quería convertirlo ‘en una mercadería'». En todo caso, Cantona -nieto de un refugiado catalán en el exilio-, ya había hecho lo que, según dijo, había sido lo mejor de su carrera: aquella patada al fascista.
Retirado, Cantona propuso un boicot a los bancos contra el capitalismo. “Nosotros somos para los Dioses lo mismo que las moscas para los niños. Nos matan por deporte. Pronto, la ciencia no solo será capaz de frenar el envejecimiento de las células, sino que también las reparará y así seremos eternos. Solo los accidentes, los crímenes, las guerras nos matarán, pero desafortunadamente los crímenes y las guerras se multiplicarán. Amo el fútbol. Gracias”, dijo enigmáticamente en 2019, durante un sorteo de Champions League, ante la mirada sorprendida de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo frente a un deportista de otra época.