“Una celebración”. Que el autor defina así a su disco creado en plena crisis del 2001, y sacado a la venta a fines de noviembre del año siguiente, en una Argentina en ebullición, parecía un sacrilegio. Pero Gustavo Cerati siempre se mostró seguro de lo que hacía, confiado en lo que había logrado. Y el tiempo le dio la razón: a pesar de haber tenido cierta mirada esquiva de sectores de la prensa en ese momento (que se adhería al rock barrial en un contexto de estallido), Siempre es Hoy se fue volviendo un clásico. Casi un disco de culto, con joyas musicales y el testimonio de uno de sus mayores momentos como letrista. Esta semana, a 20 años de su quinto álbum solista, se lanzó un minidocumental sobre la grabación del disco.
Son 70 minutos repartidos en 17 canciones. Las suficientes como para ser un disco doble. Y de hecho así lo pensó el exlíder de Soda. Pero por la crisis, la discografía optó por sacarlo en un solo CD (la reedición en vinilo retomó el proyecto original y salió en dos LP). Cerati venía de Bocanada, de los 11 Episodios Sinfónicos y la banda sonora “+bien”. Diez años antes había hecho sus primeras incursiones fuera del grupo que lo vio volverse un ícono en todo el continente, con Amor Amarillo y el disco junto a Daniel Melero: Colores Santos. En esa década de distancia no solo se había separado la banda, también venía de cortar con Cecilia Amenábar, la artista y fotógrafa chilena con la que habían tenido a Benito y Lisa. La compañera con la que tuvo la relación más larga en toda su vida.
Al poco tiempo, Gustavo arrancó a salir con Deborah de Corral. Ese momento bisagra entre lo que se terminaba y lo que arrancaba, en medio de turbulencias y tempestades, marcaría el devenir del disco. Ahí entonces sobresalen temas teledirigidos a su ex como No Te Creo (“Hace tanto que es lo mismo/Escucharte/Esperando algún domingo/Que nos calme (…). La estupidez triunfa en este juego/Sé que dices la verdad, la conozco, te conozco, pero no te creo”); Karaoke, uno de los mayores hits, que aludía a las actuaciones de Cecilia en el viejo hotel de San Telmo Boquitas Pintadas, donde solía pasar música en vivo: “No te alcanza con improvisar/El descaro baby es parte de la diversión/Ahora vamos a ver tu show/En el cuarto de un hotel/Frente al mar”. Y Tu Cicatriz en Mí, donde confiesa: “Duele de placer/Tu cicatriz en mí”.
Hablé de vos, de tus ansias
A diferencia de sus trabajos anteriores, ésta vez Cerati quiso grabarlo desde un principio con banda, empezando a improvisar en vivo. Así fue que originalmente, entró al estudio Del Cielito con Flavio Etcheto, Leandro Fresco, Fernando Nalé, Pedro Moscuzza y Javier Zuker, a mitad del 2001. Encerrados en un estudio en Parque Leloir, alejados del ruido, mientras el país se los permitiera. La situación era un respiro a tanta angustia social, o una inspiración. Pero de ese resultante, al estilo spinettiano, salió el Cerati más sofisticado y visceral. La innovación y la ruptura que demandaba el momento iba más en el cómo que en el qué. El mensaje podía ser: la música, ante todo. Pero había tanta, y en un contexto tan difícil, que la grabación de alargó. Meses.
“Fue la primera vez que me tomé tanto tiempo en hacer un disco”, cuenta Cerati en una entrevista que reflota el minidocumental Cosas imposibles: a 20 años de “Siempre es hoy” de Studio Casablancas y Sony Music Argentina, disponible en YouTube a través del canal de Filtr Sur.
“En todos los discos de alguna manera me propongo, consciente o inconscientemente, cambiar un poco la metodología. Es algo que me refresca; pasa el tiempo y naturalmente uno se va interesando por otras cosas. Este disco lo empecé en marzo del 2001, cuando tuve las primeras canciones, pero decidí -al revés que con otros trabajos- hacer demos. Armé una banda, compuse muchos temas y volvió a la carga en una segunda andanada en el 2002, para rehacer esos temas, grabarlos e incorporar unos nuevos”, agrega.
En las imágenes se ven perlitas, como las participaciones de invitados tan eclécticos como lo es el disco. Paréntesis: los álbumes de Cerati suelen tener un concepto sonoro. Amor Amarillo y ese acústico familiero; Bocanada y ese intimismo gélido y surreal; Ahí Vamos y esas guitarras eléctricas; Fuerza Natural y ese folk siglo XXI. Pero Siempre Es Hoy no fue el pop lineal o superficial con el que se lo intentó etiquetar a fines de 2002 desde cierta crítica musical. Había caos, crudeza, turbulencia, pero también sofisticación y experimentos sonoros. Ahí, por ejemplo, aparece Domingo Cura aportando tu triple bombo a esa gema sonora que es Sulky (“Ojalá tuviera la energía que hay en vos/Para romper cadenas”); el rapero chileno Camilo Castaldi del grupo Los Tetas en Altar (“Soy mi propio altar”), y sobre todo Charly García, con piano acústico y Rhodes en Vivo y Sudestada, una balada rockera con aroma a encierro, lluvia y rotura (“Afuera mis entrañas/Adentro sigue en calma/Trataba de explicar, que ya no hay tiempo atrás/Hablé, hablé, de todo”).
También es un disco de samples. Algunos sorprendentes como el de “La carta” de Violeta Parra en Karaoke, el de “Lullaby” de The Cure en Amo Dejarte Así, o el de “Dazed and Confused” de Led Zeppelin en Vivo, uno de los puntos más altos del disco, que no fue corte de difusión pero que se volvió un clásico de los recitales, con frases tatuadas en el paradigma ceratiano: “Conocer la otra mitad es poco, comprender que solo estar es más puro/El fin de amar es sentirse más vivo”.
Tu cicatriz en mí
En la biografía Cerati, Juan Morris cuenta: “Las sesiones empezaron a fluir con la fuerza de una catarsis y en pocas semanas acumularon varias horas de grabación. Zuker llevó vinilos de su colección que usaron como disparadores. Sobre un piano de Herbie Hancock y un contrabajo, compusieron una canción de pop distorsionado que en el pizarrón del estudio bautizaron ‘Radiohead’. También samplearon ‘Dreams’ de Fleetwood Mac y los coros de un disco de soul. El negativo de toda esa combustión musical era la decadencia de su matrimonio.
Mientras avanzaban las sesiones, un paparazzi de la revista Caras lo fotografió con Deborah de Corral paseando a su perrito por Palermo y todo terminó de romperse. La revista Pronto publicó que Cecilia estaba saliendo con Francisco Bochatón, un ex protegido de Gustavo. De pronto, el fin del matrimonio perfecto del rock inundaba las revistas con rumores de infidelidades cruzadas y detalles melodramáticos. Que Deborah fuera la ex novia de Charly Alberti sólo le sumaba morbo a la noticia. En medio de todo eso, Gustavo intentó seguir adelante con las sesiones. Su forma de superar las crisis era abrazarse al futuro. Nunca había sido nostálgico; solía desprenderse del pasado con cierta indolencia, había dejado atrás a novias, amigos, bandas, convencido de que lo que viniera iba a ser mejor”.
Relata Morris que Andy Fogwill le regaló a Gustavo el libro de Emil Cioran Conversaciones, en el que el filósofo rumano retomaba la noción del eterno retorno que Nietzsche desarrollaba en Así habló Zaratustra. El presente no era un estado de tránsito entre el pasado y el futuro: «Gustavo siempre había encontrado una circularidad en la forma en que se adoptaban las cosas en su vida, había ciclos. La composición, la grabación y luego las giras con cada álbum. El enamoramiento, la fascinación y el fin de la ilusión con las mujeres». Pero también había un aprendizaje en cada una de esas repeticiones. Durante esos días, mientras leía el libro, empezó a pensar cómo todo eso se conectaba con el concepto de habitar el presente. La idea de pasado y presente como un espejismo. Ahí encontró el concepto que se convirtió en la frase central del nuevo disco: “Siempre es hoy”. En Más allá del bien y del mal, Nietzsche decía: “Todo lo que es profundo ama el disfraz. Todo espíritu profundo necesita una máscara”. Y en “Camuflaje”, una de las canciones nuevas que terminaría en el disco, Cerati escribió: «todo lo profundo ama el disfraz, separemos el amor de la avidez por mitigar el dolor ¿sólo por espinas desechar la flor?».
Siempre es Hoy vuelve sobre la idea del ahora, que ya estaba presente en temas como “Ahora es nunca” de Amor Amarillo, o “Aquí y ahora” de Bocanada (“Intenté buscar otras variantes, salir un poco del yo, pero esto me resulta más contundente. Suena mejor. Mi forma de trabajar las letras funciona a través de la música, no escribo ensayos”, declarará). También expone a Cerati hablando de los peligros artificiales de la tecnología en una relación (“este no es un invento, para pasar el rato/No hay ningún artefacto que sea visionario”), al tiempo que se permite versiones más romanticonas edulcoradas, casi autoparodiándose: “Estoy romántico y repleto de clichés, sin mi camuflaje me entregué a vos”.
Las cosas nunca caen de golpe
“Dos aviones chocaban contra las Torres Gemelas en Nueva York, la Argentina caía en un desmayo institucional estimulado por una crisis política, económica y social: el caos parecía envolverlo todo. Gustavo se quedaba hasta la madrugada haciendo zapping en la tele y mirando las emisiones nocturnas de Gran Hermano, dándoles forma a las zapadas y escribiendo frases en papelitos que dejaba tirados por los cuartos y después juntaba de forma aleatoria para construir las letras de las canciones. Había tanto material que empezó a pensar en grabar un disco doble, dividiendo los impulsos más rockeros de las incursiones electrónicas”, describe Morris.
El verano de 2003 llegó a superar los 40 grados de térmica. En ese calor cruel, Cerati estaba construyendo su nuevo hogar en Vicente López. Lo más urgente, o necesario, era el estudio de grabación. Ahí recibió a la Rolling Stone, a quien le contó cómo vivió el estallido del 2001: “El 20 de diciembre estuve metido todo el día en un estudio de televisión grabando la cortina de Fútbol de Primera. Ni estábamos enterados del cacerolazo que se estaba generando afuera. Es curioso, en el lugar donde nacen las noticias nosotros estábamos totalmente aislados. Pero en un momento, cuando enchufé mi guitarra, por el equipo apareció la voz de [Fernando] De la Rúa. Le dije a Gillespi, que dirigía la cosa: ‘Graben ya, filmen ya, porque está pasando algo histórico’”.
Y agregaba: “A mí no me interesa que todo funcione, pero semejante nivel de disfuncionalidad es intolerable. Digo esto desde mi lugar, el de un tipo que trabaja y es honesto. No tengo la idea de zafo como puedo. Le meto, laburo, como muchísima otra gente que vive en la Argentina”.
Mientras fumaba los Jockey Largo Suave (“Es una de mis excentricidades”), se refería al inicio del disco como “largas sesiones psicodélicas”. Después vino la seriedad de tomar una decisión, “y mi movilización cerebral fue demasiado fuerte para que pudiese seguir con la idea del disco”. En ese momento se estaba separando de su mujer, la ex modelo y fotógrafa chilena Cecilia Amenábar. “Para decirlo de alguna manera, las cosas nunca caen de golpe. La decisión de decir ‘pasamos a otro estado de vida’ llegó en esa época; antes de eso, yo tenía cierta comodidad”.
Y se daba el tiempo para apuntarle a sus ex compañeros hablando de los últimos tiempos en Soda: “empecé a darme cuenta de quiénes eran mis amigos y hasta qué punto afectaba eso a la situación de trabajo. Es complicado, porque hay una dependencia económica que es jodida. En mi caso yo era el compositor de la mayoría de los temas y por ende ganaba más dinero que el resto. Zeta decía que el grupo debía firmar todas las canciones. Eso me parecía válido siempre y cuando el esfuerzo fuera compartido, pero cuando soy yo el que está haciendo prácticamente todo, no me parece justo. Después de eso me agarró un poco de pánico por tener que enfrentar todo solo; aunque estaba muy amparado por el hecho familiar, acababa de ser padre por segunda vez”.
En la producción del disco estuvo involucrado Toy Hernandez, del grupo mexicano Control Machete. Y su primer corte fue Cosas Imposibles. Cuando Cerati falleció, Charly lo definió como “un arquitecto” de la música. Y Fito le agregó una descripción gráfica: el inicio del beat de Cosas Imposibles. Cómo cada sonido a su propio ritmo se va ensamblando metódicamente hasta terminar coincidiendo en una unidad. No solo eso, sino que lo hizo en el mayor hit pop del disco.
En aquella entrevista con la Rolling Stone contaba cómo fue el encuentro con Domingo Cura: «Fue una sesión impresionante. Era como escuchar drum n’ bass por primera vez. Cuando estábamos grabando, alguien, ahora no me acuerdo quién, me dijo que Domingo tiene 85 años. Yo no lo podía creer y eso me inspiró a escribir la letra. Después, en un par de reportajes comenté lo de la edad sin saber que estaba metiendo la pata. Un día me llama Domingo para decirme que estaba fascinado por el resultado de la canción. Al final de la charla me dice: “Che, haceme un favor, no digas más que tengo 85 años porque me estás mandando a la tumba. Tengo 72”. Me quería morir”.
Y agregaba, sobre el paso del tiempo: “No le doy bola. Pero desde el título del disco hay un acento en ese tema. Está relacionado con el hecho de ser músico, en donde el tempo y el tiempo tienen una importancia diferente de otro tipo de expresiones artísticas. Una de las primeras cosas que me impresionó de la utilización de la computadora en la música es la posibilidad de manipular ese tiempo (…). Siempre pensé que el momento más creativo de mi vida fue durante la adolescencia, cuando por primera vez me metí con mucha pasión en la música. Estoy seguro de que, durante todo el tiempo que siguió después, lo único que he tratado es de llegar a ese nivel de energía”.