“Pasé muchas noches que soñaba que tragaba arena. Me levantaba como loco a despertarla a mi mamá. Fue bastante feo, tuve psicólogos y un montón de cosas para recuperarme de ese día”, contó Agustín Módica sobre lo que vivió el 6 de agosto de 2013, cuando tenía 10 años y estaba con su abuela enfrente del edificio de Salta 2141, en Rosario. Fue uno de los sobrevivientes de la explosión causada por una fuga de gas que mató a 22 personas y dejó más de 60 heridos. A once años de la tragedia más grande que sacudió a esa ciudad santafesina, familiares y sobrevivientes participaron de la inauguración de un memorial y reiteraron su reclamo de justicia.
“Con mi abuela escuchábamos desde enfrente que había como un ruido de turbina de avión. Sabíamos que había una pérdida de gas. En el momento en que me estoy cambiando explota todo –relató el joven jugador de fútbol a radio Boing 97.3- Más allá de que sabíamos de la pérdida y que podía llegar a pasar algo, en el momento no pensamos que había explotado un edificio”.
“Este edificio vivió la tragedia evitable más dolorosa de la ciudad. Hoy nos encontramos acá para pedir justicia y memoria”, dijo María Eugenia Schmuck, presidenta del Concejo Municipal de Rosario, en el acto de inauguración del memorial “Salta 2141. Espacio Cultural y Educativo de la Memoria y la Música”. La obra, que aún no está concluida, comenzó a pensarse hace una década. Pero entre aprobaciones, expropiaciones de terrenos y pandemia, su concreción se postergó.
Estado en deuda
El gobierno santafesino encabezó el acto, con el gobernador Maximiliano Pullaro y el intendente Pablo Javkin en primera fila, pero fue la palabra de los familiares la que resonó con más fuerza. Eleonora López, hermana de Carlos, y Marcela Nissoria, esposa de Hugo Montefusco, fueron las encargadas de leer el documento consensuado en el reclamo por justicia.
“Como todos los años reiteramos la enorme deuda que tiene el Estado municipal y provincial con respecto a la causa”, expresaron, según consignó El Ciudadano.
El mensaje apuntó directamente a las autoridades: “Como solicitamos en aquellos tiempos, deberían haber tenido un rol mucho más activo en el reclamo de justicia, pudiendo constituirse como querellantes. Tampoco se gestionaron acciones políticas concretas como reclamar al Enargas y el Estado nacional, de quien depende la concesión de la empresa privatizada Litoral Gas, que brinda un servicio público tan peligroso como el suministro de gas a los hogares santafesinos”.
En relación a la compañía responsable, el discurso de los familiares exclamó: “Nos parece mentira que dicha empresa siga prestando el servicio como si nada hubiera pasado, gracias a la impunidad que le otorgó el Poder Judicial y la complicidad del Poder Político”.
En tanto, la familia de Débora Gianángelo -una de las 22 víctimas fatales- acudió a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que revise la causa penal que tuvo una sola condena: la del gasista que manipuló las instalaciones ese 6 de agosto. El resto, diez absoluciones. «La vida de mi hermana no tiene precio. La justicia falló al absolver a los culpables, negándonos la paz. La impunidad no la vamos aceptar. Nuestra lucha por justicia no cesará llevamos la causa a la CDHI otra vez en soledad siendo la única familia«, escribió su hermano Adrián en X.
La vida de mi hermana no tiene precio. La justicia falló al absolver a los culpables, negándonos la paz justicia La impunidad no la vamos aceptar. Nuestra lucha por justicia no cesará llevamos la causa a la CDHI otra vez en soledad siendo la única familia.#Salta2141 #rosario pic.twitter.com/IaSJW76KO8
— Adrian Gianangelo (@AGianangelo) August 5, 2024
De la “falta de controles” a la “masacre”
Hugo Montefusco tenía 56 años y vivía momentáneamente en Salta 2141 el día de la explosión. Por un cambio de turno en el trabajo, esa mañana estaba allí. Fue una de las 22 víctimas fatales. Su esposa, Marcela, fue la encargada de entregarle en nombre de los familiares al gobernador el informe de la Auditoría General de la Nación sobre lo ocurrido aquel 6 de agosto.
“Este informe fue gracias a la lucha de los familiares y deja plasmado que la empresa Litoral Gas tuvo serias responsabilidades junto con el Enargas que, lejos de controlar y velar por la seguridad de los usuarios, fueron encubridores y también responsables de la falta de controles, antes, durante y después de la masacre”, remarcó la mujer.
“Con la esperanza de que se tome en cuenta dicho documento, el cual es de suma importancia para velar por la seguridad de todos los santafesinos y para controlar un servicio público seguro y de calidad. Solicitamos a este gobierno la participación de un representante santafesino en el directorio del ente regulador”, insistió.
Un umbral entre realidades
Agostina, hija de Hugo Montefusco y arquitecta, fue quien explicó lo que simboliza la obra del memorial.
“La puerta representa el umbral entre dos realidades. La exterior, simbólicamente caótica, y la interior, en representación del orden sagrado. El 6 de agosto de 2013 este simbolismo pierde el orden de sus componentes de una manera dantesca”, describió.
Y añadió: “La construcción del memorial vuelve a equilibrar y revalorizar el significado del dentro y del afuera” porque “el diseño del portón restablece el umbral e intenta conectar visualmente a través de su transparencia y permeabilidad con el recurso de perforaciones”.
Cada nombre de las 22 víctimas está grabado en las paredes y una placa cuenta los hechos ocurridos el 6 de agosto de 2013, a las 9.38, sumado a un QR para quien quiera conocer más sobre la historia. Durante el acto dentro del recinto se nombró a cada una de las personas que perdieron la vida y se pidió “Memoria y justicia por ellos”. La lectura de la lista de nombres estuvo a cargo de Nora Giraudo, madre de Maximiliano Vesco, un joven de 29 años, martillero público y fanático de Newell’s, que vivía en el 2° C de Salta 2141.
Fue uno de los 63 departamentos que se desplomaron hace once años. Según se pudo reconstruir, la mañana del horror la llama del calefón del departamento de Luisina Contribunale –odontóloga de 34 años-, en el octavo piso, no se apagaba. Cuando el gas empezó a salir por el pasillo, ella salió del departamento y se encontró con su vecino Santiago Laguía, de 25 años y a punto de recibirse de médico. Sus cuerpos fueron los últimos que hallaron los rescatistas. Habían intentado escapar.