Frente al desafío del 2025, el gobierno se lanzó a una oleada mediática triunfalista, extendiendo la apariencia de los supuestos logros de su gestión, con la mira puesta en las elecciones de medio término. El presidente Milei ya avisó que este año será de motosierra profunda, o sea más penurias para la mayoría del pueblo humilde y las clases medias, disfrazadas de epopeya anticasta. El jefe de Estado anticipó que implementará más desregulaciones, una agenda de nuevas privatizaciones de los bienes públicos y el impulso de una reforma laboral “verdadera”.
Si el gobierno avisa que va a hacer más de lo mismo, lo primero es repasar y realizar una verdadera ponderación de sus “éxitos” de 2024. En la realidad se tratan de espejismos, cuyo propósito es que la población acepte otro año más de sacrificio, continuando con el plan de miseria planificada, que Rodolfo Walsh denunciaba en su histórica “Carta abierta a la Junta Militar”. El cierre del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, en la ex ESMA, y el desmantelamiento de la Secretaría de Derechos Humanos, se inscriben en la intención política de negación de la lucha por la Memoria colectiva, y todos los símbolos que salvaguardan la dignidad y el dolor de las víctimas del genocidio de la dictadura cívico-militar.
El principal caballito de batalla que muestra el gobierno es la reducción de la inflación. En realidad, baja la tasa de inflación auto infligida con la devaluación del 118% cuando asumió. Se trata de un viejo truco: aumentar el nivel de una variable para que luego toda comparación parezca a la baja. Es cierto que a fin de año hay inflaciones mensuales menores al 3%, pero la interanual en noviembre fue de 166% y la acumulada del 2024, 112%. Este propósito provocó un apagón de la economía, con caída del producto y un mercado cambiario abombado, a partir del atraso del tipo de cambio dirigido por el gobierno libertario, que paradójicamente reniega del intervencionismo estatal.
La economía real, o sea la relacionada con la vida ciudadana, no levanta. El ministro de Economía Caputo intentó torcer la realidad: “Fue la recesión más corta en un plan de estabilización, duró dos trimestres y la recuperación, más que en «V», fue un cohete para arriba”. En realidad no hubo ninguna «V». En todo caso la B del descenso. Al mes de octubre (último dato disponible) el PBI aún se encontraba en un 2,8% negativo acumulado, o sea por debajo de los niveles registrados en igual período del año anterior. Los tres sectores que aportan el 35% del producto interno bruto fueron a la baja, mejor dicho, se derrumbaron: la industria manufacturera (-11,3%), el comercio mayorista y minorista (-9,6%) y la construcción (-18,8%).
Cabe recordar que el sector agrícola creció, pero como consecuencia de la comparación con la gran sequía del 2023. Sin ese sector, influido por el contraste con el período anterior, el nivel de actividad acumulado habría retrocedido interanualmente, un 4,8%. Justo a fin de año se coló una noticia inoportuna: el anuncio de default de tres empresas importantes del sector agrícola, de grandes sojeros de la zona núcleo de la Pampa Húmeda. Cabe preguntarse: ¿cómo será el comportamiento del resto de los sectores productivos, como la industria manufacturera, que afronta un mercado interno empobrecido, al que ahora se agrega la apertura a la competencia importadora?
Según un informe del CEPA (Centro de Economía Política Argentina), desde que gobierna Milei cerraron 11.931 empresas. Entre los sectores más afectados se encuentran el comercio al por mayor y al por menor; reparación de vehículos automotores y motocicletas, servicio de transporte, construcción y el rubro profesionales, científicos y técnicos. Un sindicalista metalúrgico señaló: “Fue un año con caída de la actividad muy fuerte, del 40% en promedio. Es una situación atípica, y ni siquiera en este segmento puede atribuirse todavía a la apertura de importaciones, que todavía no se refleja del todo”.
La retracción de la economía también golpeó en los niveles de empleo. Durante el tercer trimestre de este año la tasa de desocupación alcanzó 6,9% cuando en el mismo periodo del año anterior estaba en 5,7%. Además, se redujo la cantidad de trabajadores registrados y creció la de cuentapropistas, indicios claros de la precariedad creciente.
Esta crisis económica no es la resultante de algún evento climático extraordinario, fue generada por el gobierno, a partir de la devaluación récord, y la política de la que se jacta declarando estar haciendo “el mayor ajuste en la historia de la humanidad”. Si observamos los indicadores de pobreza e indigencia, o sea de la gente que pasa hambre; vemos que si hay algo que no tiene este gobierno, es humanidad. Justamente el ajuste del gasto afectó a los núcleos más vulnerables.
Del total del celebrado recorte, el 37% corresponde a las prestaciones sociales (jubilaciones -contributivas y no contributivas-, la AUH, las asignaciones familiares, el PAMI, y programas como Potenciar Trabajo, Progresar y alimentarios, entre otros). Le sigue en importancia la práctica paralización de la obra pública, con una participación en la merma del 23,7%, que afecta significativamente a gran cantidad de empresas de la construcción, y a sus trabajadores de todo el país. La reducción de los subsidios económicos (cuya contrapartida son los aumentos de las tarifas de servicios públicos) colabora con un 12,8% del total del ajuste, más los gastos de funcionamiento del Estado Nacional con 12,6% (recorte en el cual más de dos tercios corresponden a salarios).
Todo este sacrificio de la gran mayoría de la sociedad, se hizo para alcanzar un saneamiento financiero, para después descubrir que tras un año de devaluación, tarifazos, despidos, buena letra ante los mercados para bajar en el riesgo país, el dólar calmo, etc; las reservas netas son prácticamente las mismas que tenía el gobierno anterior: apenas crecieron 132 millones de dólares. La dificultad para acumular reservas, ya sea para pagar los vencimientos de la deuda, como para iniciar un ciclo de crecimiento, sigue siendo crónica.
El blanqueo, fue un tiro por única vez, que le permitió al gobierno llegar a fin de año, al menos mostrando las mismas reservas netas que tenía Massa. Muchas promesas de campaña siguen en espera: difícil que los libertarios saquen el cepo, quiten las retenciones al campo, dolaricen la economía y todos cobren en dólares, cierren el Banco Central.
Milei dice que seguirá con su plan de destruir el Estado desde adentro: “Hicimos un primer gran recorte y ahora vamos a las cosas más profundas, que no es solo desregular (…) sino que implica una nueva reforma al Estado para achicarlo más todavía”.
La respuesta la tiene el pueblo y sus organizaciones políticas, sociales y culturales, tanto en las plazas como en las urnas. Las víctimas de este proyecto político: los trabajadores, los jubilados, los pequeños empresarios, los estudiantes deberán ser los protagonistas, nucleados en una unión política muy amplia que encauce la potencialidad y las reservas democráticas de las mayorías sociales.