Qué hacemos luego de que 24 personas murieran por consumir cocaína adulterada? ¿Hablamos en serio de drogas y narcotráfico, por fin? ¿O nos conformamos con la detención de ‘El Paisa’ y unos cuantos más (que lejos están de ser los grandes capos narco)? ¿Y después acá no pasó nada? Y los comisarios, policías y jueces cómplices del narco, ¿quiénes son?, ¿en dónde están?, ¿lo sabremos algún día?
¿Culpamos a las víctimas de su muerte? ¿Entenderemos que los usuarios de drogas (y los ‘soldaditos’ y las ‘mulas’) son víctimas de políticas que los estigmatizan y criminalizan? ¿Escucharemos a sus familias? ¿Sabremos que no todos los consumidores de sustancias tienen problemas de adicción? ¿Y que el consumo problemático debe tratarse como un problema de salud, no de ‘inseguridad’?
¿Asumiremos las y los periodistas la responsabilidad que nos toca para informar con sensatez y colaborar en un necesario debate social sin tabúes ni prejuicios? ¿O seguiremos viendo más gritos alarmistas, más ignorancia, más amarillismo, más víctimas revictimizadas? ¿Y escuchando barbaridades como que Argentina ya es ‘un narcoestado’ o que se está ‘mexicanizando’, como si acaso eso fuera posible? ¿Seguirán lucrando con los muertos? ¿Continuarán fomentando la indignación momentánea y no la comprensión de un problema social?
¿Desarmaremos la falacia global de ‘la guerra narco’? ¿Entenderemos que el prohibicionismo de las sustancias no sirvió más que para inflar artificialmente los precios y consolidar un negocio que es multimillonario gracias, precisamente, a su ilegalidad? ¿Estudiaremos la historia de las drogas y el narcotráfico para descubrir que no son lo mismo, y que las políticas que impuso Estados Unidos se basaron más en prejuicios xenófobos y racistas que en estudios científicos, médicos, sociales? ¿Y que la ‘guerra’ que convocó Nixon hace cinco décadas no sirvió de nada porque hoy hay más consumo, más producción, más sustancias (y más poderosas), más cárteles, más narcos, más ganancias exorbitantes y, sobre todo, muchísimos más muertos? ¿Haremos a un lado la hipocresía y la moralina que suele teñir este debate?
¿Se animará el gobierno a cambiar las políticas de drogas? ¿Comprenderá que urge, que es una prioridad? ¿O dejará que todo siga igual, con escándalos ocasionales y más víctimas? ¿Innovará para invertir en campañas y políticas de prevención y de atención, que hoy son inexistentes? ¿O el parámetro de la ‘lucha contra el narcotráfico’ seguirán siendo las detenciones en masa y las incautaciones de sustancias que en nada modifican el negocio? ¿Seguiremos viendo a funcionarios que aprovechan tragedias como esta y convierten los operativos en shows, en parte de sus campañas políticas? ¿Algún día sabremos a dónde van a parar, de verdad, las ganancias? ¿Conoceremos los nombres y rostros de los financistas y banqueros que lavan el dinero narco?
¿Se replicará el ejemplo de la Provincia de Buenos Aires para intensificar las campañas de reducción de daños con información, sin juicios ni condenas? ¿Se estudiarán los casos de Portugal, Uruguay y otros países para comprobar que sí hay alternativas?
Ojalá pronto tengamos respuestas. Seguimos. «