Aunque el cierre de listas del 2025 esté a años luz de este volátil presente, en La Libertad Avanza ya empiezan a ver los primeros brotes verdes de conflictos. En medio del ‘operativo lanzamiento’ que inició la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, para aterrizar con el partido oficialista en las 24 jurisdicciones que elegirán legisladores el próximo año, las internas no resueltas se transforman en amenazas y la aparente calma con la que el equipo de la hermana presidencial planea construir músculo político empieza a ponerse en duda.
El todavía controlado foco de conflicto que amenaza al oficialismo viene desde adentro, una viciosa costumbre que no pueden -o no quieren- abandonar. Lejos de alejarse, como pretenden desde el primer piso de la Casa Rosada, Victoria Villarruel revolotea. Recluida en el Senado por decisión expresa de Karina Milie, la vice reparte su tiempo entre tender lazos con la oposición dialoguista de la Cámara Alta y potenciar su agenda propia fuera del Congreso.
De viaje por España, donde participó de la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre Víctimas del Terrorismo, la vice se encargó de exponer un perfil diametralmente opuesto al de su compañero de fórmula. Con escaso vínculo con la prensa y sin participar de ningún acto partidario, Villarruel se limitó a participar de encuentros protocolares con las principales figuras políticas del Reino. Su paso por el viejo continente culminará este lunes con una visita al Papa Francisco. La noticia del encuentro enfureció a los Milei, quienes ordenaron al secretario de Culto, Nahuel Sotelo, que se anticipe y visite al sumo pontífice días antes que la vice. La guerra por el protagonismo está declarada.
Si bien sus colaboradores tienen terminantemente prohibido acercarle una encuesta, puesto que desconfía casi por completo de ellas, Villarruel sabe que los números la acompañan. Los resultados de la encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública que realiza la Universidad de San Andrés expone que la vice cuenta con un 43% de imagen positiva. Eso no es todo, el mismo informe advierte que tiene menor margen negativo que el propio presidente, que ya cosecha un 52% de descontento. En las mediciones de la consultora MIDE, la aceptación de la presidenta del Senado sube al 51%.
Con este escenario, en las terminales de la vice miran con entusiasmo el armado del próximo año. Aunque reconocen la distancia con la madre nodriza libertaria, entienden que la buena imagen que cosecha Villarruel en el interior y la falta de cuadros propios de LLA serán factores fundamentales para que, inevitablemente, los encargados de confeccionar la estrategia electoral del próximo año vayan tras su falda.
En Balcarce 50 refunfuñan. Mientras intentan desprestigiar las mediciones de las reconocidas consultoras, también se toman el tiempo para defenestrar a la compañera de fórmula del líder libertario. “La gente no sabe si Villarruel es hija de militares o Montoneros”, dicen, chicaneros, desde un importante despacho. Los dichos envuelven un dardo venenoso. La vice no sólo construyó su imagen negacionista de los crímenes de la última dictadura aferrada a la reivindicación del discurso que iguala la responsabilidad del aparato estatal con la militancia de los 70, sino que toda su familia se ampara bajo el manto castrense. Por debajo del cinturón.
En Rosada también se envalentonan al advertir que toda la imagen positiva de Villarruel es por obra y gracia del presidente. “Es lógico que tenga menos detractores porque no toma ninguna decisión y sólo se dedica al reunionismo en el Senado”, dicen desde un despacho con acceso directo al del presidente. En el Congreso no se quedan callados y retrucan. “Nosotros no tuvimos ningún quilombo desde que asumimos. Allá (en Casa Rosada) les explota uno nuevo todos los días”, se defienden.
Cada vez más lejos de poder firmar la paz, el mismo ladero presidencial jura que la vice no volverá a formar parte de la mesa de decisión del gobierno. Sin embargo, y con la larga lista de vicepresidentes detractores que lograron sacudir las bases de sus propios gobiernos, en el oficialismo se apresuran a marcarle la cancha a una Villarruel cada vez más separatista. “Si ella decide sacar los pies del plato antes de tiempo, los 45 puntos que tiene van a pasar a ser 12”, lanzan casi como una amenaza. En el Senado recogen el guante. “No gastamos pólvora en chimangos, ya nos van a venir a buscar”, dicen confiados.
Lo cierto es que el tiempo y el espanto juegan a favor de los villarruelines. En las próximas semanas, el gobierno deberá iniciar el tratamiento del Presupuesto 2025, la principal hoja de ruta que tendrá el Ejecutivo para intentar acomodar una economía cada vez más tambaleante. Con la imposibilidad de extender el actual -puesto que la legalidad permite sólo una renovación de este plan, instancia ya utilizada este año-, el gobierno sacará a todos los jugadores a la cancha para intentar meter un último gran gol legislativo para lo que queda del año.
De esta forma, uno de los encargados de entablar los puentes entre el Congreso y la Rosada confirmó a este medio que el oficialismo pedirá formalmente a Villarruel que se involucre en las negociaciones con la oposición para escuchar los requerimientos y llegar a acuerdos para que estos sectores cedan sus votos. Los alfiles del libertario ponen en el ojo el fluido vínculo entre la vice y José Mayans, cabeza de la bancada peronista, dueña de la primera minoría en ambas cámaras. “Si logramos que Unión por la Patria nos apoye, el Presupuesto sale sólo”, razonan en Casa de Gobierno.
En el Senado reciben con entusiasmo la promesa de este llamado, pero anticipan que no abandonaran su juego propio. “Ella es la vicepresidenta y fue tan electa como él. No vamos a dejar de trabajar porque algunos chicos no pueden controlar su ego y su deseo de destrucción”, devuelven, tácitamente, contra quien creen que es el encargado de operar contra Villarruel, el asesor todoterreno Santiago Caputo. «