La gobernadora María Eugenia Vidal cerrará el jueves la campaña «por el milagro» que inició luego de quedar a casi 18 puntos de distancia de su rival del Frente de Todos, Axel Kicillof, en las PASO. Lo hará con un acto alejado de los estándares PRO y más cercano al peronismo. Será en una cancha, sin escenario 360° y rodeada por la militancia.
Tras la derrota de agosto, la mandataria llevó adelante una campaña en soledad y bien desmarcada de Mauricio Macri, dejando a un lado la «big data» del jefe de Gabinete, Marcos Peña -a quien señalan como el principal culpable de la caída- y volviendo a la cercanía con los vecinos. Y el cierre que planeó con su mesa chica va en ese mismo sentido: eligió un espacio abierto, la cancha de Platense, en Vicente López, y puso a trabajar a los intendentes para movilizar a alrededor de 18 mil personas entre militantes, funcionarios, fiscales y candidatos, una movida impensada tiempo atrás.
El cambio de cábala, en cierres anteriores, Cambiemos había elegido el distrito de Lanús y ahora será en Vicente López, no fue casual tampoco. El distrito donde gobierna Jorge Macri es una de las dos comunas del Conurbano donde la gobernadora obtuvo una amplia ventaja sobre Kicillof, al obtener el 56% de los votos contra el 27% del diputado nacional. En Lanús, en tanto, cayó derrotada igual que su intendente, Néstor Grindetti.
En otra diferencia con la campaña anterior, esta vez Macri no será de la partida. Es que el presidente cerrará ese mismo día su propia campaña en Córdoba. El dato no es menor y también es signo de los tiempos que vendrán.
La relación entre Macri y Vidal está «congelada», más allá de la tregua pactada por la campaña y su participación en las marchas del #SíSePuede. Vidal ya piensa en su futuro político después de diciembre y en cómo plantarse como jefa de la oposición bonaerense, ya que de repetir los resultados de las PASO y aún perdiendo, conservará un número importante de legisladores en ambas cámaras de la Legislatura provincial. Todo esto dentro de un «posmacrismo» que imaginaba hasta hace días, igual que el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, sin Macri.
Sin embargo, los gestos y las palabras del presidente en las últimas marchas del #SíSePuede y las confesiones a su círculo íntimo comenzaron a generar grieta hacia adentro del propio oficialismo que ya lo hacía fuera de la política después de diciembre. «Hay gato para rato, eso me gusta», dijo en tono jocoso en Chaco, provincia a la que confundió con Corrientes. Esa alusión terminó de disparar las lecturas tanto entre los funcionarios vidalistas como en las filas radicales en torno a que Macri buscará erigirse en jefe de la oposición. Claro que todo dependerá también de los votos que obtenga el próximo domingo.
Más allá de la inquietud que generó el mensaje de Macri, Vidal ya dio señales de cómo piensa y quiere ejercer su nuevo rol. Lo hizo el miércoles al abrir el Coloquio de IDEA en Mar del Plata ante un auditorio compuesto por los dueños y los CEO de empresas nacionales. No sólo ratificó que, si pierde, seguirá haciendo política en la provincia, sino que tiró una definición con la que volvió a diferenciarse de Macri: «El futuro es sin grietas», dijo. Y amplió: «La grieta nos llenó de prejuicios, que de un lado están los corruptos y del otro los insensibles; hay buenas y malas personas en toda la vida política, con buena voluntad se puede llegar a consensos. Muchas cosas buenas las hicimos con la oposición».