El jueves por la tarde, hora local, miles de argentinos varados por todo el mundo siguieron atentamente las casi dos horas de videoconferencia que el canciller Felipe Solá mantuvo con los integrantes de la Comisión de Relaciones Exteriores de Diputados, presidida por Eduardo Valdez. Más allá de los datos duros ofrecidos por el funcionario, buscaban algún tipo de respuesta a sus reclamos: volver lo antes posible al país en medio de la pandemia. Algunos pudieron despejar dudas, otros se desilusionaron y hubo quienes se esperanzaron, pero lo cierto es que deberán armarse de gran paciencia, ya que el retorno de todos no demorará menos de un mes más.

“La pandemia ocupa el 90% de nuestro tiempo”, advirtió Solá, quien se mostró orgulloso de las medidas implementadas: “Todos los consulados hicieron alrededor del 10 de marzo una lista de argentinos que querían volver”. La nómina, describió, iba de mayor a menor con respecto a la fecha del pasaje de vuelta de las distintas aerolíneas. “Esa lista podía ser alterada” de acuerdo a las “vulnerabilidades”, o no, que presentara el pasajero: su edad, el estado físico, tratamientos médicos o dependencia de medicamentos, entre otras razones. “No hicimos un protocolo, esto quedó a criterio de cada cónsul, embajador o agregado de negocios, dependiendo el lugar”, aclaró Solá.

Fuentes de Cancillería confiaron a Tiempo que aún resta repatriar entre 10 mil y 15 mil argentinos, quienes a su vez están identificados en tres grandes grupos: los que se habían ido de vacaciones y las aerolíneas les suspendieron los vuelos; quienes estaban fuera del país bajo la modalidad “work & travel”, sobre todo jóvenes que trabajan en zonas turísticas, de temporada, pero debido a la pandemia se quedaron sin trabajo; y aquellos que residen desde hace un tiempo en otro país pero, dado el contexto, prefieren volver a la Argentina y hacer la cuarentena aquí.


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Con respecto al primero de los grupos, ya se repatrió a cerca del 90 por ciento. Del 16 al 31 de marzo volvieron cerca de 154 mil argentinos, ya sea por vía terrestre, aérea o marítima, de los cuales entre 60 mil y 70 mil lo hicieron en los denominados “vuelos humanitarios” costeados por el Estado Nacional por un monto superior al millón de dólares, según precisó Solá ante los diputados.

Entre los que restan, cada caso es diferente a otro: algunos se pagan alojamiento y comida, otros se las arreglan como pueden y hay quienes reciben entre 25 y 32 dólares diarios.

El arquitecto Juan Carlos Reynoso Vizcaíno, de 62 años, es la cara visible de un grupo de varados en Costa Rica que empezó con 200 personas, llegó a ser de 350 y el viernes se redujo a 190. El hombre viajó para acompañar a su pareja, quien debía exponer en un congreso sobre cuidados paliativos para pacientes oncológicos, cancelado por la pandemia. Desde ese momento, ambos intentaron regresar, sin suerte. En primera instancia, porque Avianca, la empresa por la que habían volado, decidió dejar todos sus aviones en tierra hasta el 2 de mayo. Después, el Estado argentino comenzó a priorizar pasajeros más vulnerables.

“Estamos muy bien organizados. Y por más que el Estado crea que no hay personas de riesgo, entre nosotros tenemos decenas bajo estas circunstancias, como ser mayores de edad, embarazadas, etc.”, cuenta a Tiempo Reynoso, quien destaca su caso en particular: “Tengo una hija con multidiscapacidad y una madre mayor de 90 años. Ambas se quedaron sin sus cuidadores y me urge volver al país para hacerme cargo de ellas”.

El arquitecto destaca que, responsablemente, cada uno de los argentinos varados en Costa Rica se autoimpuso la cuarentena, “y ninguno tuvo síntomas de haber contraído la enfermedad. Pero el riesgo que corremos es tremendo, porque acá no es obligatorio el aislamiento. Estamos muy expuestos”, resume Reynoso, quien además se quejó de “la actitud de Avianca y Copa, que no nos ofrecen variantes. En cambio, Latam, ya que Aerolíneas Argentinas no viaja para acá, acordó repatriar a sus pasajeros con la anuencia de las autoridades argentinas”. Al cierre de esta edición, habían salido 160 pasajeros de Latam hacia Buenos Aires.

Una incertidumbre similar tienen la psicóloga Claudia Osiani, de 64 años, y su marido, el contador Juan Federico Henning, de 65, quienes el 7 de marzo zarparon en el crucero Zaandam para recorrer la Patagonia argentina y chilena. En medio de la travesía se desató la pandemia, y los 1200 pasajeros quedaron a la deriva, registrándose al menos cuatro muertes a bordo. Después de una larga pesadilla de varios días, que incluyó el pase a otro crucero, el Rotterdam, y el cruce del Canal de Panamá, la pareja llegó a Miami, donde la mayoría de los pasajeros fueron repatriados a Europa.

A primera hora del viernes, ellos y once argentinos más –seis de ellos, tripulantes– habían abandonado el Rotterdam con la idea de subirse a un chárter pagado por la empresa que administra el crucero para poder llegar, aunque sea, a Uruguay. “Pero luego de deambular durante horas y en las peores condiciones, nos volvieron a llevar al crucero, porque desde Argentina no quisieron que hagamos el viaje. Estamos indignados y desesperados”, explica la mujer, ahora rumbo a las Bahamas.

Desde Cancillería remarcaron que “a partir del último decreto se estableció que sólo podían entrar al país 700 personas por día, pero hoy ingresan solamente 350. Nuestra prioridad es traer a todos los que se pueda, pero no es algo que decidimos sólo nosotros. Es una negociación entre Estados, y muchos de los vuelos son organizados con las áreas de Transporte y Salud”. De esta manera, las fuentes justificaron que se hayan cancelado muchísimos vuelos que ya estaban previstos.