Ese fue el grito del conductor que pasó por nuestra calle el domingo por la noche, aquí en Rio de Janeiro, cuando las cacerolas contra el presidente empezaron a apagarse. Pasó con su auto a todo volumen apoyando a Bolsonaro y mandándonos a todos a trabajar, a los gritos. La misma frase fue repetida el fin de semana pasado en las “carreatas” en varias ciudades de Brasil. El desfile de autos último modelo, las banderas de Brasil y la construcción verbal de la frase (vayan -ustedes- a trabajar) revelan la indignación que tomó al bolsonarismo. Los empresarios Junior Durski, Luciano Hang, Roberto Justus y Alexandre Guerra dieron declaraciones memorables: Brasil no puede parar por causa de algunos miles de muertos por el coronavirus, el desempleo y la recesión van a traer problemas mayores. Para Alexandre Guerra, de Giraffas fast-food, su preocupación se volvió realidad. Su padre, dueño de la red, lo separó de la empresa por sus declaraciones.
Las “carreatas” fueron la respuesta del bolsonarismo para demonstrar apoyo al presidente. El llamado a terminar con el aislamiento social parecía que lo llevarían a una caída inevitable. Periodistas que hicieron campaña por la salida de Dilma, empezaron a decir que Bolsonaro debía irse. Su discurso del 24 de marzo fue el extremo de la provocación: había que abandonar la política de tierra arrasada de gobernadores e intendentes -aplaudida por periodistas- ya que causaría más tragedias que el coronavirus y volver a la escuela y al trabajo, cuidando sólo a los que son más vulnerables. Después de alinear a su base más rabiosa contra todos los que quieren parar el país (incluidos los gobernadores de derecha que apoyaron a Bolsonaro en las elecciones), el presidente volvió al discurso “centrado” de llamar a la unidad para luchar contra el coronavirus. Si el discurso del 24 de marzo fue el reflejo de sus hijos y del ala ideológica del gobierno, el discurso del 31 de marzo fue el discurso del ala militar. La respuesta fue inmediata. Según la editorial del diario O Globo, el martes Bolsonaro encontró el mejor tono. “El pronunciamiento fue bienvenido por indicar la unión necesaria frente a la crisis histórica.” Ayer, el cacerolazo fue tímido.
El bolsonarismo como método continúa dando resultados: la producción sistemática de crisis cuyo principal fator de equilibrio está dentro del mismo gobierno, sea con el equipo económico, los militares o el ministro de salud. A cada nueva situación, la desconexión con la realidad y la provocación parece que van a romper el equilibrio. Hasta ahora no ha sucedido. Tal vez el coronavirus lo consiga. Sin embargo, por más que lo critiquen, los sectores que apoyaron a Bolsonaro en las elecciones seguirán apoyándolo en tanto y en cuanto cumpla su papel y baje los decibeles cuando se extrapola. Claro que incomoda. Siempre incomodó. Pero la verdad es que Bolsonaro continua a ser el elemento amalgamador de una estrategia que continúa rindiendo y que articula militares, empresarios, políticos y periodistas. Aquellos que prefieren defender el liberalismo económico del gobierno, el pragmatismo equilibrado de los militares o la aparente competencia de algunos ministros, olvidan de subrayar que todos los miembros del gobierno comparten la ideología conservadora, la defensa irrestricta del mercado como mecanismo privilegiado de gobierno – privatización, contracción del Estado y reducción de derechos laborales y sociales – y la delirante narrativa de la guerra fría adaptada a los tiempos contemporáneos según la cual el marxismo, y su adaptación chavista latinoamericana, continúa buscando el poder con guerras hibridas y movilizaciones populares para acabar con la libertad de nuestro mundo. Olavo de Carvalho, el gurú bolsonarista que vive en Estados Unidos, es delirante. Pero cuando leemos cuadros militares como Sérgio Augusto de Avellar Coutinho o Carlos Alberto Pinto Silva, descubrimos que algunas visiones son más extendidas y enraizadas. La nota del Ministerio de Defensa leída en los cuarteles el día 31 de marzo en conmemoración de los 56 años del golpe militar es reveladora. “El movimiento de 1964 es un marco para la democracia brasilera” pues evitó ceder a los sueños utópicos “con promesas de igualdades fáciles y libertades mágicas.”
Mientras tanto, el número de muertos e infectados sigue creciendo. Ayer, 2 de abril, eran 299 muertos y 7910 infectados por coronavirus confirmados. Desde el lunes, el supermercado tiene una mampara transparente que separa a las cajeras de los clientes. Un mensaje pide que mantengamos distancia de otros clientes. El martes murió la primera vecina del barrio por coronavirus. Era peluquera.