La derecha despliega una campaña de comunicación filo fascista. “Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones”. Esta consigna de Joseph Goebbels se cumple al dedillo.
Cuando el ritmo de llegada de vacunas era entrecortado porque los laboratorios no cumplían los plazos, como ocurrió en todo el mundo, la crítica era por el ritmo de vacunación. Ahora, Rusia escaló la producción, AstraZeneca se destrabó y se amplió el acuerdo con China. Hay un aluvión de dosis y comenzó el ataque porque el segundo componente de la Sputnik no se escaló todavía como el primero. El récord del absurdo fue la crítica porque las vacunas tienen un tiempo entre que aterrizan en Ezeiza y se aplican.
La Argentina está inoculando al 5 % de su población por semana. A este ritmo, a fines de julio estará vacunado el 60% con al menos una dosis. Y si la vacuna de Sinopharm comienza a utilizarse en menores de 18, a fines de agosto se estaría cerca de la inmunidad de rebaño. Son pronósticos aproximados.
Hay un análisis político equivocado circulando. Sostiene que los oficialismos están perdiendo elecciones por el desgaste de la pandemia. Como tantas interpretaciones, tiene mucho de expresión de deseo.
En Inglaterra, en el mes de marzo, los conservadores hicieron una de las mejores elecciones de las últimas décadas. Ganaron en ciudades que eran bastión histórico del laborismo. La explicación del resultado nunca puede ser la mejora de la situación social. La economía inglesa cayó ocho por ciento en 2020, parecido a la Argentina que se contrajo nueve. ¿Por qué ganaron entonces? Por la campaña masiva de vacunación que pudo impulsar el gobierno de Boris Johnson durante diciembre, enero y febrero.
El otro caso de un oficialismo que ganó en pandemia es México. Andrés Manuel López Obrador triunfó en las elecciones de medio término que se hicieron hace un mes. La derecha mediática tuvo que hacer un enorme esfuerzo para presentar el resultado de otra forma. Infobae tituló: “López Obrador no logra los dos tercios en el Congreso Federal”.
Esta contorsión periodística tiene una explicación. Uno de los slogans que se despliegan hoy en Argentina es que el país está a siete diputados de que una bruja con varita lo transforme en Venezuela. Y de que las pizzerías y parrillas se dediquen a vender arepas. En México la campaña era la misma: si AMLO lograba los dos tercios, se acabarían los tacos y los mexicanos hablarían con acento caribeño. Por eso, después, se hizo este malabarismo para presentar la victoria como derrota.
López Obrador nunca propuso una reforma constitucional. Es un presidente que gobierna con un equilibrio fiscal obsesivo que le ha costado muchas críticas por izquierda. Lo que sí ha hecho de modo progresivo es aumentar casi un 50% el salario mínimo en un país donde millones de personas cobran ese sueldo.La economía mexicana también cayó 9 por ciento en 2020. López Obrador no repitió este año la elección que lo llevó a la presidencia en julio de 2018. Sin embargo, su partido se impuso en la mayoría de las gobernaciones que se renovaban y Morena con sus aliados sigue teniendo mayoría en el Congreso. Al analizar la pulsión del voto, en México también tuvo un impacto importante la campaña de vacunación, que todavía no tenía el ritmo que tiene hoy en Argentina.
Néstor Kirchner decía que la política a veces brinda solo dos opciones y ambas son malas. La pandemia encaja perfecto en esa definición. Se elige lo malo para evitar lo peor. Ese es el margen de acción. La única buena noticia es la derrota de la pandemia. Eso se logra con vacunación masiva. Y esta es la desesperación de la derecha. Había encontrado en la pandemia el atajo para cercar al gobierno y volver al poder estatal lo antes posible. El aluvión de vacunas, el aluvión de la vida sobre la muerte, entorpece los planes.
Es difícil encontrar otro país de la región en que la oposición, política o mediática, bombardee la vacunación para angustiar a la población. No pasa en Chile, por ejemplo, donde a pesar de tener a más de la mitad de los habitantes vacunados, el virus persiste. No hay una campaña para cuestionar a Piñera por haber comprado masivamente la vacuna de Sinovac cuya efectividad para evitar contagios es del 52 por ciento. No es que esté comprado que sea esto lo que explica lo que ocurre en Chile. Pero Piñera tiene suerte de contar con una oposición con un verdadero sentido de su responsabilidad sobre la salud pública.
¿Por qué? Se preguntaba la vicepresidenta CFK en el acto de Lomas de Zamora. ¿Por qué tanta crueldad? Hay una respuesta al interrogante que se puede arriesgar: son los rasgos de odio y falta de escrúpulos de los proyectos autoritarios. El objetivo político de anular una expresión de la sociedad, como dijo el Alfredo Leuco al pedir “un país sin kirchneristas”, no tiene pruritos. Salvar la patria del demonio no es para cagones. No se puede andar con tibiezas ni contemplaciones. El ataque debe ser total, masivo, sin respiro ni compasión. Es la pulsión autoritaria del conservadurismo argentino, la de siempre. «