La campaña de Unión por la Patria entró en un momento bisagra. Mientras Sergio Massa sigue absorbido por la gestión de la economía, la campaña había quedado en stand by. Después de discusiones y reacomodamiento de roles, la militancia territorial vuelve a ponerse en marcha, aunque de manera desarticulada e intuitiva. Por lo pronto, festejan que los falsos saqueos no se propagaron, en gran parte por la condena social que cosecharon, y avizoran una luz al final del camino gracias al desconcierto de Juntos por el Cambio.
La dura derrota que sufrió el tramo nacional de la boleta de Unión por la Patria en distintas provincias y municipios bonaerenses desató el enojo de Massa que vio cómo los números que sacaron los intendentes y, mucho antes en el cronograma electoral, los gobernadores duplicaban en algunos casos a los que sacó la fórmula nacional. Sin embargo, fuentes con acceso a la información que replicaban los fiscales propios el día de las PASO explican que, si bien siempre «hay picardías», los votos de Javier Milei se desparramaron por todo el territorio. El fenómeno era indisimulable.
También dan cuenta de que el electorado está más identificado con las gestiones locales que con la nacional y que, desde antes del domingo 13 de agosto, ya se veía en las encuestas cómo los intendentes tenían un poco de más intención de voto que los otros tramos de la boleta. Además, en las provincias pasó lo mismo, incluso en las gobernadas por los radicales. Sostienen que la gente disocia la gestión local de la nacional, aunque admiten que no hubo mucho esfuerzo para ligarla. Había localidades bonaerenses con tres colores distintos para cada nivel estatal de campaña.
La hendija de esperanza la abre ante el desconcierto de Patricia Bullrich, quien, según analizan, no tiene a dónde ir a buscar votos para sumar. Especulan que hace dos domingos Juntos por el Cambio fue a la elección como un partido que era una opción verdadera de poder y ahora ese escenario se diluyó, por lo que puede haber desplazamientos del voto de Bullrich a Milei pero también hacia Massa. Además, el atractivo de la definición de su interna ya no está más. «Eso nos puede meter en el balotaje», analiza una fuente bonaerense.
En tanto, el peronismo puede apelar al voto miedo, tanto de la dirigencia radical como del votante larretista. «No nos queda otra que la campaña del miedo», admiten, y cuentan cómo la dirigencia sindical sale a asustar en las plantas fabriles del conurbano con la posibilidad de la quita de las indemnizaciones. Pero mucho más no hay. «Mucha más indicación no hay por ahora», mascullan.
Por lo pronto se espera recuperar el voto del Norte del país, donde hay resto para sumar y Juntos por el Cambio salió tercero. «En Córdoba y Santa Fe les fue peor a ellos y ahí no tienen resto para recuperar», se envalentona una fuente.
Otros territorios donde se puede trabajar el voto es el ABMA, donde los candidatos de Milei salieron terceros, tanto en Ciudad como en provincia. Este sábado Leandro Santoro presentó a su candidata a vice, Bárbara Rossen, una arquitecta militante en contra de la apropiación del espacio público a manos de los mega negocios inmobiliarios. En tanto, Kicillof siguió de campaña y tuvo reflejos rápidos para desactivar los robos armados en distintos puntos del conurbano. Esa movida desestabilizadora no prendió en los barrios y, según cuenta un militante territorial, «cayó mal entre la gente».
En ese contexto, en el oficialismo festejaban el error ajeno como triunfo propio cuando Bullrich arrojó al aire la propuesta de implementar el Estado de sitio, que no fue sostenida por ninguno de sus dirigentes territoriales. De hecho, la mala campaña de Néstor Grindetti también funciona como luz de esperanza para retener la provincia, en donde no hay balotaje y se puede ganar apenas por un voto.
En esa estrategia están algunos dirigentes como Gabriel Katopodis, que propone que «el enojo y la bronca del votante hay que canalizarlo hacia un lugar más productivo y fructífero». El ministro de Obra Pública, quien a pesar de no ser candidato tiene un rol activo en la campaña territorial que se notó en los resultados que logró su candidato en San Martín, Fernando Moreira, quiere ahora trasladar ese caudal a la Provincia y al tramo nacional de la boleta.
Esta semana Massa buscó mostrar un perfil más duro, tanto para con el mundo empresarial como con los sectores populares, una forma de mostrar que puede garantizar el orden con gestión concreta, que ni Milei ni Bullrich pueden implementar. En Santa Fe puso el acento en el manejo del dinero de origen ilegal al que le piensa cortar el chorro a través de la UIF y la AFIP y no en las víctimas más débiles del largo brazo de la violencia narco. Antes había anunciado subsidios para los comerciantes atacados por los robos en banda y este sábado dijo que eventualmente les quitaría los planes sociales a los detenidos por esos hechos.
Por ahora, en la agenda oficial del ministro, según pudo saber Tiempo, figura la visita a Brasil este lunes donde se reunirá con Fernando Haddad, el ministro de Economía del presidente, Lula da Silva, luego de que el mandatario brasileño fuera clave para el ingreso de Argentina a los BRICS este viernes. La noticia tomó por sorpresa a propios y ajenos. El ministro se enteró en Washington, tras la aprobación del desembolso por parte del FMI de los tan ansiados 7500 millones de dólares que le permitirán tener un colchón en el Banco Central para enfrentar eventuales corridas cambiarias con tufillo electoral.
Esta semana terminó sin los tan esperados anuncios para recomponer los ingresos de los sectores populares. Según había anticipado el propio Massa, las medidas son tres: suma fija, aumento de las asignaciones familiares y refuerzo de la AUH, todas destinadas a paliar el efecto de la devaluación que impuso el Fondo. Sin ese colchón material, es muy difícil salir a militar al candidato ministro, «Dependemos de las medidas de Massa», señalan en la dirigencia territorial. «