La difusión en la plataforma Netflix del documental del periodista inglés Justin Webster sobre Alberto Nisman puso de nuevo en un lugar central del debate público la muerte del fiscal y a su incógnita: qué fue lo que ocurrió ese 18 de enero de 2015. Para ser más preciso: no es en la opinión pública donde se reavivó la polémica sino, y sobre todo, en los medios de comunicación interesados en instalar la hipótesis del asesinato. El realizador de la serie de seis capítulos intentó ubicarse en un lugar equidistante. Sin embargo, quienes han utilizado la muerte de Nisman para agregarle “otra maldad” a la expresidenta Cristina Fernández, que en ese relato sería portadora de todas las crueldades posibles que puede cometer un ser humano, una verdadera encarnación de Lucifer, encontraron en el trabajo del periodista inglés un debilitamiento de su construcción.
El documental lesiona el manto de sospecha que azuzan desde hace cuatro años los medios tradicionales y algunos políticos del bloque antiperonista para sembrar la idea del homicidio y esparcir la mancha obscura hasta llegar a CFK.
En estos últimos días, estos sectores salieron a reinstalar con especial énfasis la hipótesis del crimen violento. Más que la fecha, un nuevo aniversario del fallecimiento de Nisman, la motivación es el documental, que además fue hecho por un inglés, lo que en el imaginario de estos mismos actores garantizaría el profesionalismo y la “objetividad”. Jamás le darían ese reconocimiento a un autor argentino o latinomericano. Que Webster sea sajón les jugó en contra.
Estas breves reflexiones son para ir al punto que aquí importa y es qué pasa respecto de la muerte del fiscal en el imaginario social. Como tantos otros temas, ¿cayó en los cauces ya formados por las pasiones políticas previas? ¿Los kirchneristas-peronistas creen en una explicación y los antiperonistas lo contrario? ¿Hubo una utilización política de esta muerte? ¿Ayudó en 2015 a la derrota de Daniel Scioli y al triunfo de Mauricio Macri? Son algunos de los interrogantes que los consultores que hablaron con Tiempo Argentino intentan responder.
Fernando Larrosa es director de la consultora Ceis. “En comparación con otras denuncias que se hicieron contra el gobierno de Cristina esta tiene el elemento trágico de la muerte-dijo-. Por supuesto que cayó en la grieta, el posicionamiento político previo influye en lo que se cree que pasó, cada uno se define según sus afinidades, más allá de que no está resuelto el tema judicial y quizás nunca se resuelva. Hay una porción muy grande de la población que cree que se suicidó y otra también muy amplia que piensa que lo mataron”.
La socióloga Analía Del Franco puso el acento en la situación actual, en el impacto que tiene hoy el caso. “No hay motivos para que las personas hayan cambiado de opinión respecto de lo que creían hace cuatro años. La película, a mi criterio, simplemente reavivó el tema. A mí me parece que la sociedad se divide en tercios con esto como con tantas otras cosas, los que creen en el suicidio, los que piensan que fue homicidio y a los que no les interesa. De todas maneras me parece que es un tema que hoy está en tercer plano de las preocupaciones y las demandas de la población”.
Para Ricardo Rouvier, la muerte de Nisman tiene algunos rasgos comunes con otros fallecimientos con fuerte impacto político. El sociólogo sostuvo que ese tipo de casos nunca se termina de esclarecer. “Miremos la muerte de John F. Keneddy (expresidente de EE UU asesinado el 22 de noviembre de 1963 en la ciudad de Dallas, estado de Texas). Tuvo una enorme trascendencia. Y lo que se descubrió, supuestamente, es al autor material del crimen y nunca a los autores intelectuales. Está siempre sumergido en una manto de duda lo que ocurrió”. “Yo, como tantos, no tengo claridad de lo que pasó con Nisman. Pero sí me resulta llamativo que hasta hoy no se haya podido definir una hipótesis que se vaya imponiendo”.
“Eso tiene un sentido político más que investigativo-sugirió Rouvier-. Por eso creo que nunca se definirá una verdad. Si mañana se demostrara que fue un suicidio, el kirchnerismo tendría un elemento muy contundente para atacar a sus adversarios acusándolos de no buscar la verdad sino de construir la idea del asesinato. Y si la definición fuera al revés, que fue un homicidio, sería un golpe político muy fuerte. Por esto creo que nunca se va llegar a una conclusión y la política seguirá jugando a sus rivalidades. Se ha transformado en un objeto de la disputa entre el peronismo y antiperonismo, del kirchnerismo y el antikrichnerismo”.
La muerte del fiscal no ocurrió en cualquier momento. Fue en el inicio del año electoral, cuando CFK finalizaba su segundo mandato, no tenía reelección y debía buscar un sucesor.
Para Larrosa, el macrismo fue el gran beneficiario político de la tragedia. “Es uno de los hechos que ayudó a la victoria de Macri en 2015. El uso político de la muerte fue muy claro y sirvió para agudizar el sentimiento antikirchnerista y quizás inclinar hacia un lado a votantes que estaban ubicados en una postura más moderada. Había otras denuncias contra el Gobierno nacional de ese momento, pero esta, como dijimos al principio, tenía un elemento más trágico. Y la oposición de ese entonces jugó fuerte para generar la idea del asesinato y dejar un halo de misterio sobre quién lo mato”.
Del Franco tuvo una visión diferente. “No creo que lo haya ayudado a que Macri gane las elecciones presidenciales ese año. Me parece que son hechos muy distantes. La muerte de Nisman fue en enero y el balotaje en noviembre”. “Sí, es cierto-agregó la encuestadora- que agudizó la polarización con el gobierno de Cristina. Y todo lo que fuera poner bajo sospecha al oficialismo era utilizado y fue uno de los caballitos de batalla, un elemento más de argumentación en contra del kirchnerismo, para sumar a esa caracterización estereotipada de la maldad de CFK”.
Para finalizar, Rouvier remarcó: “Nisman, como símbolo, en ese momento reforzó el antiperonismo. Hoy no creo que cambie demasiado las posturas que la sociedad ya tiene. Lleva muchos años siendo muy utilizado por el antikcihnerismo que quiere demostrar que el gobierno de Cristina estuvo involucrado en el supuesto homicidio”.
La utilización de la muerte de Nisman para reforzar el proyecto de caracterizar al kirchnerismo como el portador del mal absoluto terminó por producir el mismo efecto que provoca una guerra: la primera víctima fue la verdad. «