“Verdura para todos”. Con ese nombre, hace diez años, la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) inició una feria itinerante que, por estos días, todos conocen como “La Veredita” y a la que se acercan para conseguir verduras frescas, directo de los productores. Otra experiencia, vigente desde 2008, fue el puntapié del circuito del productor al consumidor, la feria Manos de la Tierra, impulsada desde la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales (FCAyF). Y el “Banquito social” de microcréditos, en 2005, inició articulación con los pequeños productores del cinturón hortícola platense, una relación que en tiempos de pandemia encontró una nueva herramienta: la comercializadora La Justa.
“La Universidad ha tenido experiencias sumamente interesantes. A La Veredita, Manos de La Tierra y La Justa se le suma, la feria El Paseo, La Despensa y el acompañamiento que el Consejo Social de la UNLP hace a las producciones locales. A futuro se está pensando en la creación de un programa de acceso a alimentos sanos para las diversas facultades. Eso es lo que hace la Universidad”, destaca con orgullo Ana Barrios, trabajadora social y coordinadora de La Justa.
Estas experiencias toman relevancia en tiempos en los que el gobierno de Javier Milei arrasa con las políticas para la agricultura familiar en todo el país. Y permiten pensar los alcances y desafíos de políticas que se aplican a nivel provincial. Como el caso del programa Mercados Bonaerenses, que abre una boca de comercialización directa de los productores a los consumidores, pero no contempla aún una política específica para los alimentos producidos de forma agroecológica.
Según el Censo Nacional Agropecuario 2018, la producción hortícola provincial ocupaba un total de 28.335 hectáreas. El cinturón verde platense era el segundo más relevante, detrás del que rodea al partido de General Pueyrredón. El trabajo de la UNLP no podía mirar hacia otro lado frente a las problemáticas de sus productores.
Soledad Rial, directora de Gestión Social del Consejo Social de la UNLP, recuerda la fundación de ese órgano dentro de la universidad en 2010 y cómo, desde entonces, las problemáticas del cinturón hortícola platense fueron trabajadas como un “nodo crítico”. “Varios proyectos de extensión lo trajeron como problemática, nos contaban la difícil situación que estaba pasando el cinturón hortícola, la dependencia con el Mercado Central, la falta de acceso a la tierra y la invisibilización de los productores del sector “, señala.
La universidad abierta a los productores y a la agroecología
Ovilda Alemán es productora y, cada jueves, cuando se monta la feria “La Veredita” en la Facultad de Trabajo Social, recibe a sus clientes, que la esperan para hacer las compras semanales. “Llego con mis verduras desde la quinta, tengo una charla con el comprador, me pregunta por lo que tengo para vender”, relata el encuentro de cada jueves. Celebra la posibilidad de comercializar sus productos directos al consumidor porque así “uno defiende la verdura que trabaja todos los días”.
Barrios recuerda el recorrido hecho entre la UNLP y los productores locales desde 2005, y cuando la Facultad de Agronomía lanzó el denominado “Banquito social”. Luego se sumarían las facultades de Ingeniería y Trabajo Social. Lo que se buscaba, relata la coordinadora de la comercializadora La Justa, era juntar a productores de la zona con diferentes actores de la Universidad y de ese modo acompañar el proceso productivo. Además de hacer diversas propuestas de financiamiento para fortalecer su producción.
El enfoque de las ferias está puesto en la producción agroecológica, aunque aún resta una formación del lado de los consumidores, que continúan acercándose con las exigencias de una canasta que no responde a la producción de estación. “Se venden también algunos productos del mercado convencional porque no hay producción en el cinturón hortícola”, reconoce la directora de Gestión Social del Consejo Social de la UNLP.
“Si nosotros estamos, por ejemplo, en temporada de las verduras de hoja verde. Lo que es ají y tomate, no vamos a poder abastecerlo; entonces se lo va a comprar en el mercado, donde llega producción de otras regiones”, agrega.
Rial, quien también coordina otras de las ferias surgidas desde la Universidad, “El Paseo de la Economía Social y Solidaria” (que se realiza en las calles 7 y 47 cada viernes), cuenta que son los mismos clientes los que generan presión para que haya productos convencionales. “Tenemos la suerte de tener gente de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) participando de la feria, una organización que ha trabajado siempre para educar al consumidor en qué significa consumir verdura agroecológica”, valora el hacer de la organización rural.
Ese trabajo de incorporar recetas que acompañan la producción de cada estación del año, de comprender que las verduras más vistosas no son las más nutritivas y que la agroecología protege la salud y el ambiente, se lleva adelante en las ferias impulsadas desde la casa de altos estudios platense. “Desde el 2016 que la feria transmite estos conocimientos, porque lo que nosotros buscamos no es solamente vender, sino generar un consumidor comprometido con nuestros espacios de comercialización”, destaca.
Por eso, pese a la presión que imponen los consumidores, la política de las ferias universitarias es priorizar la producción agroecológica “Siempre se trata de no competir con los productos locales, porque sabemos el esfuerzo que es producir agroecológico”, indica.
El esfuerzo es reconocido porque, como cuenta Barrios, la comercialización de bolsones a través de La Justa, que reúne a productores de ambas ferias impulsadas por la Universidad, también implicó la decisión de transicionar a la agroecología, aunque no todos los productores sostuvieron esa decisión. “No fue una transición sencilla”, reconoce. E indica que las familias productores “vienen de una tradición muy fuerte y cambiar la forma de producción es algo que lleva tensiones, pero las que permanecieron reconocen que es, desde la rentabilidad, económicamente mejor porque reducen la cantidad de insumos necesarios para producir”.
Eso también se refleja en los precios justos entre productor y consumidor. En el caso de La Veredita, por ejemplo, el bolsón que se prepara para entregar cuenta con seis variedades de verduras de estación a 7.000 pesos. Además, por estos días, se puede acceder a lechuga por 2.500 pesos el kilo; remolacha, rúcula, radicheta por 2.000 pesos el kilo; a tres atados de espinaca por el mismo precio o dos paquetes de acelga por 2.500.
Bianca García, organizadora de La Veredita y prosecretaria del área de Economía Popular, Social y Solidaria de la UNLP, señala que, además de las verduras frescas, en la feria se pueden encontrar otros productos artesanales como tejidos, sahumerios, comida, cosmética natural. “El espacio tuvo sus mutaciones a lo largo del tiempo. Siempre abrimos y sumamos gente, lo que también trae consigo una identidad propia”, reseña.
La universidad como herramienta para crear y potenciar políticas públicas
Dentro de la Facultad de Trabajo Social también se encuentra “La Despensa”. “El objetivo fue el de tener un espacio de comercialización fijo, de lunes a viernes, en el que se pueden encontrar los distintos productos de la economía popular con los que se articula desde la Universidad”, destaca García.
El espacio se creó en 2023 gracias al programa de “Mercados de Cercanía”, que estaba impulsado por el ex Ministerio de Desarrollo Social y que fue cerrada por la gestión de Javier Milei y la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello. Ahora, el gobierno de Buenos Aires se hizo cargo del respaldo necesario e incorporó un descuento del 40 por ciento en las compras, a través de la Cuenta DNI.
En La Despensa ,los estudiantes y la comunidad pueden acceder todos los días a los productos artesanales que los jueves se ofrecen en La Veredita y también a una amplia canasta de alimentos cooperativos y agroecológicos que se distribuyen desde la comercializadora La Justa: yerba, fideos, vinos, quesos, harinas, salsas y arroz entre otros.
La otra herramienta surgida del trabajo de extensión de la UNLP con los productores del cinturón hortícola es la comercializadora La Justa. La cual, fue una respuesta a las problemáticas de quienes asisten y abastecen verduras frescas a las ferias de Manos de La Tierra y La Veredita, y que tuvieron dificultades durante la pandemia de Covid-19.
Barrios cuenta que la posibilidad de una comercializadora ya estaba siendo pensada, pero que las restricciones impuestas por el aislamiento aceleró el proceso. Es así que para acceder a los bolsones agroecológicos se implementó un sistema de compra digital, en el que los consumidores realizan su pedido. “Por medio de la página de La Justa se hace el pedido y se lo retira los viernes por alguno de los trece nodos que tenemos en la ciudad”, explica la coordinadora de la comercializadora.
A la par de la articulación de la universidad con los productores surgieron también programas de apoyo del gobierno de Buenos Aires. García recalca la importancia de la implementación del programa Mercados Bonaerenses, impulsado por el Ministerio de Desarrollo Agrario con el objetivo de fortalecer, a través de canales de comercialización directa, las experiencias de producción y abastecimiento local de agroalimentos producidos en la provincia. Sumado a la eliminación de intermediarios, lo que reduce el valor final de los productos, está el descuento del 40 por ciento en las compras en ferias fijas o itinerantes, con un tope semanal de 4.000 pesos, a través de la Cuenta DNI.
Las coordinadoras de los programas de extensión de la UNLP valoran el respaldo a las distintas ferias en toda la provincia y también la posibilidad de los productores de contar con asistencia para incorporar nuevos métodos de pago, que “agilizó muchísimo las ventas, más en este contexto en el que no encontrás a nadie que no aproveche los descuentos”, reconoce Barrios.
Como contrapunto, la Huerta Santa Elena es otra de las experiencias surgidas desde el corazón de la UNLP, en conjunta con la Cátedra de Soberanía Alimentaria de esa casa de estudios. El espacio productivo, ubicado en el Centro Comunitario de Extensión N°10 de la UNLP en el Parque Pereyra Iraola, es trabajado por la productora Elena Senattori.
“Me parece que toda política que sirva para incentivar a que el productor salga a vender su producto directamente a los comensales es buena, pero aún faltan políticas para que esa producción sea toda agroecológica”, advierte entre los problemas reconocidos por algunas de las experiencias de ferias universitarias y de la política pública de Mercados Bonaerenses. Es que la agroecología no es condición para la venta, como sí ocurre en la comercializadora La Justa.
Senattori construyó un sistema similar al de la comercializadora universitaria y que es una marca registrada de las organizaciones campesinas: la entrega de bolsones a través de círculos de venta directa, lo que resulta una ventaja respecto de las ferias, ya que “no tenemos gente que vaya a la feria a vender. Mis hijas hacen los repartos en la semana y después tenemos que producir”, explica. Ella lo llama “agricultura sostenida por la comunidad”.