El presidente Mauricio Macri no tendrá demasiado para festejar hoy, más allá de quién gane la gobernación de Mendoza.
La provincia volvió a ser gobernada por la Unión Cívica Radical en 2015. Como ocurre con otros distritos, Córdoba por ejemplo, es un terruño en el que el partido centenario tiene históricamente fuerza. Mendoza capital está conducida hace décadas por los boinas blancas.
Si se repasan los antecedentes desde 1983 hasta ahora, el peronismo gobernó la provincia durante 20 años y la UCR 16, contando el actual período de Alfredo Cornejo que finalizará el próximo 10 de diciembre. Este es un primer dato para tener en cuenta sobre las chances de un cambio de signo y posible triunfo de la candidata del Frente de Todos Anabel Fernández Sagasti. Es un distrito en el que la alternancia entre los partidos tradicionales ha tenido cierta habitualidad.
En las PASO provinciales, Cambia Mendoza sacó el 45%. El candidato de Cornejo, el intendente capitalino Rodolfo Suárez, le ganó cómodamente la interna a Omar De Marchi, el postulante que impulsó Macri. El peronismo recogió un 37% en una primaria mucho más pareja, lo que implica un mayor desafío para mantener cohesionados a los votantes para la triunfadora, la senadora Anabel Fernández Sagasti.
El punto es que los escenarios políticos se tocan y se mezclan. Aunque pueda hablarse de planos nacionales, provinciales y municipales, no se trata de compartimentos separados. Por eso es que hay que mirar también el resultado de la Primaria nacional. La fórmula de Alberto Fernández y CFK sacó 40 puntos el 11 de agosto y Macri arañó los 37. De allí que Sagasti tenga un margen para crecer tratando de fidelizar el voto del binomio nacional del Frente de Todos. ¿Es posible un triunfo del peronismo? Las PASO provinciales lo muestran complejo y la nacional totalmente posible. Nada puede descartarse. La competencia mendocina fue en junio y el tsunami nacional del FdT no se había desatado.
Si el resultado termina revalidando al radicalismo, aún está por verse cuánto de esa victoria Cornejo pretende compartir con el presidente. El distanciamiento entre ambos es conocido y viene de lejos. Cuando Macri decidió impulsar a De Marchi para competir contra el delfín del cacique radical, la relación se terminó de complicar. En la Convención Nacional de Parque Norte, en la que los boinas blancas disidentes volvieron a perder y la UCR optó por quedarse en Juntos por el Cambio, Cornejo hizo un encendido discurso con críticas al gobierno nacional aunque pidió preservar la alianza. Cornejo fue además uno de los primeros oficialistas en reconocer, el 11 de agosto, que Alberto Fernández le había ganado a Macri en su distrito, mientras en la ciudad de Buenos Aires, en Costa Salguero, el oficialismo guardaba los globos y retenía los resultados hasta diseñar cuál sería el mensaje del jefe de Estado.
El todavía gobernador está haciendo planes para el futuro. Lidera la lista de diputados nacionales por su provincia y se imagina como jefe del bloque radical en el Congreso, escindido del Cambiemos.
La campaña fue otra señal de distancia. Al igual que la mayoría de los candidatos de Juntos por Cambio, Suárez evitó mostrarse con Macri. Si hoy gana la UCR, el resultado será inevitablemente leído más como dato provincial que nacional.
Una victoria peronista, por supuesto, sería peor para la Rosada. Implicaría un anticipo de que el 27 de octubre se repetirá, y quizás ampliará, la derrota de agosto.
El macrismo llega a una elección –la de hoy– en la que ningún desenlace podrá ser mostrado como una prueba de recuperación del presidente, que perdió las Primarias en Mendoza. Hay un trago que es menos amargo que el otro para el gobierno nacional, pero no es más que eso. «